El lado B de Don Quijote

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Norman Valencia, especialista en estudios comparados de Literatura y cultura entre el Brasil y la Latinoamérica hispanoparlante, se sumerge en esos espacios de El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha que han quedado en la sombra a lo largo de cuatro siglos.

Una de las grandes lagunas en el estudio académico de la mayor obra de Miguel de Cervantes Saavedra es, según el investigador colombiano, la que se ha creado en torno al prólogo a la segunda parte de este libro clásico de la literatura moderna.

“Con los textos canónicos sucede que la crítica se centra en algunos temas y se repiten constantemente esas mismas lecturas”, declaró Valencia en una entrevista posterior a la conferencia magistral que ofreció en “El coloquio de los perros”, un acto celebratorio por los cuatro cientos años de El Quijote en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.

Valencia argumenta que la crítica ha reducido el prólogo a la segunda parte de la obra por considerarla sólo como una reacción pasional del autor frente a Alonso Fernández de Avellaneda y El Quijote de este. El colombiano encuentra, no obstante, que es en este prólogo —que data de 1615— donde Cervantes se reconoce como creador de una obra compleja, humana y llena de matices en comparación con el tono simple y esquemático del Quijote de su detractor.

Los cuentos sobre locos y perros que Cervantes insertó en este prólogo, enfatiza Valencia, son llanos, justamente, para hacer notar que Avellaneda se apropió sólo de la parte más superficial de la obra sin atisbar nunca en la profundidad de un texto en el que la locura se presenta de múltiples maneras.

“La relación que hago entre los dos prólogos es una dualidad entre libertad y ley, el primer prólogo presenta al mundo una novela que está escrita de una manera en la que jamás nadie antes había escrito. Cervantes le pide al lector que sea libre”, indica el investigador.

“El segundo prólogo —continúa— se encuentra con el hecho histórico de que existe un lector que se apropia del texto (Avellaneda) y, en su libertad, hace una lectura un poco esquemática y simplista de un texto muy complejo”.

A lo largo de estos cuatrocientos años, insiste Valencia, otros no han querido ver la materia que subyace en ese texto. Reconoce, al mismo tiempo, las aportaciones que han hecho cervantistas como la profesora Amalia Iriarte (Colombia), quien abunda en la teatralidad de los personajes quijotescos, y Roberto González Echeverría (Universidad de Yale), quien ha observado cómo la literatura del Siglo de Oro se contagió de la obsesión que las autoridades españolas de esa época tenían con la creación de leyes y su cumplimiento.

Una ley, una indicación sobre cómo acercarse a El Quijote, fue lo que Cervantes propuso en la invitación a la segunda parte de su obra. Valencia lo remarcó al cierre de su conferencia en el CUCSH: en el segundo prólogo, Cervantes propone una teoría sobre la recepción del primer texto moderno en castellano, aunque la incrusta en medio de historias aparentemente sencillas.

¿Cómo tendría que ser el prólogo para los lectores del siglo XXI? Podría recordarnos, según Valencia, que cuando El Quijote se publicó “no era un texto sagrado”. La invitación para los nuevos lectores retornaría al origen: “Lean en libertad”, como se hacía hace cuatrocientos años, en las tabernas y las ventas, riendo a placer con las aventuras del hidalgo.

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