El lenguaje que oculta

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En el hermetismo de un mundo donde vigilancia y castigo determinan la orientación del pensamiento, del cuerpo y de las palabras —como narra George Orwell en su visionaria obra 1984—, ahí donde “la libertad es la esclavitud”, mirar por una ventana o hacer cualquier gesto fuera de los estrechos márgenes permitidos por el Partido, representa un crimen.
Una alteración en el ritmo cardíaco, un pestañeo son signos delatores. Traiciona un movimiento del rostro, y ese caracrimen debe ser pagado. Tampoco es posible ocultar por mucho tiempo los deseos y pensamientos: crimentales (crímenes mentales). El enemigo del Ingsoc, del Partido, en dicha ficción, es destinado o a convertirse en una nopersona: se esfuma, como si no hubiera existido nunca (gracias al principio de la mutabilidad del pasado); o es condenado a la horca, a la lengua azul brillante, a convertirse en el espectáculo favorito de los niños.
“Control control control control…”, aulló Ginsberg sobre esta sociedad, tan análoga en algunos aspectos a la que creó Orwell.
Se impone la mentira, en 1984. Se queman rastros de cualquier pasaje que no sea lo que dicta el Gran Hermano. Permanece “una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria”. El control de la realidad se ejerce, primeramente a través del doblepensar, laberinto que consiste en “inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión”. Entonces, se hace corriente habitar el desconocimiento, el no saber y el olvido.
La novela presenta asimismo otra forma de control, que en Orwell se encuentra vinculada al pensamiento: el lenguaje. Con la neolengua, idioma oficial de Oceanía —donde ocurre la trama—, no se pretende, a decir del personaje Syme, crear nuevas palabras sino destruirlas, mutilar el idioma hasta dejarlo escuálido. El fin que se persigue con la neolengua es “limitar el alcance del pensamiento […] ¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre? […] habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño”.
Desde ese enfoque: al restringir el lenguaje queda limitado el espacio del pensamiento; al constreñir la lengua se reduciría, en esa medida, el desarrollo mental.
El panorama de nuestra sociedad no es tan distante: adelgazamiento del lenguaje, la palabra en los huesos… pero, ¿es posible considerar, como escribe Orwell en 1984, que hay una correspondencia entre el desarrollo lingí¼ístico y el desarrollo mental? ¿El hecho de que en ciertos grupos el universo lingí¼ístico sufra una desnutrición evidente nos autoriza a pensar que ocurre algo paralelo en el ámbito conceptual?
Las relaciones entre pensamiento y lenguaje han suscitado interés en las distintas épocas y cada una ha aportado nuevos puntos de vista y métodos para investigarlas. Sobresalen durante el siglo XX aproximaciones como la psicolingí¼ística y la psicogenética; mas estamos lejos de obtener avances definitivos, apunta el doctor José Luis Iturrioz. Las hipótesis y especulaciones abundan en un terreno donde hay poco conocimiento probado científicamente: desde aquellas que siguen la línea aristotélica —de la que participa 1984— que consideran que el lenguaje es un reflejo del pensamiento (tesis demasiado sencilla a juicio de Iturrioz); hasta las que sostienen que el lenguaje determina el pensamiento; o las que consideran que lenguaje y pensamiento son dos módulos independientes. Si la ciencia puede decirnos tan poco, sostiene el investigador, hay que ser cautos y no emitir juicios valorativos. Es un tema complicado en el que se precisan muchas matizaciones.
Ciertas situaciones pueden hacernos replantearnos la distancia de la sociedad actual respecto a la pesadilla orwelliana (en el eje que nos situamos; fuera de juicios sobre la ganancia o pérdida derivada del empobrecimiento del lenguaje, fuera de valoraciones sobre los medios de comunicación o la “maquinaria” empleada en esta sociedad como mecanismo de control).
Algunos prejuicios según los cuales la pérdida del vocabulario implicaría una pérdida de conceptos, derivan de que solemos calificar el lenguaje desde una óptica literaria. Ello sin atender a que el terreno estético representa sólo una de las funciones del lenguaje; la comunicación y la función biológica (construcción de mundos), juegan papeles determinantes.
En la sociedad mexicana nos encontramos con que, por ejemplo, los jóvenes son capaces de comunicarse con muy pocas palabras… Cada palabra posee muchos sentidos, transmite múltiples conceptos, y por tanto se debe llevar a cabo todo un esfuerzo de interpretación para entender y reconstruir aquello de que se está hablando (recuérdese El laberinto de la soledad, donde Paz dejó constancia de los múltiples usos de la palabra “chingar”… extendamos tal amplitud de significados a diversos términos como “madre”, “cosa”, etcétera).
La pérdida del vocabulario puede ser un síntoma de la pobreza de conceptos, pero no es fácil establecer una relación de causalidad; lo más probable es que se trata de una coadaptación. Y la cantidad de vocabulario no es el único indicador, tal vez ni siquiera el más importante, de la actividad mental. La perspectiva entonces se invierte: fuera de 1984 —desde la visión comunicativa— es incluso de ponderarse el poder decir lo que se necesita expresar con pocas palabras… La escritura de Orwell, allende su postura, puede conducirnos a re-pensar y examinar ciertos juicios, a no dejarnos seducir por ideas preconcebidas.

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