Espacios para la cultura y el saber

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Un museo para todos
El Museo de las Artes (Musa) ocupa un edificio que desde su origen, en 1914, ha estado vinculado a la educación y las artes. Primero como proyecto de escuela, después como posible recinto legislativo. Eran tiempos agitados. La Revolución y los procesos posteriores trajeron consigo cierta inestabilidad que impidió que se concretaran dichos proyectos. En 1937 el edificio fue destinado a la Universidad de Guadalajara. En ese año se dio la reapertura de la máxima Casa de Estudio de Jalisco, la edificación es por ello considerada el máximo símbolo de la UdeG. Ese mismo año, el muralista “de los pinceles violentos”, oriundo de Zapotlán el Grande, José Clemente Orozco, firmó dos obras en el edificio de la universidad: El hombre creador y rebelde y El pueblo y sus falsos líderes. Ese par de murales fueron los primeros que Orozco pintó en su natal Jalisco.

Óscar Moreno Martínez, encargado de Servicios educativos del Musa, considera que el edificio que alberga al museo “es como la semilla y de aquí fue la universidad creciendo y se fue configurando como la conocemos ahorita”. El Musa tiene poco más de 20 años de existencia, ya que en 1993 el entonces rector Raúl Padilla decidió habilitar el sitio como un espacio para las artes. La importancia histórica y cultural tanto de los exteriores como los interiores —con los emblemáticos murales de Orozco— reviste un recinto que desde 2013 es utilizado en su totalidad para albergar exposiciones y actividades culturales. Hasta antes de ese año, el área para exhibiciones era solamente la planta baja y la parte de arriba era usada como oficina de la Rectoría. Pero desde hace dos años la Rectoría se mudó a la torre administrativa de la universidad, ubicada justo enfrente del Musa.

“De 2013 para acá es un reto para el museo. Es una ampliación que implica más salas, crecer en todos los sentidos. Implica cambiar perspectiva y planeación estratégica. Buscamos fortalecer el edificio como sede de promoción cultural y artística. Queremos que sea un espacio y un escaparate para fomentar todo tipo de expresión artística, pero en particular la plástica”, asegura Óscar Moreno. El Musa está enfocado fundamentalmente en el arte de Jalisco, pero sin dejar de lado las expresiones internacionales. Algunas de las exposiciones mejor recibidas, señala Moreno, han sido El hombre al desnudo, Cortázar para armar —en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL)— y la de Remedios Varo, con la cual se rompió récord de asistencia, ya que convocó a más de cuarenta mil personas en los tres meses que duró. En 2014 el Musa registró cuarenta y cinco mil asistentes; en lo que va del 2015 han acudido poco más de setenta y tres mil personas.

“El museo está creciendo. Está con muchas expectativas, con muchos proyectos y una visión muy ambiciosa. Se está consolidando como una propuesta de gran valor en materia artística, museográfica y cultural en la escena de Guadalajara”, afirma Moreno. Los retos, señala, son involucrar a la comunidad jalisciense en general y a la comunidad universitaria en particular. Para ello, el Musa colabora con otros proyectos de la Universidad, como la FIL, Papirolas y Luvina. Producto de la colaboración con ésta última, realiza talleres enmarcados en algunas de las exposiciones. También cuenta con el programa de artistas en residencia. La más reciente fue la de Carlos Pez, cuyo trabajo está actualmente en exhibición. En resumen, dice Moreno, “el Musa es un espacio para sentirnos orgullosos no sólo por su arquitectura, sino por lo que se está haciendo dentro de ella”.

Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz
Tristemente rodeado de franquicias norteamericanas de comida chatarra, tiendas departamentales populares, comerciantes ambulantes y vulgares payasos callejeros, se halla uno de los edificios más importantes en la historia de esta ciudad. Pero en medio del mundanal ruido cotidiano y la indiferencia tapatía, se abre el bello remanso literario de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, que fue fundada en 1991 y que forma parte de los grandes recintos culturales de la Universidad de Guadalajara, y que tiene como director honorario al escritor Fernando del Paso.

La gran vida de este lugar comenzaría cuando ahí los jesuitas fundarían el Colegio de Santo Tomás de Aquino, en 1591. Luego en 1793 a instancias de fray Antonio Alcalde, se convertiría en la sede de la Real y Literaria Universidad de Guadalajara. En 1827, el entonces gobernador de Jalisco, Prisciliano Sánchez, lo clausura como universidad, en el ánimo de desligarse del pasado colonial, y es adecuado para funciones legislativas: se derrumban sus torres, se retiran los altares y se le agrega un pórtico. De 1828 a 1933 la capilla de Loreto a un lado, alojó la Escuela Normal Lancasteriana.

En 1914, durante la Revolución mexicana, el edificio se volvió cuartel y caballeriza. De 1919 a 1948 fue sede de la Dirección General de Estudios Superiores, y luego oficina de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística.

Los murales que se aprecian en su nave central fueron hechos por Amado de la Cueva y David Alfaro Siqueiros, en 1925. Y es en ese mismo año que bajo el gobierno de José Guadalupe Zuno y el rectorado de Enrique Díaz de León, se refunda la Universidad de Guadalajara y el edificio vuelve al patrimonio universitario. En 1937 el edificio anexo al templo es vendido y derruido. A partir de 1948 y hasta 1985 se utilizó el inmueble como oficinas de Telégrafos Nacionales, y desde ese año a 1991 estuvo cerrado y abandonado hasta su restauración y reapertura como biblioteca, en medio de la Primera Cumbre Iberoamericana con los jefes de Estado de ese universo político y geográfico.

El poeta Ángel Ortuño, quien funge como bibliotecario de esta institución, entrevistado al respecto de la importancia de este edificio y sus funciones, recuerda que la biblioteca inició con un acervo conformado por la Universidad de Guadalajara y por un fondo donado por la embajada de España, que comprendía una serie de publicaciones con motivo del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, y con el tiempo su acervo se ha ido incrementando entre donaciones y un programa de adquisiciones enfocado a las ciencias sociales y las humanidades, y en particular desde la historia, la literatura y el arte, desde la perspectiva iberoamericana.
La biblioteca cuenta con alrededor de ochenta mil volúmenes, y además del servicio normal cuenta con un área infantil y atención a invidentes mediante software especializado que transfiere lo visual en auditivo. Ya que no hay mucho espacio para crecer físicamente, se ha apostado por una mayor especialización en el acervo en lugar de la amplitud que lo abarque todo. Pero ya que no hay “joyas bibliográficas, hemeroteca, ni fondos históricos especiales”, porque no hay condiciones para su resguardo, sino ediciones de uso normal, el valor de la biblioteca se da “no en términos bibliófilos, pero sí de demanda y servicio”, agregó Ortuño.

Como a partir del traslado de la biblioteca Juan José Arreola a la periferia la Iberoamericana ha aumentado su demanda —ahora en aproximadamente novecientos usuarios diarios—, al quedar “prácticamente como la única biblioteca en el centro”, Ortuño cree que la misma Universidad debería promover que se hicieran más de estos espacios no sólo en la periferia, sino también en el centro de Guadalajara.

Para Ortuño es lamentable que no ha existido el interés en Guadalajara por mantener edificios históricos para darles una vocación, como en este caso de “preservación y difusión de la cultura, ya que han sido derribados con una idea equivocada de modernización de la ciudad”, en la que ni autoridades ni dueños de fincas han tenido “conciencia a propósito de su identidad y su historia”.

De última generación
El Centro Cultural Universitario (CCU) de la Universidad de Guadalajara se coloca al final de la línea del tiempo que la Casa de Estudio ha dedicado a la difusión de las artes y la cultura como una de sus tareas inherentes.

“Guadalajara es vista como un polo de cultura, sobre todo, gracias a la universidad: de la FIL, el FICG y el Centro Cultural Universitario, que han logrado ser sostenibles”, mencionó en entrevista Manuel Celestino Flores Bravo, asistente académico de la Maestría en Gestión y Desarrollo Cultural del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño.

El CCU continúa en el proceso de desarrollo de la infraestructura de última generación para las artes escénicas, el arte contemporáneo y los espectáculos de gran formato, pero también para las ciencias ambientales y el resguardo y la compartición de la cultura, como sucede en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola, inaugurada en el 2012.

Hasta ahora se han construido el Auditorio Telmex, la Biblioteca Pública y la Plaza Bicentenario; se encuentra en proceso de construcción el Conjunto de Artes Escénicas y, en planeación, el Museo de Ciencias Ambientales y las salas de arte contemporáneo; todos ellos, parte de un esfuerzo integral realizado por las instancias universitarias para encadenar los procesos y los insumos necesarios que permitan la llegada a la ciudad de productos culturales de envergadura, dar salida a las producciones locales y, en general, impulsar a las disciplinas creativas en correspondencia con las necesidades de la sociedad contemporánea.

En una entrevista reciente, Ángel Igor Lozada Rivera Melo, titular de la Secretaría de Vinculación y Difusión Cultural del CUAAD, recordaba, a propósito de esto, que la estrategia de la Universidad de Guadalajara ha supuesto el desarrollo de las infraestructuras, la conformación de proveedores que atienden a las industrias relacionadas con las artes, la generación de contenidos, la integración de los agentes que participan de tales industrias y, más recientemente, la configuración de las tareas para atender a las audiencias actuales y potenciales.

“Por eso ha sido tan exitoso el modelo de la universidad no solo a nivel estatal o nacional, sino en Latinoamérica”, puntualizó.

El Centro Cultural Universitario se constituye, pues, como un concepto integrador que encuentra en la cultura el potencial para revitalizar la ciudad a partir de las ideas y el conocimiento, como lo ha indicado el director del proyecto, el arquitecto Mauricio de Font-Réaulx en repetidas ocasiones.

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