El enemigo de las corbatas

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Los tres canutos de marihuana que Hernán Casciari arma y fuma compulsivamente mientras toma mate amargo, parecen dar la bienvenida a su medianoche de trabajo catalana, que comienza con una entrevista en una tarde tapatía.
El autor de Más respeto, que soy tu madre y España, perdiste, se declara noctámbulo y, con un acento argentino que lo delata aún después de once años de vivir en Barcelona, cuenta sobre Orsai: “Empezó siendo una especie de catarsis de comunicación, con la gente de Argentina y con el tiempo fue mutando. Hace nueve años que escribo cuentos o reflexiones sin preguntarme mucho ni porqué ni para qué. Con el tiempo y la costumbre empezaron a haber muchos lectores y después empezaron a llamarme de editoriales, para que haga libros. Ahora mutó en una revista, desde enero de 2011 y luego en una editorial”.
Desde Sant Celoni, un pueblo a 40 kilómetros de Barcelona, el escritor despeinado y en pijama, dirige todo lo que ocurre en Buenos Aires, en donde tiene un grupo de secuaces poniendo marcha una publicación bimestral que, lejos de dejar algo de dinero, presume de poder hacer un periodismo narrativo con escritores como Juan Villoro, Agustín Fernández Mallo, Santiago Roncagiolo, Daniel Samper Pizano, Gabriela Wiener y Leila Guerrero, entre otros.
Con respecto a la crisis española, Casciari cuenta que ahora la revista se está imprimiendo en Argentina, desde el año pasado. Y aclara: “Ahora tenemos las mismas trabas, porque impidieron la importación del papel. En realidad el mundo está complicado para este tipo de proyectos. No es un problema de España nada más. Parece que los gobiernos, como son gente de corbata y muy aburrida, es lo mismo que el agente literario o el dueño de la editorial: son banqueros”.
Bajo el título de “Renuncia”, en un post del blog www.orsai.es, donde también se pueden descargar los PDF de los primeros cuatro números, Casciari le cerró la puerta en la cara a sus columnas en El País, de España; La Nación, de Argentina; la editorial Random House Mondadori y la editorial Sudamericana y decidió crear la editorial que lleva el mismo nombre de la revista y cuyo lema es “Nada en el medio”.
“A mí me parece que hay un gran problema en el mundo y es que los banqueros estén dirigiendo cosas que son humanísticas. La gente de corbata aburrida es mi enemigo. Ya no necesitamos a agentes literarios, a tipos que se pongan entre el autor y el lector, que fue una necesidad del siglo XX, porque no había manera de que nos pudiéramos comunicar entre nosotros. Los autores no conocían la cara ni el correo electrónico de sus lectores. ‘Nada en el medio’ significa que toda la gente de corbata que se lleva el 15 por ciento de las cosas sin hacer nada, deje de existir”.
Con un plan que incluye a cinco mil lectores, la elección por parte de éstos, de los libros que querrán que se impriman y la distribución directa que se reparta junto con la revista, “ese montón de gastos que ocasiona un libro, se lo damos al autor”. El autor recibirá el 50 por ciento del valor de la venta y se imprimirán sólo libros que ya estén vendidos.
Cuando habla de la publicación en papel de textos largos, dice: “Es una pérdida de dinero, pero no estamos jugando a ganar: entonces no nos preocupa mucho eso. La apuesta a textos largos tiene que ver con que yo estaba podrido de la fragmentación. En los últimos diez años creo que la industria tradicional de la cultura y del periodismo quiso imitar a internet, cuando debería haberse puesto firme en los textos de fondo. Entonces la apuesta tiene que ver con algo que tengo ganas de leer. Yo me pongo principalmente en los zapatos del lector y si me hace falta algo, intento generarlo”.
El bar Orsai, ubicado en Buenos Aires, es el primero de muchos que quieren abrir. “No hacemos la inversión nosotros, sino que la hacen los lectores”. En este momento se están buscando locales en Barcelona, pero los precios de las cosas son inusuales. Costa Rica es la siguiente opción y ya se están haciendo pruebas para poder hacer televisión en el bar de Buenos Aires que utilizarían como set”.
Casciari vive y escribe con una nostalgia con la que genera empatía: el deseo de la vuelta a los textos largos y más de 200 páginas impresas sin una gota de publicidad. Pura literatura, pura crónica, pura calidad sin nadie en el medio.

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