Filosofía con dos de azúcar

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Un recurso para contrarrestar la violencia es el diálogo. Tal afirmación fue una de las conclusiones alcanzadas en el primer café filosófico celebrado el pasado 30 de julio, en la Alianza Francesa de Guadalajara, con la asistencia del Departamento de Filosofía del CUCSH y colaboradores de la Coordinación de Extensión y Difusión del SEMS, de la Universidad de Guadalajara.
El tema de esta primer experiencia de intercambio de ideas fue la violencia, lo cual concuerda plenamente con esta actividad, ya que los excesos en la criminalidad son una de las preocupaciones más sentidas en nuestra sociedad, y el diálogo parece constituir el recurso más razonable y humano para abatirla, sin embargo, el menos socorrido.
Otra coincidencia significativa es su realización en un lugar que evoca esta cultura del diálogo, la cual dio origen a la realización de los primeros FiloCafé en París durante la primera mitad del siglo XX.
Para algunos la realización de un CaféFilo significa la vulgarización de la filosofía. Quienes sostienen esta posición afirman que el crecimiento de la filosofía sólo puede darse entre el diálogo de expertos, atendiendo con toda precisión lo escrito en las obras filosóficas, bajo esquemas rigurosos de argumentación racional y ocupándose de temáticas que los expertos, de antemano, definen como importantes.
Desde esta posición sostienen que al no abordar los temas de la filosofía de manera profesional, pueden llegar a desvirtuar las preocupaciones de la comunidad filosófica, ocupar varias horas discutiendo temas poco significativos y generar un ambiente pseudointelectual. Pero los que impulsan esta actividad pública sostienen una visión diferente sobre lo que debiera ser la filosofía.
Entre los promotores del café filosófico de Guadalajara hay algunos que no se dedican de manera profesional a la filosofía, no obstante, reconocen problemáticas genuinamente filosóficas, cuyo mejor abordaje debe darse a partir de algunos de los cánones, los enfoques y las reflexiones de esta vieja tradición de pensamiento. Es decir, frente al purismo filosófico que sostiene que la filosofía debiera ser una actividad exclusiva de los filósofos, aparece una posición alternativa que declara que la filosofía es asunto de todos.
Entre ambas posiciones cabe una tercera alternativa, que reconoce dos manifestaciones en las actividades profesionales, que resultan complementarias y no son exclusivas, como en la discrepancia aludida entre los filósofos. Toda investigación y actividad profesional se encarna a partir de preocupaciones prácticas o intelectuales que con frecuencia no tienen un cuerpo teórico que las cobije. En este sentido, por ejemplo, el desarrollo de los nuevos avances en la medicina genera un conjunto de problemáticas técnicas, éticas o legales, que antes no eran ni siquiera imaginadas; lo mismo cabe decir de las nuevas formas de organización social, del desarrollo de las nuevas tecnologías, de las nuevas preocupaciones relacionadas con el medio ambiente o las nuevas maneras de practicar el crimen. Es decir, el germen de una preocupación intelectual o una profesión no siempre surge entre los infranqueables círculos de expertos. Un ejemplo de lo anterior son la bioética y la filosofía de la tecnología, que hoy son asunto de asociaciones, cátedras y tratados, pero surgieron en contextos no especializados, pero ávidos de una respuesta ante los problemas que hoy debaten los expertos. Aun así, del hecho de que los profesionales de una disciplina sean los que abordan a profundidad una problemática, no se sigue que los no expertos deban abandonar sus inquietudes; antes bien, se hace necesario un trabajo y un diálogo franco e integral, que permita no olvidar el germen de una profesión que atienda las necesidades intelectuales de los ciudadanos y dé cabida al derecho a la información, expresión y libre pensamiento, que dignifica y fortalece a toda sociedad democrática.
El hecho de que exista una asociación nacional de contadores no implica que el resto de los ciudadanos debamos guardar silencio ante los temas que tienen que ver con la hacienda pública y el pago de nuestros impuestos. Antes bien, los contadores, además de debatir en los círculos de profesionales las minucias de las finanzas públicas, debieran tener la obligación de explicar y dialogar con el resto de los contribuyentes sobre las razones en que se sustenta una práctica fiscal.
En este sentido, un café filosófico es una oportunidad para reforzar el círculo dialéctico entre los expertos que analizan el mundo desde los cubículos y los ciudadanos que piensan el mundo desde el mundo. Por ello, más que referirnos a un espacio de debates eruditos, estamos ante la posibilidad de lograr un entendimiento y ejercicio democrático, argumentativo y racional, abierto a todos los ciudadanos, ya que una problemática filosófica es un asunto propio del que busca respuestas a sus inquietudes intelectuales.
Es digno de reconocer que esta actividad de pensamiento abre la puerta a la ciudadanía, sin importar credo, afiliación política, edad o profesión, ya que antes de ser médicos, contadores o filósofos, somos humanos y es a la humanidad a la que debemos el detonante de la ciencia, la filosofía, la política y la técnica.

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