Entre el tacón y la banqueta

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La calle o un escenario mal montado no son obstáculos para estos apasionados bailarines, que sin las carteleras iluminadas ni los anuncios que esperan su llegada, salen vanidosos a ofrecer su mejor show. Se esmeran tanto en la técnica como en sus vestimentas, porque reflejan en ellas todo lo que despiertan los bailes que practican.
Lo valioso de estos anónimos es la dedicación y el sentimiento que imprimen en sus balies. Hablamos de gente que practica el baile “callejero” de manera amateur, pero con seriedad y pasión, sin necesitar más que buena música y ponerse en clima para que su cuerpo hable por ellos. La música se mete en los músculos y es imposible sacarla de ahí.
Una expresión del arte de la calle puede considerarse desordenada, alterada y hasta maltratada, pero esta en particular es una a la que los artistas cuidan puliendo y sacándole brillo, tanto como a sus zapatos o a las baldosas. Urbano, pero no por eso desordenado.
Jorge Alberto Mendoza muestra este hobbie intenso y alegre: imágenes que trasmiten cómo una pasión bien puesta y mostrada en el lugar correcto puede alimentar al alma, a la propia y la ajena.

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