El mundo una isla

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Men who did not give their names warm up in a shelter in Nogales, Mexico, Wednesday, Dec. 20, 2006, after walking for days in the desert in frigid temperatures before being caught by the Border Patrol. Arrests of illegal migrants along the U.S.-Mexico border have dropped by more than a third since U.S. National Guard troops started helping with border security, hinting at a drop in attempted crossings, the U.S. Border Patrol said Tuesday. (AP Photo/Gregory Bull)

En todo el mundo, 90 millones de personas trabajan y viven fuera de su país de origen. Un estudio de Amnistía Internacional, realizado en 2006, señala que una de cada 35 personas vive fuera del país en el que nació; es decir, 3 por ciento de la población mundial.
Estadísticas dadas a conocer de manera reciente por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados afirman que hay casi 11 millones y medio de refugiados fuera de sus países.
Aún más: la Organización Internacional para las Migraciones calculaba en 2005 que 75 por ciento de todos los migrantes internacionales estaban en 12 por ciento del total de países en todo el orbe, es decir, los más desarrollados. En ese año, Europa era la región líder en número de migrantes con 64 millones, seguida de Asia con 53 millones, y América del Norte con 44.5 millones.
Las cifras reflejan la desigualdad y los conflictos sociales en que están sumidas las naciones del tercer mundo y la necesidad de su población por buscar mejores condiciones de vida, lo que ha sido el motor para que los países del norte ­–mismos que se han beneficiado del sistema neoliberal–, endurezcan sus políticas migratorias.
Estados Unidos (EE.UU.) y los 27 países que conforman la Unión Europea (UE) realizan esfuerzos por limitar la entrada a sus territorios a migrantes indocumentados. Muros, detenciones, persecución, golpizas y violación a los derechos humanos, forman el abanico de opciones que dichos gobiernos han adoptado para contener a los sin papeles.
“Los migrantes en cualquier parte del mundo buscan mejores formas de vida e ingresos. Ser asalariado no sólo implica tener un ingreso sino obtener un estatus social. En un principio, el migrante sólo buscaba remuneración por su trabajo, por lo cual podía competir en cualquier parte”, explica la investigadora de la Universidad de Guadalajara, María Raquel Carvajal.
El rostro del migrante mutó de manera radical. Décadas atrás los más pobres de áreas rurales abandonaban su lugar de origen. Ahora los profesionistas y la clase media de las ciudades dejan su país no únicamente en busca de beneficios económicos, sino para ser considerados personas sujetas de derecho. “Son individuos que reclaman a la sociedad donde trabajan y a cuya economía contribuyen, ser tratados como tales. El asunto es que si esas sociedades los reconocen, tienen que garantizarles sus derechos. Los gobiernos se dan cuenta de ello y les está causando muchos problemas”.
Pero abandonar el terruño para ir al norte ya no significa más ingresos económicos. Carvajal ha trabajado con mexicanos que van y vienen a EE. UU. Cuentan que el sueño americano ya no es fácil de alcanzar. “Ellos expresan que estar allá o aquí es lo mismo, ya no les pagan igual que antes. La diferencia es que allá están solos, en una sociedad donde no encajan, sin poder salir a la calle, lejos de la familia y sin ningún tipo de beneficio porque invierten todo lo que ganan en renta, alimentos y en mandar un poco a la familia. Ésa es la situación de los nuevos migrantes, los más jóvenes”.

Europa se cierra
La Unión Europea no se escapa de esta realidad de dureza hacia los sin papeles. Ir a España, por ejemplo, no representa una buena opción, pues ese país carece de oferta laboral.
“Los países europeos tenían sus colonias, en el norte de ífrica, Asia y América donde inculcaron costumbres, patrones de vida que se quedan en el imaginario social. De ‘medio vivir’ en algún lugar de ífrica a irse a Europa, la segunda es la mejor opción y España es la puerta de entrada, es la frontera más fácil de cruzar. Pero no les dará un mejor nivel de vida, no tienen espacio. ¿Dónde van a vivir o a trabajar? Por el contrario, van a requerir servicios de salud y educativos que van a costar a los españoles.”
A pesar de las protestas de organismos no gubernamentales y de mandatarios latinoamericanos, a mediados de junio el Parlamento Europeo aprobó la Directiva Retorno, que prevé desde 18 meses de cárcel sin proceso jurídico a los más de 80 millones de inmigrantes ilegales en la UE, hasta su deportación; incluidos los menores de edad. Además, amplía a cinco años la prohibición para volver a ese continente.
El decreto fue criticado por Amnistía Internacional, que lo consideró como “un ejemplo extremadamente malo para las demás regiones del mundo”, pues “no garantiza el retorno, en condiciones de seguridad y dignidad, de las personas migrantes irregulares”.
EE. UU., nación con una de las mayores tasas de recepción de extranjeros ilegales, ha implantado también nuevas y radicales estrategias para detener la migración con un muro en la frontera con México, el uso de tecnologías para la identificación de indocumentados y restricciones para obtener empleo. México, como país de tránsito hacia suelo estadounidense, ha sido obligado a adoptar medidas para fichar a indocumentados.
Dichos instrumentos, asegura Carvajal, investigadora del Departamento de Estudios Sobre Movimientos Sociales, no toman en cuenta el contexto de este problema mundial. “Los gobiernos implantan políticas sin considerar que es un fenómeno integral. En China, por ejemplo, la gente se dedicaba a la agricultura y, como sucede aquí, están devastando los campos con industrias y ciudades, propiciando que los campesinos se replieguen a las ciudades o emigren a otros países. ¿Quién trabajará el campo? Si lo abandonan habrá una crisis de alimentos tremenda”.
El endurecimiento de las políticas migratorias en los países desarrollados obligará a los migrantes a aguantar la exclusión y la persecución, esperar un poco de suerte para que no los repatrien, pues juntar dinero y regresar implica un esfuerzo extra, anticipa la académica universitaria.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, António Guterres, advirtió en Kenya que “el desplazamiento forzado a nivel mundial está de nuevo en aumento […] Por segundo año consecutivo, las cifras de refugiados y dedesplazadas a causa de los conflictos creció a 37.4 millones en 2007 […] y existen señales preocupantes de que es muy probable que en un futuro veamos a más personas obligadas a huir. El aumento extremo de los precios ha generado inestabilidad y conflictos en muchos lugares, convirtiéndose en un factor que podría fácilmente desencadenar mayores desplazamientos.”
Diversos organismos estiman que el aumento en los precios de los alimentos afectarán en mayor media a las naciones de América Latina, Asia y ífrica, cuya población representa ahora 30 por ciento del total de inmigrantes establecidos en territorio europeo, cifra que aumentaría en los próximos años.
“Las personas van a buscar siempre dónde vivir mejor; si no se los da su población, se van a otro país. Es lógico que se incremente el flujo migratorio. Si no hay alimentos ni trabajo, la gente va a buscarlos donde haya. Lo más grave es que quizás tampoco lo encuentren en el norte”.

El cielo para los ricos

JOSEFINA REAL

El disparo de los precios internacionales del petróleo, y en consecuencia de la turbosina, tiene a las aerolíneas volando bajo.
Los planes de negocios que se hicieron hace un año, con el petróleo a 70 dólares por barril, se desplomaron con una cotización de 130 dólares. En lo que va de 2008, el precio de la turbosina se ha elevado de 7 a 12 dólares por galón, es decir, 71 por ciento. Si hasta el año pasado el nivel representaba 15 por ciento de los costos totales de las líneas aéreas, hoy ronda en un 40 por ciento.
El problema internacional augura que sólo las personas realmente pudientes en lo económico sean las que se puedan dar el lujo de realizar sus traslados en líneas áreas, pero además, con pocas opciones de elegir entre una línea y otra, pues la tendencia es que las que no resuelvan su problema, serán vendidas, fusionadas o se declaren en quiebra.
“El panorama no es nada halagador”, dijo al respecto el profesor investigador del Departamento de Economía del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas, Jorge Mejía Rodríguez, quien auguró que de las 18 aerolíneas mexicanas, podrían sobrevivir “la mitad o menos”.
A manera de referencia, indicó que hasta antes del 2004 la turbosina tenía un precio menor al diesel, el incremento del precio del combustible para la industria aeronáutica “ha sido muy dramático en el último año, de mayo de 2007 a mayo de 2008 el aumento ha sido de un 66 por ciento; en Estados Unidos el incremento es mayor, ha sido de 81 por ciento”.
Según el manejo de cada una de las aerolíneas mexicanas en su estructura de costos, la turbosina significa un gasto de operación que va de 40 hasta 60 por ciento.
Ante la reducción de la rentabilidad de la industria aeronáutica “se ve forzada en parar la flota aérea; en Estados Unidos están parados en estos momentos 300 aviones; cancelan rutas menos productivas; ponen estrategias de ahorro donde se puede. A escala nacional estábamos en una etapa de ensueño con boletaje a bajo costo en líneas pequeñas, ahora estas aerolíneas están sometidas a una reestructuración de sus costos y de ahorro en todos los sentidos.
”Yo no sería optimista, en términos de que el problema será temporal; lamentablemente el panorama no es nada halagador”, al menos, “mientras continúe la inestabilidad en los precios internacionales del petróleo”.

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