Federico Solórzano

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A Federico Solórzano de niño le llamaban la atención los dinosaurios. Ya de adulto estudió los restos del hombre prehistórico. Con 85 años de edad, es maestro de paleontología y prehistoria, tanto del Museo Regional como del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.
A pesar de tantos logros y reconocimientos, ya que es maestro emérito (1996) y doctor honoris causa (2002), dice que le falta cumplir uno de sus grandes sueños: encontrar las pruebas suficientes de los restos del hombre prehistórico que vivió en Jalisco, concretamente en Chapala y Zacoalco de Torres.

¿De qué partes del cuerpo humano encontró restos?
Tenemos fragmentos de lo que pudo haber sido el hueso que está debajo de la ceja. Incluso restos de artefactos que utilizaron, como cuñas de los habitantes de hace millones de años.

¿Qué sigue?
Me gustaría formar un grupo de varios especialistas, incluso de otras partes del mundo, para investigar y estudiar más. Ese es uno de los proyectos más importantes que tengo. Ya tenemos algunas evidencias, pero nos faltan más pruebas.
Casi siempre he trabajado solo, pero me gustaría apoyarme con más personas, con más especialistas.
Su hablar es pausado, ya no lee como antaño, pero su pasión es el conocimiento, por lo que recibe revistas internacionales que abordan el tema: la paleontología, gusto que sólo compartió con una de sus hijas.
Vive en Chapala, tiene cuatro hijos y nueve nietos, de los que al parecer nadie seguirá su vocación.
El maestro Solórzano imparte clases los lunes y viernes, labor que desempeña desde hace 52 años: “recién cumplidos”, dice con notable orgullo.

¿Cuántos libros lee usted a la semana, al mes?
Leo variado, pero me enfoco más bien a revistas del tema para estar actualizado. Sí, leo mucho, pero como ya me canso más, pues leo menos al día. Lo hago cada vez que puedo, y trato de darme mis tiempos.

¿De todo lo que usted ha visto o investigado sobre el origen del hombre, qué le ha sorprendido más?
Pues todo, pero me dio mucho gusto ver los primeros fragmentos de hueso que encontré, eso más o menos en 1954. Fue un hallazgo no esperado. Eran fragmentos de hueso petrificado de varios millones de años atrás. Sentí un gran gusto descubrirlos, estudiarlos.

Su formación ha sido principalmente autodidacta, ¿cómo ve a las nuevas generaciones?
Pues hay algunos que sí tienen ganas de aprender y son destacados alumnos en mi materia, otros no le prestan tanta atención. Varía mucho, pero a veces no tiene tanta demanda mi clase, lamentablemente. A mucha gente no siempre le interesa y hay todo un mundo por descubrir. Es muy interesante, más de lo que muchos se imaginan.

¿Qué representa para usted la Universidad de Guadalajara?
Es mi hogar cultural. Aquí me he formado, he cumplido muchas metas y objetivos. Es trascendental para mí, por todo lo que también he podido recibir y por el apoyo que me han dado.

¿A quién recuerda en su formación?
Desde muy joven busqué salir adelante en este mundo de la paleontología que representa mucho para mí y era muy difícil, porque mucha gente no se dedicaba a esto, ni lo estudiaba. Tuve el apoyo de dos grandes maestros: don José María Arreola y José Luis Medina Gutiérrez.

¿Recuerda sus inicios?
Sí, fueron difíciles, porque no había mucho material de estudio. Me llevaba un fragmento de hueso a la casa y lo comparaba con lo que aparecía en las revistas, y de esa forma fui evaluando lo que me encontraba y vi que esos fragmentos no parecían roca, sino que eran fragmentos de hueso.

Ese hallazgo, ¿qué representó para usted?
Fue todo, porque me absorbió completamente. Desde 1954 he encontrado evidencias, lo cual sigo estudiando; hoy siento que ese estudio es mucho más completo, mejor, pero aún faltan más pruebas y estudios para que tengan valor científico.

Primera persona

Estudió para químico farmacobiólogo, pero se decidió por la prehistoria del hombre de Jalisco. Maestro e investigador, que a sus 85 años busca cumplir uno de sus sueños: probar de forma científica los restos del hombre prehistórico que vivió en Jalisco.

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