El uso del miedo para ganar campañas*

1158

Desde la antigí¼edad, el miedo se ha usado como instrumento de control, dominación y movilización política por parte de las elites y grupos gobernantes. Primero fue el miedo a la furia de los dioses y a la ira de la naturaleza, y las pestes por las destrucciones y cataclismos generados. Después, el miedo a las guerras producidas por la disputa de los imperios por territorios y riquezas, ante los efectos devastadores que las confrontaciones bélicas generaban. En tiempos modernos, bajo regímenes autoritarios y totalitarios, fue el miedo al comunismo, al militarismo y a los gobernantes tiranos, quienes se legitimaban en el poder por el uso de la fuerza y la instauración de una política del terror hacia sus opositores. Hoy día, bajo sistemas democráticos, es el miedo a la criminalidad y la violencia, a la debacle económica, a la pobreza, a los radicalismos, al terrorismo y, por supuesto, a las nuevas y “peligrosas” enfermedades (como la mal llamada gripe del marrano), entre otros.
De esta forma, el miedo se ha constituido como política de Estado y como instrumento de control y dominación, generando un pueblo atemorizado, dócil y moldeable. Ante un mundo con más violencia y criminalidad, lleno de peligros y nuevos desafíos globales, como la crisis mundial y la aparición de pandemias mortales, aumenta más el miedo social de los ciudadanos, quienes se debaten ante la impotencia, la incertidumbre y la sumisión. Como dice Paul Virilio (2005), el miedo es el argumento y la estrategia central de la política moderna.
La construcción y el ejercicio del poder político se sustentan, en parte, con base en la movilización de las emociones y sentimientos del ser humano. Ya no se apela a la razón, sino al sentimiento y la emoción de la gente. En este estratagema, el miedo, este verdugo de la creatividad y la libertad social, se ha instituido como un instrumento paradigmático de la política, usado por igual, bajo regímenes tanto autoritarios y totalitarios, como democráticos, ya que el miedo es un instrumento ejemplar de represión,, tanto a nivel grupal como individual (Robín, 2004).
El miedo como instrumento de la política ha sido estudiado por diferentes teóricos del poder. Por ejemplo, Hobbes consideraba que la sociedad está fundada sobre el miedo y que sin miedo no habría política. De hecho, Hobbes consideraba que la política es una respuesta al miedo. Por su parte, Maquiavelo, en el siglo XVI, pensaba que el miedo es un determinante substancial del comportamiento del ser humano. De ahí que haya aconsejado que “es más importante ser temido que ser amado”.
Marco Tulio Cicerón consideraba que todo mundo se mantiene en un estado de miedo constante y que el hombre moldea su comportamiento ya sea por la ignominia, la esperanza o por el miedo. Jean Paul Sartre señalaba que el hombre es, a la vez, miedo y angustia. Finalmente, el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, solía decir “que muchos tienen un precio y los otros miedo”, entronizando el soborno y el terror como política de persuasión nazi. Goebbels señalaba también que en afán de lograr la persuasión era necesario apelar en algunos casos al amor, otros al miedo, a la ira, la esperanza o a la culpa.
Desde la perspectiva psicológica, el miedo es considerado como una de las más antiguas emociones humanas y un factor motivacional, que genera diferentes reacciones psíquicas y conductuales que afectan al sujeto, inhibiéndolo o provocando distintas reacciones. De acuerdo a Manuel Quintanar Diez (1998), el miedo es la emoción choque de defensa ante un peligro eminente (real o putativo), normalmente externo, reconocido como tal por el individuo que lo experimenta.
De hecho, el miedo es un gran movilizador de emociones, generando ciertos efectos en la conducta de los individuos, por eso ha sido utilizado exitosamente durante muchos años durante las campañas electorales. Mira y López (1957) señala que el miedo es un testimonio emocional que genera efectos concretos en la conducta del hombre. Por su parte, íngel Rodríguez Kauth (2004) afirma que el miedo es el gran motor dinamizador de la evolución del hombre. El miedo genera lucha o fuga, en donde en algunos casos impera el combate y, en otras, prima el escape o la huida. Si el miedo genera efectos e incide en la conducta y comportamiento de la gente, entonces la clase política acude a este artilugio como estrategia para tratar de alcanzar sus objetivos de mantener o alcanzar el poder. De esta forma, el miedo se convierte en la estrategia central para tratar de convencer a las multitudes de que sus adversarios representan ciertos riesgos y pueden generarles distintos daños y perjuicios. Ya en el 2006, los mexicanos fuimos testigos de una despiadada e indolente campaña, orquestada por expertos en el arte de influir miedo.
Hoy día, no nos extrañe que los actuales gobernantes traten de usar la psicosis social y el miedo que ha generado la reciente pandemia humana para tratar de lucrar políticamente y así ganar las elecciones del 5 de julio del 2009. Por desgracia, podemos decir, sin temor a equívocos, que ganará el poder el individuo o grupo de individuos que mejor gestione, aproveche y articule o desarticule, según sea el caso, las estrategias del miedo.

* Resumen del libro La Guerra Sucia en las Campañas Electorales: El Ataque, la Difamación y el Miedo como Estrategia Política, Prometeo Editores, 2008.

Artículo anteriorEnrique Magaña
Artículo siguienteLa punta del iceberg influenza