El patio de recreo como paredón

899

La violencia escolar no es un tema nuevo. Por más de 30 años ha sido objeto de investigaciones en distintas partes del mundo. Sin embargo, en México apenas hace poco empezó a debatirse en ámbitos académicos. Un tema que por lo general es abordado desde el punto de vista de la disciplina, aplicar correctivos como días de suspensión, sin resolver el problema de fondo.
Hay temor en hablar de la violencia dentro de las instituciones educativas, “hay un imaginario de que en las escuelas debe haber un ambiente armonioso y de respeto, pero también es un espacio de diferencias y de intolerancia”, afirmó la doctora Teresa Prieto, académica del Centro Universitario del Norte (CUNorte), quien es especialista en el tema de maltrato entre alumnos.

El bullying
Acoso, intimidación, burla e incluso golpes son parte de las acciones que los alumnos cometen entre sí, fenómeno que se conoce como bullying (violencia entre pares), explicó la coordinadora de Investigación y Posgrados del campus universitario ubicado en Colotlán, Jalisco, quien dedicó su maestría y doctorado a investigar las formas de violencia entre estudiantes en la Escuela Vocacional, y detectó diversas actitudes, desde las ofensas verbales y el maltrato por apodos despectivos, incluso de parte de los maestros.
“Se maltrata por tener menos dinero, por ser nerd, por no serlo, por ser gordo, flaco, si eres de un grupo de rock, si eres emo o darketo; no se acepta la diferencia y se agrede al otro por una característica que lo hace diferente”.
En un testimonio recogido por la académica, un alumno agredido decía sentirse solo, pues, para los “populares” de la escuela él no era atractivo y, por otro lado, no era conveniente como amigo para los débiles.
“Los acosados están en un no lugar: no caben en ningún espacio. Sentirse así es una derrota en tu vida a esa edad”, aseveró la docente.
Según los estudiosos, en el bullying hay tres categorías: el observador, el agresor y la víctima. Los observadores cumplen un rol fundamental en la comprensión y descripción del fenómeno, pues dan una tercera visión, incluso, se convierten en cómplices porque no denuncian los actos de sus pares, pero no lo hacen puesto que tienen temor de convertirse en víctimas también.

Chismes, apodos y golpes
Las consecuencias de las agresiones comienzan a reflejarse en las víctimas de distintas formas, entre ellas, la baja en el rendimiento y la deserción.
Ante hechos de violencia, los docentes se mantienen alejados del problema o, incluso, desconocen lo que ocurre. En muchos casos, los agredidos prefieren ser regañados en su casa por ser expulsados o abandonar la escuela, a que sus padres sepan que son el “patiño del salón”.
Por otra parte, la violencia no es un problema de un solo género. A pesar de que en los hombres es un hecho cotidiano, se ha vuelto recurrente también en las mujeres, quienes violentan a sus compañeras con acciones como el rumor, hablar mal de la otra, el chisme, el apodo. Los golpes están presentes en ambos sexos.

Agentes externos e internos
Teresa Prieto indicó que la Secretaría de Educación Pública (SEP) ya tiene un programa de prevención de violencia escolar, “se están dando cuenta que es un problema de relevancia y es un reto para la educación”.
No obstante, refirió, las escuelas no cuentan con docentes para prevenir estos fenómenos, el psicólogo de la escuela tiene conocimiento de enseñanza-aprendizaje, pero no tiene herramientas para resolver estos problemas.
“¿Hasta dónde las escuelas han ocultado la violencia para seguir manteniendo la imagen de la institución blanca e intachable?”, se pregunta la académica de CUNorte.
“Si no se han dado muertes físicas, sí se han dado muertes emocionales, donde salen los niños huyendo por el maltrato. Hay alumnos que se van y no se rastrea por qué, o por qué no quieren ir o tienen resistencia al estudio”.
La “carrilla” incluso es legitimada por los escolares, lo ven como juego, que no tiene mayores consecuencias, pero el que asume los golpes no lo siente así.

Estudios y prácticas en Colotlán
La especialista abordó la violencia entre compañeros desde su tesis de maestría en Investigación en Ciencias de la Educación, de la UdeG. Siguió de primero a sexto a un grupo de alumnos y con distintas acciones logró cambios significativos en su conducta, desde prácticas de conciencia corporal, de sus actos y toma de decisiones.
Los conocimientos adquiridos tras sus investigaciones en maestría y doctorado (en Educación, en la UdeG) ahora son aplicados a una primaria y una secundaria en Colotlán.
En la primaria se aplicó una pregunta a los niños: “¿Cómo observas la violencia en la escuela? Todos tenemos una historia que contar”, y se detectaron los niveles de violencia existentes. “Los maestros quedaron sorprendidos, no se habían dado cuenta. Dibujaban, ponían nombres y qué papel jugaba cada uno”.
En la secundaria se encontraron otros elementos, “los jóvenes crecen y tienen más formas de expresar sus sentimientos, emociones, y la violencia también”.
En este momento se trabaja en el diagnóstico y hay un grupo de promotores por la convivencia escolar, un alumno por grupo que mantienen charlas semanales con los investigadores.

Artículo anteriorDavid Izazaga
Artículo siguienteTransporte Selectivo