El último Popol Wuj

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Con tantas actividades durante la pasada XXV Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la presentación del Popol Wuj, versión del k’iche’ de Cantel, Quetzaltenango, Guatemala, Luis Enrique Sam Colop (impresa en Guatemala por F&G Editores y distribuido por el FCE), prácticamente pasó inadvertida.
Un puñado de participantes reunidos en un pequeño salón de Expo Guadalajara, pronto se enteraron de una verdadera pena: la ausencia del autor, recién fallecido en julio pasado, apenas dos días antes de la presentación de su libro en Guatemala.
Su ausencia no mermó la importancia de su obra, sobre todo porque pareciera que Sam Colop nació sólo para entregar al mundo lo que es considerado para algunos, como el destacado escritor Francisco Pérez de Antón, “no una traducción más del Popol Wuj, sino acaso la definitiva. Y no lo ha hecho a partir de copias o textos de segunda mano, sino del libro original (del dominico Francisco Ximénez), que se encuentra en la Newberry Library de Chicago”.
“Estudié el Popol Wuj en no menos de siete versiones. Y en todas ellas había sensibles diferencias de traducción, tanto de bulto como en sutilezas que alteraban por completo el sentido, no ya de una frase o un párrafo, sino en algunos casos de contenido y la sustancia de la historia antigua de Guatemala.
“El doctor Sam Colop –con maestría y doctorado en lingí¼ística por la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo– conocía este problema y ha empleado cinco años de su vida en traducir con acuciosidad rayana en la obsesión esta joya de la literatura, la mitología y la historia prehispánicas”.
Esta versión la hace diferente a otras, simplemente porque Sam Colop es maya de nacimiento y tiene por lengua materna el quiché, además de haber invertido más de 25 años en el estudio de la poesía maya –razón por la que rescata el sustrato poético del libro–, otro añadido relevante en esta obra, pues Ximénez transcribió todo el libro en prosa, sin darse cuenta de lo poético del texto.
Por ser hablante y escritor k’iche’, sus hallazgos relativos a la versificación y clarificación no dejan de provocar asombro, ya que logra transmitir el tono, el ritmo, el movimiento y el sentido de la lengua original de la obra. Además, explica –en más de 400 notas al margen de la obra– giros lingí¼ísticos, metáforas y pasajes relacionados con la tradición oral presentes en el texto.
De las grandes aclaraciones que tiene el libro, destaca la de la primera página. Se trata de un error de traducción que se ha venido repitiendo en versiones previas y cuya trascendencia histórico-cultural es grave. Se refiere (señala Pérez de Antón) a la venida de tribus o clanes que repoblaron hacia el siglo X de nuestra era el altiplano de Guatemala, una migración masiva que describe el Memorial de Sololá, no menor a la del éxodo hebreo e integrada por k’ich’es, calchiqueles, ytz’utuhiles, tzotziles, rabinales, akahales, tucurúes y seis más.
“Lo más curioso de todo es que las versiones coinciden en su mayoría. Recinos, por ejemplo, traduce que los clanes vinieron: ‘del otro lado del mar’. La versión de Estrada Monroy afirma: ‘este libro sabemos que llegó de la otra parte del mar’. En la versión de Villacorta se lee: ‘visión clara venida de la otra parte del mar’. Y la traducción de Miguel íngel Asturias se refiere a ‘la llegada de ultramar’ por parte de los clanes toltecas.
“Otras versiones del libro dicen algo semejante, quizás influidas por Francisco Ximénez, quien estaba convencido de que los indígenas de Guatemala eran descendientes de una de las tribus israelitas que seguían a Moisés, la cual se perdió en el Sinaí durante el éxodo hebreo. Esta tribu habría cruzado el Atlántico antes de 1492. Y hoy es el día que tal error se mantiene debido al deseo de ‘cristianizar’ este originalísimo texto prehispánico”.
La respuesta textual de Sam Colop es clara y simple: “El texto k’iche’ habla de ‘el lado del mar’ y no ‘del otro lado del mar’”. Y en una nota al margen dedica dos páginas para explicar los giros lingí¼ísticos del error.

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