El solitario incurable

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Recién comenzaba la tarde, cuando empezaron a formarse pequeños islotes sobre la suavidad de la alfombra de los salones. Luego las manchas sobrepasaron las puertas y las vallas y como rayas de un cuaderno de pauta se fueron formando más y más filas; parecía que el arroyo crecido de gente no iba a terminarse nunca. Sólo lo interrumpió la aparición del infaltable Gabo al homenaje de su amigo.
Mas tarde, García Márquez habría de faltar al pacto de no alabarlo, de no enaltecerlo, pero en su sencillez y escueta manera de quererlo quebró todo lo que pactaron desde el 1949. En el siglo pasado que siempre parece vivir entre ellos.
“Es un pacto tan serio, tan entrañable y tan útil que creo que riñe contra nuestros principios y con nuestra amistad. Que yo dijera algo más que lo que vine a decir ¡Cuánto queremos a ílvaro Mutis!” dijo García Márquez.
Mutis y Gabo. Gabo y Mutis, dos polos ovacionados hasta doler la garganta, hasta aplaudir con manos hinchadas un momento crucial de la FIL y esperado por todos.
Pero además, Ignacio Padilla y Jorge Volpi no tenían pacto de por medio, ni acuerdo de no proferir halagos y con todas las manos y las voces de que fueron capaces, construyeron una efímera ficción alrededor de varios personajes que habrían tomado vida después de pasar por las páginas de Don ílvaro.
Taciturno, en medio del salón de homenajes de la FIL, Mutis escuchó el relato, lo paladeó y lo pensó como un final que seguramente guardó en una de sus gavetas cerebrales para sacarlo algún día, sacudirle el polvo y volverlo a vivir. Parecía como si estuviera en una penumbra, en un rincón como mucho suele gustarle para saborear la soledad. Parecía que no estaban las dos mil personas que esperaron horas para reconocerlo, para alabarlo y sin pacto que romper.
Este fue el momento mas serio en la historia de un homenaje pendiente, local, en México. En el país, donde según admite Mutis “Empezó todo. A escribir” Luego de los 16 meses en Lecumberri y que de acuerdo a Gabo “habrían de ser los mas felices de su vida” como consignó hace diez años en una pieza anecdotaria del bogotano escrita con motivo de su cumpleaños número 70, hace diez años, “cuando yo era apenas un niño de 66” consignó el Nobel.
El pedazo de prosa cuyo protagonista es Mutis, más que un repaso de su azarosa vida es un muestrario de “la seriedad tenebrosa y la soledad incurable de ílvaro” diseñado para difundir el pesimismo y humor peculiar. El anecdotario fue leído por el presidente Belisario Betancourt abrogándose dijo, el derecho a los aplausos, aunque fuera escrito por Gabo y por que se estrenó -presume- dentro de la casa de gobierno presidencial en aquellos años.
“ílvaro había sufrido ya los muchos riesgos de sus oficios raros. A los 18 años un marido celoso lo esperó armado en la esquina, porque creía haber detectado mensajes cifrados a su esposa en las presentaciones que ílvaro improvisaba en sus programas de radio. En otra ocasión en un acto solemne en el mismo Palacio Presidencial confundió y trastocó los nombres de dos personajes importantes y más tarde como relacionista público se confundió de película en una reunión de beneficiencia, y en vez de un documental de niños huérfanos, les proyectó a las buenas señoras de la sociedad una comedia pornográfica de monjas y soldados, enmascarado bajo un título inocente: El cultivo del naranjo releyó Betancourt en el texto de Gabo. Risa desternillantemente colectiva. Sonrisa de Mutis…
Al final miles salieron bajo un suspiro y responso al silencio y la soledad de Mutis.

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