El Fausto de Pandur

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“Demasiado viejo para andar solo con juegos, demasiado joven para no tener deseos, ¿qué podría concederme el mundo?”, se pregunta el Fausto de Tomaž Pandur, el reconocido creador escénico esloveno que sorpresivamente falleció el año pasado con apenas cincuenta y tres años de edad. La buena noticia para nuestra ciudad es que con la próxima apertura del Conjunto de Artes Escénicas (CAE) de la Universidad de Guadalajara, llegarán, el 2 y 4 de noviembre, dos piezas de la obra de Pandur: Fausto e Inmaculata; montajes dirigidos por su hermana Livija Pandur y que se produjeron en Madrid como homenaje al reconocido artista.

La llegada de obras de esta calidad es un hecho de gran relevancia, sobre todo por la actual dinámica teatral. Guadalajara ocupa el segundo lugar en producción escénica en México, por ello se vuelve necesario nutrir el panorama artístico tanto de creadores como del público con referentes de alta calidad. Pandur representa en el mundo occidental la recuperación de una línea creativa puente entre las dos Europas.

La temprana voz
Nacido en Maribor, Eslovenia, Tomaž Pandur encontró tempranamente su voz en los grandes autores, a los que supo traer a la actualidad a través de intervenciones que podrían calificarse como aparatosas y cuya espectacularidad y carga simbólica terminaban por convertirlas en sobrecogedoras. Fue además un artista integral que diversificó su quehacer dirigiendo también ópera, ballet y cine.

Pandur llamó a su trabajo Teatro del 3er milenio, al que describía como un teatro que abre los canales de percepción a nuevos patrones mentales y emocionales. Una de las características de su trabajo fue la constante remodelación de su poética. Para este creador la persona es un ser continuo en su devenir que se mantiene siempre vulnerable ante los mismos patrones de deseo, culpa e insatisfacción. Quizá por ello, Fausto resulte una de las creaciones mejor signadas por su sello. A partir de la forma en la que se plantean los ambientes interiores del protagonista es posible que entremos a ese abismo de sensualidad que atrapa a Fausto, nos lancemos a la embriaguez del tiempo para ver, como si se tratase de una tercera persona, nuestro propio dolor y deleite, nuestro éxito y lo más vergonzoso de nuestros constantes fracasos.  En muchos sentidos ver los trabajos de Pandur es tener la posibilidad de hablar de nosotros a través de los grandes autores clásicos, de los grandes poetas y filósofos. Es decir, puede resultar un viaje interior tan intimista como compartido por la revelación que ocurre en la sala de teatro.

Pandur afirmó alguna vez que él había vendido su alma al teatro y que fue equivalente a venderla al diablo. De acuerdo con él, ese acto de compra-venta con el mal era algo que todos hacíamos constantemente. A diferencia de Fausto, quien al dialogar de forma directa con el mal  parte en dos su existencia, nosotros negociamos a diario con nuestra maldad sin que eso resulte significativo. Nuestras acciones trazan la línea que todo el tiempo está atravesando la frontera del bien y el mal, sin detenernos a debatir conscientemente.

Inmaculata también nace de una obra literaria, se trata de la adaptación de la novela El testamento de María del autor irlandés Colm Tóibím. Proyecto que presentó mayores dificultades porque a diferencia de la adaptación del clásico de Goethe, Inmaculata quedó inconclusa con la muerte de Tomaž Pandur, así que correspondió a Livija Pandur concluir el trabajo tanto de la dramaturgia como del montaje.

Fausto se presentará el próximo 2 de noviembre en la Sala 1 del CAE, mientras que Inmaculata lo hará el día 4.

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