1

La Serpiente

—“…levántate y come del fruto prohibido.”

—¿Qué dices, Eva?

—Shh. Calla. Es la serpiente. Habla dormida. 

2

Nada

Leyó la palabra: Serpiente. Fue al diccionario y encontró la raíz y sinónimos: Del latín serpere: arrastrarse. Culebra, víbora. Entonces le llegaron los recuerdos:

—Come. Le dijo Eva Ave.

—Sí. Contestó Adán Nada.

3

El Colorín

Por los días de la creación del mundo, era mayo. Los pitayos habían secado su flor y de ellas nacían las pitayas. El séptimo día, cuando el descanso, Dios estiró la mano para cortar una pitaya y calmar la sed. Las espinas se clavaron en los divinos dedos y al momento una redonda gota de sangre afloró en la yema del Creador. Dicen que Dios sonrió. Frotó la gota de sangre entre sus manos. Sopló entre ellas y un pájaro colorín salió volando por los cielos de Zacoalco.

4

El Alicante

Es una víbora con manchas en café, de aspecto húmedo, parecida a la chirrionera. Cuando persigue lo hace curveándose, para luego, como dardo, lanzarse al cuerpo de la víctima. Puede medir hasta dos metros. En sus ojos rasgados habita el brillo de la muerte.

Acostumbran los alicantes, durante la noche, mamar la leche a las vacas. Cuentan los vaqueros que incluso llegan ambos a acostumbrarse y después son ésas quienes sale en su busca. Ellos notan su presencia porque encuentran las ubres vacías, con rozaduras y al becerro con hambre.

Un vaquero se quedó a cuidar el ganado. Entrada la noche, una res se separó de la vacada y se dirigió hacia una cerca. Ahí empezó a bramar y no dejó de hacerlo hasta que llegó el alicante.

Los caballos y los burros presienten al alicante. Se niegan a seguir el camino y levantan las patas con desesperación.

Se cuentan de los alicantes cosas más terribles: ventean a las mujeres recién paridas. Se acercan a la casa con el mayor sigilo. Cuando la madre duerme, se mete entre ella y el crío; y comienza a lamer el pezón en busca de la leche materna.

Los antiguos zacoalquenses para detener al alicante le gritaban: “¡Ave María Purísima!” Todos aseguran que el animal se quedaba estático, como pisado en la cabeza.

5

El Tilcuate

Víbora negra con destellos verdes, es la  preferida por el diablo para hablar con los humanos.

Cuenta Reyes Laguna que un día venían de las hüilotas y al cruzar por un corral, Candelario de los Santos los detuvo. Les señaló hacia el camichín y ahí estaban dos tilcuates dormidos, enroscados en el tronco, como sogas. Cargaron las carabinas y les dispararon en la cabeza. Antes de morir, se dieron de cuartazos contra el suelo.

Suelen los tilcuates pegarles a los bueyes con su cuerpo como si fueran chicotazos hasta hacerlos bramar. Esto los hace ariscos y después es imposible uncirlos para la siembra.

El tilcuate macho le silba a las mujeres y la hembra a los hombres. El tilcuate se enrolla en el cuerpo de la víctima y la apretuja hasta asfixiarla. Cuando el macho —dicen algunos campesinos— anda en celo y encuentra a una mujer, se enrolla a ella con delicia y le introduce la cola en su intimidad.

Cuentan que hace tiempo habitaba un tilcuate en el panteón de Zacoalco. Por la tarde y al acecho, miraba a las mujeres que iban vestidas de luto.

6

El Arlomo

El arlomo es un gusano maligno. Nadie lo ha visto y su presencia no cuenta con el respaldo médico.

Doña María cura el piquete de arlomo y lo distingue por sus síntomas. Según ella, hay dos tipos: de verdugón y el de paredón. El primero carcome la piel. Las personas sienten que algo les está comiendo su carne por dentro. Sobre la piel deja unas manchas rojas que arden y dan comezón. El segundo, el más bravo, es ardor y comezón bajo unas vejigas que si revientan, les sale una agüita que contagia la piel sana. El enfermo puede morir envuelto en las llamas de los ardores y la comezón.

7

Chuparrosa

Es un pájaro y un suspiro a la vez. Su visita al jardín es una gota de alegría, un golpe de buena suerte.

Las plumas de la chuparrosa, su verdadero nombre, son grises sobre verde metálico; los colores de las pitayas cuando nacen.

Flores y silencio es la combinación perfecta para atraer a ese pajarito de la buena suerte: bebe aquí y allá los colores de la flor.

Un día llegó herida a mi casa una chuparrosa. Mi madre la levantó y la puso en una caja de cartón. Durante dos días le dio agua y supremas de naranja. Al tercer día, al tomar agua, alzó el vuelo y desapareció por lo cielos.

Mi casa se puso triste.

Al quinto o sexto día llegó la chuparrosa sin dar aviso. Voló alrededor de mi madre y presurosa se fue a las flores.

El sol estaba a todo lo alto.

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