Muchos escritores, intelectuales o el más apropiado término de (aunque un poco chocante) “pensadores”, han elaborado –casi siempre en la última etapa de su vida– un tratado acerca de la cultura. Y hay que decirlo sin tapujos, este tipo de ensayos casi siempre están escritos desde una visión catastrofista de una época determinada.
Lo hicieron Sigmund Freud con su Malestar en la cultura, T. S. Eliot con sus Notas para la definición de la cultura, George Steiner con En el castillo de Barba Azul, y en la misma línea debería leerse La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, tal vez el precursor de todas estas aproximaciones.
El premio Nobel de literatura, el hispano-peruano Mario Vargas Llosa no se queda atrás, y publica una serie de colaboraciones aparecidas en su sección “Piedra de toque”, en El País, así como algunos ensayos sobre lo que para él es la decadencia de la cultura. El título no podía ser otro que La civilización del espectáculo.
Este libro ha provocado un interesante debate en España y en México. “¿De qué se lamenta Vargas Llosa?” –pregunta Jorge Volpi en una crítica que hace del libro en El País– De todo. Del estado actual de la cultura y la política, de la religión e incluso del sexo. Según él, todas estas vertientes de lo humano han sido pervertidas por la gangrena de la frivolidad.”
Con todo, y a pesar de cierto tufillo aristocrático, el ensayo de Vargas Llosa es un trabajo que no se puede dejar de leer, y a la pasada, se destacan frases que nos ayudan a entender en parte ésta que sin duda es una crisis de valores estéticos. “En el campo de la cultura, llegaron a producir una curiosa inversión de valores: la teoría, es decir la interpretación, llegó a sustituir a la obra de arte”. Un tiempo de fantasmagorías como lo dijo ya hace casi un siglo Walter Benjamin, que hay que saber matizar, pues aunque hay mucha basura en el arte y en la cultura contemporánea, también hay obras y creadores que se esfuerzan por criticar nuestro tiempo y sublimar lo humano, a pesar del eterno malestar.
