El espacio que se dobla

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El sur de California jamás dejará de ser frontera. Nació y persiste como tal. Es un territorio donde la arquitectura se ha probado como transitoria y expuesta a los caprichos de una naturaleza tan dadivosa como caprichosa, lo mismo puede incendiar sus prados que ser el lugar ideal para los viñedos. Agreste e inesperadamente prolijo, el arquitecto Thom Mayne es la representación del presente de una arquitectura, la californiana, que está modificando su significado.
Acostumbrados como estamos al llamado “Estilo California”, esa representación de casas de adobe, maderas en las ventanas y jardines con encinos, resultará difícil para nosotros observar en el trabajo de Mayne algo que resulte familiar para nosotros, observadores del estilo usufructuado y lleno de fantasía que representa a California en nuestro entorno. Mayne tiene, como todos los arquitectos extraordinarios, algo anómalo con respecto a sus motivaciones. No le impulsa el ganar los concursos más cotizados, le interese abolir la primacía del “programa”, ese fantasma que suele aparecerle a los arquitectos al momento de acometer cualquier encargo. Esa especie de parálisis de la creatividad a favor de la espectacularidad de la participación del usuario. Es en esa medida que los edificios de Thom Mayne exigen la participación del ser humano desde su contemplación, como lo hace en la Residencia Lawrence, o en su más reciente proyecto para la Autoridad de Tráfico de California.
Thom Mayne, hay que decirlo, será el próximo homenajeado en ArpaFil, el encuentro sobre arquitectura que se realiza durante la Feria Internacional del Libro. Y lo será debido a que “es considerado un icono de la arquitectura contemporánea” como aseguró el coordinador del encuentro, Alejandro Canales. Sin embargo, la importancia de Mayne como rostro actual y más visible de la arquitectura que se perpetra en California se empezó a gestar desde la década de los setentas, cuando fue expulsado de la Universidad Politécnica de California y deicidio fundar la escuela alternativa de arquitectura SCI-Arc. Siendo un nativo de la costa este (Connecticut), la interpretación de las necesidades y formas de la costa oeste nunca parece ni forzada o impostada en el trabajo de un realizador que asume el material de sus obras como un componente más de su estética, nunca rendida pero sí en asombrosa sintonía con la funcionalidad de las mismas.
El arquitecto tiene algo del compositor Brian Wilson, sí, el de los Beach Boys. Pero se asemejan ahí donde Wilson y Mayne se envolvieron en sí mismos para entender a California. Ahí donde el camino más corto a la playa pasa por la mente antes que por la epidermis. Mayne es el Brian Wilson de “Smile”, esa obra monumental del pop rock que tardó más de veinte años en completarse. Una obra musical que como la arquitectónica de Mayne contiene más pliegues que aquellos que la vista puede discernir en primera instancia. El constante cambio en la naturaleza californiana, dada su naturaleza teutónica y volcánica, convierte en todo aquello bajo su sol, en un ente híbrido entre el pasado más remoto y el más latente futuro. Todo expuesto, todo plegado sobre sí mismo a la espera del movimiento que libere su transformación. No en vano el despacho de Mayne lleva el nombre de Morphosis.
Este arquitecto opone al bello estatismo de Gehry el perpetuo despliegue de las posibilidades de sus obras. Ahí donde Frank perpetúa una flor suspendida en el tiempo para albergar una sala de conciertos, Thom propone un espacio abierto a los significados y los usos como su torre en Seúl. Mayne agrega además a su noción de arquitectura lo efímero de la tecnología como un condicionante de la adaptabilidad de sus construcciones. Todo está tamizado por el ojo visionario de la tecnología. Desde la planeación de sus edificios, su concepción matemática y física, pasando por la estética. Es la de Mayne también una estética de las posibilidades binarias. Tal como Brian Wilson, el musico, lo hizo; Thom Mayne permanece aun en sus tiempos de reflexión y repliegue, como la encarnación del espíritu californiano, el real, aquel que no se queda atrapado entre paredes de adobe, aquel que invita a navegar sobre las cambiantes olas dejándose también cambiar por ellas. Así las cosas, la presencia de Mayne en ArpaFil será de las experiencias intelectuales más provocativas que presente la feria del libro más importante en español.

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