Estado actual de las vacunas en México

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Es evidente la relación costo-beneficio por el uso de las vacunas para la prevención y control de enfermedades. Desafortunadamente para países pobres, estos y otros insumos para la salud pueden resultar inaccesibles por el costo y por lo tanto limitar la cobertura. Bajo los diversos esquemas de vacunación, en nuestro país se ha erradicado la viruela (1951), la polio (1990), la difteria (1991), el sarampión (1997) y han disminuido las cifras en meningitis, tétanos, tosferina y síndrome de rubéola congénita.
En la situación actual respecto a la inminente pandemia debida al denominado virus de influenza A (H1N1), que ha provocado más de 25 muertes confirmadas solo en México, y que de acuerdo al secretario de Salud se han presentado contagios en 26 de las 31 entidades federativas, es innegable la importancia del desarrollo de una vacuna para este problema y que sirva para la prevención de la enfermedad y su posterior control, pero tardarán alrededor de seis meses más para su obtención. En este contexto debemos cuestionarnos el estado actual que guarda la producción de vacunas en nuestro país.
Una vacuna se define como una preparación inocua que contiene agentes infecciosos o sus productos tóxicos, inactivados o atenuados, que inducen en individuos competentes un estado de protección específica o de inmunidad.
De acuerdo a la historia, la primera descripción sobre vacunas se realiza en China, en el siglo XII, pero el primer trabajo científico fue publicado en 1796, por Edward Jenner, en el que plantea el control de la viruela a través del proceso denominado vacunación. Para el siglo XVIII, México empieza a utilizar esquemas de vacunación y para 1926 decreta la aplicación obligatoria contra la viruela. En 1973, se organiza la vacunación masiva de la población y para 1990 era uno de los siete países en el mundo, autosuficientes en la distribución y/o producción de todos los biológicos del programa nacional de inmunización.
México ha realizado esfuerzos por mantenerse a la vanguardia en esquemas de vacunación, mediante el actual Programa de Vacunación Nacional, creado en 1991 para mantener una vacunación permanente y acciones intensivas, cuyos logros han sido evidentes al cumplir en más del 95 por ciento los programas de vacunación. Desafortunadamente dependemos de laboratorios extranjeros para su abastecimiento.
El desabasto de vacunas es uno de los riesgos inminentes al mantener tal dependencia, como ocurrió en 2004 con la vacuna BCG, o el 2006, con el biológico pentavalente. Bajo esquemas de emergencias epidemiológicas es posible el desabasto de manera desafortunada, por lo que uno de los grandes retos será incrementar la capacidad de producción para lograr la autosuficiencia y autonomía necesarias para la prevención y erradicación de enfermedades.
El país deberá mantener una relación más estrecha entre universidades e institutos, así como evaluar si es necesario, de acuerdo a la relación riesgo/beneficio, la necesidad de incorporar a los esquemas nacionales la vacunación contra otros problemas ocasionados por agentes infecciosos, como el papiloma virus o el rotavirus, por mencionar algunos.
En la actualidad México produce, importa y comercializa algunas de las vacunas necesarias, a través de Birmex (Biológicos y reactivos de México), empresa propiedad del gobierno federal. Produce la vacuna antipolio (tipo Sabin) y la vacuna Td (toxoide tetánico y difteria).
La mayoría de las vacunas incluidas en los esquemas de vacunación son comercializadas e importadas por esta empresa. Como aún se reportan casos de rabia, el país importa la vacuna a un costo aproximado de 80 millones de pesos anuales. Otras vacunas comercializadas son DPT, SR, SRP, antimalaria, anticólera, antihepatitis A y B, antiinfluenza y antineumocócica.
La empresa mencionada mantiene en investigación y desarrollo la vacuna doble y triple viral (SRP), y prácticamente de acuerdo a la información de la empresa, estará disponible la vacuna contra haemophilus influenzae. También existe interés de invertir por parte de empresas farmacéuticas transnacionales.
Es evidente el beneficio adquirido por el uso de las vacunas. Sin embargo, hay algunos riesgos a considerar; por un lado, no protegen al cien por ciento de los individuos vacunados y en muchos puede haber hipersensibilidad, por lo que deberán ser vigilados los eventos temporalmente asociados a la vacunación (ETAV), que son manifestaciones clínicas que se presentan a los 30 días después de la aplicación y que pueden ser leves, moderadas y graves.
No es suficiente lo que invierten diversos gobiernos como apoyo a la investigación. Por ejemplo, la Unión Europea asignó menos de cinco millones de dólares para apoyar la investigación en vacunas; Estados Unidos gastó aproximadamente 75 millones de dólares.
La pregunta es ¿cuánto invierte México en investigación y si es suficiente? Probablemente no. Es preciso apoyar los esfuerzos de diversas instituciones, como la UdeG, el IPN, la UNAM y otras universidades y fomentar más la participación de la empresa en el desarrollo y producción de diversos insumos para la salud, esquemas que incluyen vacunas, y que se invierta más en la investigación sobre enfermedades a las que se ha prestado hasta el momento poca atención. En este caso la OMS enumeró 17 enfermedades, entre las que está el alzheimer, la tuberculosis, la cirrosis hepática por alcoholismo, y que requieren atención urgente.
Es necesario continuar y revisar los avances en política farmacéutica nacional y en todo caso redireccionarla, porque hasta hoy no ha cumplido con todas las metas fijadas. Los grandes avances del mundo en tecnología, ciencia y salud también presuponen nuevos paradigmas a vencer, lo cual implica acciones y respuestas integrales a los problemas de salud de México, que incluyan representativamente –en conjunto con el gobierno– la academia, profesionales, empresas y consumidores como parte fundamental de la estrategia, para estar preparados para enfrentar y solucionar con éxito las emergencias dentro de este mundo globalizado.

* Investigadores del Departamento de Farmacobiología, Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías.

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