Elecciones locales 2011: PRI fortalecido; oposición acotada

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El 3 de julio de 2011, se celebraron elecciones en cuatro entidades de la república mexicana, para renovar gobernador en el Estado de México, Coahuila y Nayarit. En este último estado también se eligieron a los alcaldes y diputados locales, mientras que en Coahuila a los integrantes del congreso local. En el caso del estado de Hidalgo, hubo elecciones para presidentes municipales.
De acuerdo con los resultados dados a conocer por las autoridades electorales, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue el ganador categórico de estos comicios, al obtener las tres gubernaturas, la mayoría de los asientos en los congresos locales y la mayoría de las alcaldías en disputa.
Estas elecciones dejaron una serie de aprendizajes para las diferentes fuerzas políticas del país, de cara a la elección presidencial de 2012 y permiten diferentes lecturas sobre la causalidad de este resultado. He aquí una modesta lectura de lo sucedido.
El PRI postuló a mejores candidatos, con una más alta rentabilidad electoral. Logró forjar alianzas con el Partido Verde Ecologista de México y el Partido Nueva Alianza; llegó unido a la contienda, articuló verdaderas campañas de Estado, supo construir una estructura electoral más musculosa, invirtió más recursos económicos en la campaña, desarrolló estrategias proselitistas más efectivas y, sobre todo, se benefició de los logros de sus gobiernos locales. Es decir, el voto en estas elecciones refrendó una aprobación de los ciudadanos hacia los gobiernos priistas y reflejó un claro rechazo a las políticas del gobierno federal, principalmente en materia de seguridad y política económica.
El PRD llegó dividido a la contienda. No supo o no quiso forjar alianzas con otras fuerzas políticas ajenas a la izquierda (en Nayarit ni con otros partidos de izquierda pudo llegar a acuerdos). No fue capaz de convertir la crisis de inseguridad y el alto desempleo existente en estos estados en votos. Postuló a malos candidatos y sus campañas electorales fueron muy tradicionales. Además, no consiguió desarticular las campañas de Estado, ni creó una estructura electoral a nivel territorial capaz de persuadir, organizar y movilizar masivamente a los votantes a las urnas.
El PAN pagó la culpa de los magros resultados del gobierno federal, ya que el revés de esta elección representa un rechazo a sus políticas federales; postuló a candidatos poco atractivos para el electorado, como el gris Luis Felipe Bravo Mena y no supo cómo desarticular las campañas, que ellos denominaron “de Estado” y el voto corporativo que benefició a los candidatos del PRI.
Es importante señalar que los resultados de estas elecciones locales no necesariamente marcan tendencias de cara a la elección presidencial de 2012, ya que cada proceso electoral es diferente, condicionado por el propio momento y circunstancia particular de la elección. Sería un error creer que, a un año antes de esta justa electoral, la elección presidencial ya está definida.
Quien sale fortalecido de este proceso es el PRI y el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, quien se posiciona y consolida como fuerte precandidato a la presidencia de la república. Si hubiera perdido la elección del Estado de México, su candidatura estuviera en duda.
Marcelo Ebrard, impulsor de las alianzas opositoras, también sale fortalecido.
De los resultados se infiere que el PAN por sí solo es incapaz de poder detener al PRI y a Peña Nieto en las elecciones presidenciales. Está obligado a impulsar alianzas y apostarle, como ha sido costumbre, a la guerra sucia para tratar de “manchar” la imagen de sus principales opositores. El “efecto Peña Nieto” puede ser benéfico para el priismo jalisciense y así poder desplazar de palacio de gobierno a los panistas, después de 18 años de su llegada al poder.
Finalmente, el alto nivel de abstencionismo en estos comicios, como el experimentado en el Estado de México (57.4 por ciento), refleja la crisis de credibilidad y confianza de los partidos políticos y de la propia democracia electoral. La gente no percibe un mínimo beneficio de la política y considera que su participación en los comicios no es tan importante para definir el rumbo de “la cosa pública”.

*Profesor investigador del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas.

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