Elíxir… ¡y salud!

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La cerveza es la prueba de que Dios nos ama y quiere que seamos felices, decía Benjamin Franklin. Un poco de agua, lúpulos, levadura y malta se convierten en la bebida más refrescante y más consumida en el mundo.
Rubia u oscura, nos compaña en la fiesta familiar, el antro, la reunión con los amigos, los domingos de futbol o las tardes calurosas. Compañera de penas y aventuras, de amores y desengaños. De sabor desagradable al paladar, a través de ella se descubre el mundo etílico, se convierte en elíxir indispensable de vida.
Pero el disfrute de la cerveza va más allá de la que los supermercados, modeloramas y tienditas venden empaquetadas en un six o una caja de cartón. Para muchos, marcas como Corona, Modelo, Estrella, Bohemia son sinónimo de buena cerveza. Para los conocedores, éstas no son sino “caldos de quién sabe cuántas cosas”.
Si bien las comerciales envasadas están compuestas de los elementos naturales básicos (malta, agua, levadura y lúpulos) también contienen colorantes y saborizantes artificiales así como harina de arroz y de maíz, afirma Elba Copado, brew master (maestra cevecera) de la microcervecería Beer Lounge, ubicada en Tlaquepaque, Jalisco.
En México, dice, la gente está acostumbrada a los productos envasados del duopolio cervecero (Cuauhtémoc Moctezuma y Grupo Modelo) pues no existe una cultura para degustar otras maneras de elaborar este tipo de bebidas, como ocurre en los países europeos, sobre todo en los ibéricos.
“La gente cree que la ‘chela’ es sólo para el antro o para ponerse hasta atrás, pero la cerveza es también para disfrutarla. Es un producto cultural. Si te pones a investigar sobre cervezas hay más de 400 diferentes estilos, pero aquí únicamente conocen la Corona o la Estrella”, señala Copado.
”Muchas personas de entrada me piden Corona y les explicamos que lo que tenemos es una cerveza artesanal, pero no son fáciles de convencer. Tenemos que advertirles que ninguna de nuestras cervezas va a saber a las comerciales. Por eso nos hemos dado a la tarea de difundir esa cultura explicándoles el proceso de elaboración y enseñándoles a catar. Los extranjeros son los que saben siempre qué pedir porque están acostumbrados a consumir este tipo de bebidas”.
Tanto en Europa como en América Latina la tradición cervecera está muy arraigada: en Estados Unidos existen cerca de mil 500 microcervecerías. “En Alemania en sólo una ciudad hay hasta 800, pues casi toda la gente elabora cerveza en su casa”. En Perú hay 45 lugares que preparan cerveza artesanal y en Argentina hay unas 4 mil 500.
En contraparte, en todo el territorio mexicano solo hay 10 lugares de este tipo “quizás por la influencia del duopolio cervecero. En León, por ejemplo, la cerveza Casta realizada en una microcervecería, fue comprada por Grupo Cuauhthémoc”. En Guadalajara sólo funcionan el bar Der Krug y el Beer Lounge. También estaba Tierra de Malta, pero ahora produce la cerveza Minerva a gran escala.
Lo más importante, asegura, Elba Copado es que a pesar de la poca oferta, hay personas que les interesa disfrutar este tipo de bebidas. La prueba está en que muchos de sus clientes viven en Zapopan y recorren buena parte de la ciudad para disfrutar de la cerveza que ofrece en su bar. Incluso sus cervezas son ofrecidas también en un bar en Ajijic, Chapala.
“Cada semana hacemos una cerveza a petición de los clientes, hay quienes la quieren con mucho alcohol, muy oscura, ligera o no muy amarga. Esa la ventaja de que nosotros mismos la preparemos”.
Las más pedidas en su bar son Stout, la India Pale Ale, y la de sabores, especialidad de la casa. “Muchos llegan y piden la más fuerte, que es la Sputnik, que tiene hasta 12 grados de alcohol, pero a la mitad mejor piden una de frutas: un vaso de esta cerveza es como tomarse un cartón completo”.

De reprobada a dueña
El sabor amargo que caracteriza a la cerveza era demasiado para el paladar de Elba Copado. En el Distrito Federal probó una cerveza de sabores. Le gustó tanto que se interesó en su proceso de elaboración, al grado de que ese fue el tema de su tesis para concluir su licenciatura en química.
Para comprobar que sí era posible producir una cerveza afrutada, experimentó por casi un año a pesar de que nadie en la escuela ni en su casa creía en el proyecto, y de que reprobó varias veces la materia de físico-química.
“El asesor de mi tesis es brew master de la Cuauthémoc Moctezuma y decía que cómo quería ponerle frutas a la cerveza. Aún así investigué y me di cuenta que hay más estilos de cerveza y que puedes hacerlas a tu gusto”.
Copado es copropietaria de la microcervecería Beer Lounge, donde hace más de una decena de tipos de cerveza ale de manera artesanal y hasta realiza sus propias creaciones: añade sabores de frutas como piña, mamey, fresa, maracuyá, zarzamora, manzana y hasta coco o menta. Sus bebidas son 100 por ciento naturales sin aditivos o conservadores.
La idea de montar un negocio nació luego de terminar la carrera, pues le fue difícil encontrar un empleo. “Cuando egresé no exigían las prácticas profesionales y salí sin experiencia laboral. No hay materias que te enseñan a emprender un negocio. Sales con la mentalidad de que vas ser empleado”.
A pesar de ello, Elba se empeñó en fabricar cerveza. Por dos años practicó el proceso de los diferentes estilos, mientras su pareja realizaba la estrategia mercadológica y fiscal. No tenía para pagar empleados y buscó estudiantes interesados en practicar y aprender de cervezas.
“No me dieron créditos por considar que era giro negro, los dueños de los locales creían que íbamos a vender micheladas o que la fabricación de la cerveza era algo clandestino y nos negaban el contrato de renta. Había lugares que nos gustaban pero nos ganaba la Corona, que tienen sus propios gestores y saben cómo moverse”.
En julio de 2007 inauguró el bar, que poco a poco se fue haciendo de fama. “Al principio no venía nadie. Vendíamos 20 litros por un mes. A partir de una nota publicada en el periódico empezó a venir más gente, le dio mas credibilidad porque desconfiaba de que vendiéramos cerveza sin estar envasada”.
Incluso, afirma, representantes del grupo Cuauhtémoc Moctezuma han visitado el bar “para ver qué estoy haciendo y cómo lo hago. No entienden que no les hago competencia. Ellos son un monstruo para algo artesanal como lo que yo hago. El nicho de mercado es distinto”.
Además de difundir la cultura cervecera entre los clientes, Copado organiza cada mes reuniones con otras personas que elaboran cervezas y quiere mostrarlas a los clientes. Como un plus, cuenta con un chef que elabora alimentos que tengan un maridaje adecuado para cada tipo de cerveza.
A punto de cumplir un año, los dueños de Beer Lounge quieren abrir una sucursal en Zapopan o en Ajijic. “Este negocio es como la cocina: cada cervecero tiene su estilo. Trato de reunirme con otros brew master para conocer nuevas técnicas. Estoy convencida de que como empresario te puede ir bien, solamente debes de tener un poco de astucia y saberte vender”.

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