El vuelo inmortal

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Abraham Stoker (1845 - 1912) the Irish writer who partnered Henry Irving in running the Lyceum Theatre in London from 1878 - 1905. He wrote the classic horror story 'Dracula' in 1897. (Photo by Hulton Archive/Getty Images)

El Conde Drácula colocó una mano sobre la espalda de Mina, mientras con la otra atraía su garganta hacia sus labios rojos y entreabiertos, donde destacaban un par de colmillos puntiagudos. En un primer momento Mina quiso gritar, pero el miedo la paralizó. Cuando sintió que el monstruo succionaba la sangre de su cuerpo, las fuerzas la fueron abandonando. Él sació su sed. Se desabrochó la camisa. Con sus largas y afiladas uñas se arañó una vena del pecho, hasta que la sangre brotó. Entonces asió las manos de ella a fin de impedirle toda defensa. Logró inclinar la cabeza de su víctima, de modo que su boca quedara sobre la herida de él. La joven tragó unas gotas de sangre del vampiro.
Arthur Holmwood, Quincey Morris, John Seward y el doctor Van Helsing, sorprenden al conde. Con ayuda de una hostia consagrada que guarda el último en un sobre y los otros, con crucifijos en alto, lo hicieron retroceder, al mismo tiempo que disminuía de tamaño. De pronto una nube cubrió la luna, y cuando Quincey encendió la luz, todos pudieron divisar una leve bruma.
Lo que pasó con Mina y su marido Jonathan Harker, quien había sido prisionero de Drácula, puede encontrarse en la novela del mismo nombre, de Bram Stoker. Él entrelaza los diarios de Harker, Lucy Westenra, Seward y Mina Murray, así como cartas, mensajes y recortes de periódicos ficticios, para contar un conjunto de historias hiladas entre sí por la figura del Conde y las relaciones amistosas o amorosas entre los personajes.
Fueron múltiples los factores que influyeron en su concepción: una fuerte indigestión del autor con cangrejo, a la vuelta de un paseo en coche, en Escocia. Esta provocó en el autor alucinaciones sobre un rey de los vampiros que salía de su tumba en busca de sangre; sus visitas al castillo de Slains y a las criptas debajo de la iglesia St. John The Baptist, su fascinación por lo desconocido y la llegada de emigrantes de Europa del Este a Inglaterra que despertaba la animadversión de amplios sectores sociales.
Stoker (Dublín, 1847-Londres, 1912) tuvo que adquirir conocimientos sobre el folclor de Europa del Este, donde abundan los vampiros. No es el único que escribió sobre el tema. Antes que él, tratadistas, filósofos y literatos lo habían tocado, pero es el primero que asocia la figura de Vlad Draculea o Vlad Tepes con el vampiro. Este personaje fue príncipe de Valaquia (en 1448, el periodo 1456-1462 y durante unas semanas en 1476). Luchó contra la expansión del Imperio Otomano y fue conocido por su afición de atravesar a sus víctimas con una estaca hasta que morían lentamente, por lo que fue conocido como Vlad “El Empalador”. Draculea significa hijo del Dragón o hijo del Diablo.
Distintos biógrafos de Stoker coinciden que fue el lingí¼ista y orientalista Arminius Vambery quien sugirió a Stoker los libros a leer para documentar su novela y describir Transilvania, que jamás fue pisada por el autor.
Vampiros folclóricos
En el siglo XVIII existía la creencia de que los vampiros eran muertos que salían de sus tumbas por la noche para absorber la sangre de sus víctimas. Éstas al poco tiempo se quejaban de no poder respirar, se notaban decaídos y después morían.
En distintas partes de Europa del Este, para evitar que un muerto se convirtiera en vampiro, se le llenaba la boca de ajos; también los ponían en el ataúd. Al difunto sospechoso de serlo, se le atravesaba el corazón con una estaca de espino albar. Después lo decapitaban.
M. J. Trow, en Vlad El Empalador, en busca del auténtico Drácula, describe 12 tipos de vampiros de origen serbio, bosnio, húngaro, albano, transilvano, valaco y algunos del Este de Europa. Entre ellos el “barguest”, una aparición que adopta forma humana o animal, con grandes ojos como carbones encendidos. Consideraban que quien escuchaba sus aullidos moría en la noche. En éste, afirma, se basó Stoker para su recreación del Conde Drácula.
El “barguest”, a su vez es derivación del rumano prikolitsch, un humano que atacaba a animales domésticos bajo la apariencia de un perro negro. Reminiscencias de éste pueden encontrarse en Drácula, en el capítulo siete, cuando el barco donde viaja el Conde toca arena inglesa: “un perrazo enorme saltó sobre el puente, como impulsado por el choque, y se precipitó a la orilla. Dirigiéndose a toda velocidad hacia lo alto del acantilado donde se hallaba el cementerio”.
En los siglos XVII y XVIII eran frecuentes las epidemias atribuidas a vampiros en la Europa del Este. Rousseau (1712-1778) afirmaba que había más pruebas de la existencia de los vampiros que de la de Cristo. “En torno a ellos hay testimonios orales, certificados de personas notables. La evidencia es muy completa. Sin embargo, ¿quién cree en los vampiros? ¿Serán condenados los que no crean en ellos?”.

En la ficción
A pesar de ser cuestionado, el mito del vampiro siguió viviendo en el imaginario popular y sobre todo en la literatura.
En 1845 apareció en una serie de entregas periódicas conocidas como “penique barato”, por su bajo costo, con el título de Varney, el vampiro, una historia de horror gótico atribuida a James Malcolm Reymer y a Thomas Preskett Prest. Las historias fueron recopiladas y publicadas en un solo libro en 1847.
Varney tiene semejanzas con Drácula: posee colmillos, poderes hipnóticos y fuerza sobrehumana, pero no tiene miedo al ajo, ni a las cruces.
En Drácula también pueden encontrarse reminiscencias de Carmilla (1871), que Stoker leyó durante su juventud. Es más, él quiso que parte de su novela fuera ambientada en Estiria, al igual que la segunda, en lugar de Transilvania, según información resguardada por el Rosenbach Museum de Philadelphia y citada por M. J. Trow.
En Carmilla y en Drácula, el vampiro depende de su tumba y también puede convertir a otros en vampiro si los muerde.
Es probable que Stoker también conociera el cuento Vampirismo, del escritor alemán Hoffman (1821), el cual cita muchas de las características de los vampiros, consideradas por los autores mencionados; El vampiro (1819), cuento de John William Polidori, basado en la vida de un hombre disipado que muere y se convierte en vampiro. En su luna de miel sacia su sed hasta que deja sin sangre el cuerpo de su esposa. También el poema narrativo “El Giaour” (“The Giaour”, 1813), de Byron, en el que habla de un vampiro que succiona la sangre de sus familiares cercanos (hija, hermana, esposa…).

Literatura mediocre, personaje inigualable
En total, el autor tardó siete años en escribir y publicar esta novela. Comenzó a trabajar en el tema en 1890, después de unas vacaciones en el pueblo de Whitby (situada al noreste de Inglaterra). Algunos de los títulos que pensó para su novela fueron Count vampyr y The dead undead (El muerto no muerto). Finalmente fue titulada como Drácula. Editorial Constable, con un tiraje de tres mil ejemplares, la publicó en junio de 1897.
Drácula tuvo buena aceptación entre la gente: se vendió bien, pero las críticas fueron disparejas: Oscar Wilde dijo que era la historia más bella del siglo, Daily Mail la comparó con Frankenstein, de Mary Shelley y The Atheneum calificó el libro de “pobre” en el sentido literario.
Bram Stoker escribió numerosas novelas y relatos cortos, entre los que destacan El paso de la serpiente (1890), El misterio del mar (1902), La joya de las siete estrellas (1904) y La dama de la mortaja (1909), pero fue Drácula la novela que lo llevó a la inmortalidad en las letras. Su personaje hoy es un icono de la cultura popular y su historia considerada un clásico y ha sido traducida a casi todas las lenguas.

Drácula conquista la gran pantalla
El cine y el teatro retomaron Drácula, y fueron los encargados de interpretar y contribuir a la divulgación del personaje que ha alimentado los miedos y la imaginación de numerosas generaciones.
Fue el año de su publicación (1897) cuando un grupo de actores de Londres hicieron una lectura de la misma. Al parecer auspiciada por el propio Stoker. Posteriormente John L. Balderston y Hamilton Deane la adaptaron para teatro. Por derechos de autor la Universal Picture pagó 40 mil dólares para filmar Drácula (1931), dirigida por Tod Browning y protagonizada por Bela Lugosi. La crítica señala que lo único rescatable del filme es el manejo de los escenarios. Existe una especie de “leyenda negra”, que dice que Lugosi efectivamente era un vampiro, que incluso recorría asilos para saciar sus deseos de sangre.
Antes, en 1921, el director alemán F. W. Murnau filmó Nosferatu, caracterizado por Max Schreck. Se trata de una adaptación libre de la novela de Stoker, a la cual se le hicieron modificaciones para no pagar derechos de autor. La lucha legal fue ganada por la viuda de Bram Stoker, quien consiguió una orden judicial para destruir los negativos, pero ya habían distribuido copias de la película en diversas partes del mundo.
Entre las películas que menciona Carmen Vidaurre en su estudio La razón de la bestia: Drácula, inspiradas en la novela de Stoker, se encuentran Son of Dracula, estrenada en 1943. El filme fue dirigido por Robert Seodmak e interpretada por Lon Chaney, y House of Drácula (1945), del director Erle C. Kenton.
Nosferatu. El fantasma de la noche (1979), del director Werner Herzog, es considerado uno de los filmes de terror más poéticos. El cineasta tomó como referencia la adaptación que hizo Murnau a la novela de Stoker, ambientada en Wismar, Alemania. Klaus Kinski hizo el papel de Nosferatu.
Wikipedia tiene contabilizadas más de cien películas inspiradas en la novela de Stoker. Entre los más recientes destaca Drácula, basada en la historia original de Bram Stoker y dirigida en 1992 por Francis Ford Coppola y protagonizada por Gary Oldman, acreedora de tres Oscares por mejor vestuario, maquillaje y efectos de sonido. Como dato curioso de esta cinta se encuentra la aparición del músico Tom Waits, quien interpreta al desquiciado sirviente del Conde, R. M. Renfield.

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