El pinche español

1195

Como hispanohablantes, muchas veces olvidamos lo complicado que puede resultar el aprendizaje del español para muchos extranjeros. Por ser su lengua materna, el mexicano domina de forma automática cientos de conjugaciones verbales, decenas de estructuras sintácticas complejas, utiliza oraciones subordinadas y perífrasis verbales sin tener que detenerse a pensar en ello. Pero en el aprendizaje del español hay mucho por qué preocuparse, y si lo pensamos un momento veremos que nuestro idioma no es tan fácil como parece.
Aunque no se le considera una de las lenguas más difíciles del mundo (como el chino, el japonés, el ruso, el árabe y el griego), el español puede ser un campo minado para el intelecto de muchos extranjeros que buscan aprenderlo. Baste comenzar por el sonido que nace de la repetición de la consonante “r”. Dicho fonema, que se produce al dejar pasar aire entrecortado por la lengua cuando está pegada al paladar, deviene impronunciable para los hablantes de lenguas derivadas del chino, como los japoneses o los coreanos, quienes, al no tenerlo en sus lenguas, deben reeducar su aparato fonador para poder producirlo.
Otra consonante repetida problemática del español es la doble “l”, la cual, a pesar de también ser utilizada por los gallegos, los franco-parlantes, los portugueses e incluso los fineses, no se pronuncia de igual forma en ninguna de estas lenguas. Para los gallegos existe una terrible confusión entre la pronunciación de este dígrafo y la de la “y”, mientras que para los francófonos, los italianos, los albaneses, los galos y los angloparlantes, dicho fonema suena más como una “l” alargada que como una “y” o una letra “ñ”.
La misma “ñ” es, por sí sola, una de las más grandes peculiaridades del español, pues la distingue en el mundo entero como la única lengua que la posee con su característico sonido nasal agudo. Su uso ha resultado controversial y, aunque es compartida como tal por el bretón y el nauruano (idioma oficial de la isla de Nauru, que cuenta con poco más de 6 mil habitantes), no está reconocida como una de las consonantes del alfabeto latino internacional. No obstante, esta “n” con acento diacrítico tiene equivalencias en alrededor de 15 lenguas, y desde 2005 es válida como caracter para dominios en internet.
Por otro lado, el idioma español presenta serias dificultades en su sintaxis, puesto que una sola oración puede estar repleta de partículas desconocidas para los hablantes de otras lenguas, como los artículos y las preposiciones. Ya que algunos idiomas carecen de determinantes de género o de número, y otros omiten las preposiciones, o las utilizan como elementos declinantes del mismo sustantivo; el simple hecho de comprender una diferencia que para nosotros parece obvia puede resultar una tarea imposible para un ruso o un japonés.
Además, la sintaxis del español, como la de otras lenguas romances, exige una estructura SVO (sujeto-verbo-objeto), mientras que la de muchas lenguas se acostumbra invertida. Para ejemplificar esto no hace falta darle la vuelta a la naranja: es suficiente tomar el idioma inglés para comprobarlo. Así, una frase simple del español, como “El bar de mi tío”, presenta problemas para traducirla a esta lengua, donde la sintaxis nos impide decir The bar of my uncle. Su sintaxis exige una inversión del posesivo, ya que en inglés éste se une al sujeto y desplaza al objeto, por lo que tendríamos que decir My uncle’s bar, lo que se podría traducir literalmente al español como “Mi tío (de él) el bar”.
Pero quizá uno de los principales problemas de nuestra lengua para los extranjeros es el de comprender estructuras coloquiales mexicanas, ya que tenemos una tendencia natural a sustituir adjetivos, sustantivos y verbos por palabras cuya función oficial no es ni remotamente parecida a la que le otorgamos. Nuestra imaginación (aunada a nuestra vulgaridad) es el límite, por lo que para nosotros decir, “No me estés cagando en la pinche madre”, puede significar lo mismo que: “No me trates de forma grosera”, aun cuando las palabras “cagar”, “pinche” y “madre” no tengan significados semánticos parecidos a los que les atañemos. De igual forma, nos gusta dotar a los pronombres átonos (me, te, se, lo, la, le, etcétera) de un peligroso sentido doble que resulta críptico para casi todos los extranjeros. Por eso, para nosotros no es lo mismo decir: “Mete por favor el borrador en mi bolsillo”, que “Métemelo por favor”, aunque sintácticamente ambas estructuras sean sinónimas.
No sobra decir que el terreno de la coloquialidad mexicana es incluso pedregoso para otros hispanohablantes, pues a veces damos a ciertos verbos comunes, como el muy recurrido verbo “coger”, cualidades extra-lingí¼ísticas. Así, no resulta lo mismo para un español y para un mexicano escuchar la frase “Todos están cogidos”: mientras para el primero es una simple indicación de que todos los lugares de una sala de cine están ocupados, para el segundo es el resultado de una orgía desquiciada.
El tema de la complejidad del español es casi tan extenso como las formas en las cuales dicha complejidad se manifiesta, pero quede esta pequeña revisión superficial para que tomemos un poco de conciencia de la riqueza de nuestra lengua, y de su complejidad a los ojos del resto del mundo. Por su belleza y practicidad a escala internacional, el español es el segundo idioma más estudiado en el globo (después del inglés), y México, con un 92 por ciento de hispanohablantes, tiene una responsabilidad implícita para con él y para con todos los extranjeros que buscan aprenderlo en nuestra exótica tierra.

Artículo anteriorAlfredo Basulto
Artículo siguienteComunicación y divulgación para razonar