El viento solar nos descobija

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La atmósfera de nuestro planeta, con todos sus huracanes y tornados, altas nubes y bellos espectáculos, es tan tenue que, si hiciéramos un modelo de la Tierra con 1 metro 20 centímetros de diámetro, la mayor parte de su atmósfera estaría concentrada en menos de medio milímetro: nada. De ahí la enorme importancia que adquieren los hallazgos de las sondas espaciales Mars Express y Venus Express, que estudian las atmósferas de nuestros dos vecinos.
Esas naves, enviadas por la Agencia Europea del Espacio, están realizando observaciones simultáneas que permitirán a los científicos conocer la forma en que han evolucionado las atmósferas de esos planetas.
Comparadas con la terrestre, las atmósferas de los vecinos se encuentran en extremos opuestos: la de Marte es ligera, mientras que la de Venus, al nivel del suelo, aplastaría un submarino. En ninguna de ellas podríamos sobrevivir, pero la evolución de nuestra atmósfera puede ir hacia un extremo o el otro: un helado desierto marciano o un denso infierno venusino.
Este tipo de estudios pertenece a la nueva ciencia llamada “planetología comparada”.
Por lo pronto, los instrumentos de las sondas europeas, similares entre sí, muestran que tanto en Marte como en Venus la atmósfera está siendo arrancada hacia el espacio. Es la primera ocasión en que se detectan átomos completos, no sólo partículas atómicas, escapando de la pesada atmósfera de Venus.
La tasa de escape alcanzó unas 10 veces en Marte cuando una tormenta de viento solar lo golpeó en diciembre de 2006. Se le llama “viento solar” a una corriente de partículas eléctricamente cargadas, emitida de forma constante por el Sol, pero con grandes incrementos durante las épocas de mayor actividad solar. La Tierra tiene su mejor escudo contra estas partículas en el campo magnético que la rodea. El blindaje magnético terrestre, generado desde el interior fluido y metálico de nuestro planeta, desvía el viento solar a mucha altura, antes de que afecte la atmósfera. De cualquier forma, las tormentas solares alcanzan las regiones altas, y dañan las telecomunicaciones.
Con las comparaciones de las tasas a que se pierden las atmósferas de nuestros planetas vecinos, los científicos esperan entender cómo fueron en el pasado.
“Estos resultados nos dan la posibilidad de medir la evolución de los climas planetarios”, dice David Brain, uno de los investigadores.
Los datos de ambas sondas Express muestran que, a pesar de sus diferencias en tamaño y distancia al Sol, Marte y Venus presentan sorprendentes similitudes, como los haces de partículas cargadas que flotan por encima de sus atmósferas y que el viento solar saca hacia el espacio. A diferencia de la Tierra, ni Marte ni Venus tienen campos magnéticos con la potencia necesaria para desviar el viento solar y sus atmósferas reciben el impacto completo de esas partículas. También es cierto que, en ambos, esta interacción crea un débil campo magnético que envuelve al planeta y se estira hacia el espacio desde el hemisferio nocturno como una larga cola. A pesar de las grandes diferencias en el tipo de atmósfera, la estructura recién descubierta de estos débiles campos magnéticos es parecida.
“Así ocurre porque la densidad de la ionósfera a 250 kilómetros de altura es sorprendentemente similar”, dice Tielong Zhang, a cargo del magnetómetro de la Venus Express, en Austria. La Tierra también posee una alta región llamada ionósfera, creada porque el impacto de la luz solar arranca electrones de la atmósfera superior y a esos átomos, cargados eléctricamente al quedar desbalanceada su estructura, los llamamos “iones”. Nuestra ionósfera es de gran importancia para las comunicaciones por radio.
Por la mayor proximidad de Venus al Sol, recibe un viento solar más intenso, lo cual produce un campo magnético más fuerte que en Marte, y ese campo arrastra las partículas atmosféricas como un fluido durante su escape al vacío. En cambio, el débil campo de Marte hace que el escape de su atmósfera se produzca por partículas individuales. “Esta es una diferencia fundamental entre los dos planetas”, dice Stas Barabash, en el equipo sueco.
En Marte se han encontrado pequeños campos magnéticos que producen resultados contrarios: algunos protegen la atmósfera, otros actúan como embudos que conducen la atmósfera al espacio. En resumen: son muchos los mecanismos por los que la atmósfera de un planeta puede perderse en el vacío. Entre mejor los conozcamos, más podremos evitar que nos ocurra… si acaso es evitable. Podría no estar en nuestras manos, como los cambios periódicos de temperatura. O sea: no jalen, que descobijan.

Para más información: Stanislav Barabash:
Stas@irf.se
Tielong.Zhang@oeaw.ac.at,
David Brain:
Brain@ssl.berkeley.edu
Mi página web: www.luisgonzalezdealba.com

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