El ego transformado en canción

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El hip hop es el lenguaje de la calle. Su construcción musical está basada en un manifiesto sin ornamentos, en composiciones que hacen énfasis en los sucesos cotidianos, aunque desde un punto de vista en el que el contexto queda en segundo plano. El hip hop tiene como propósito latente la exaltación del yo, del ego en su máxima expresión. Desde los desaparecidos 2Pac y The Notorious B.I.G. hasta Bun B, los representantes de este género hablan de la realidad sin tapujos, de un escenario violento, y de una organización social golpeada históricamente (en particular la afroamericana), que reacciona a través de una expresión musical que sobrepasa las ambiciones colectivas o pertenecientes a una comunidad para emplazarse en una obsesión desbordada por el orgullo personal.

“Ambitionz Az a Ridah”, un tema incluido en el álbum All Eyes on Me, de 2Pac, es un ejemplo certero de cómo el ego inunda al hip hop. La canción dice: “No lo negaré. Soy un auténtico vividor. No quieres joder conmigo, tengo a la policía en los talones, pero no pueden hacerle nada a un gánster. ¡Listos para el combate! Mis ambiciones de vividor, dinero antes que putas. Muchas cicatrices de guerra, mientras conduzco coches lujosos”.

El hip hop puede identificarse como una hermandad forjada en una despiadada competencia entre todos, dice el periodista Simon Reynolds en su libro Después del rock. “La mayor parte de la escritura sobre el hip hop celebra al género como la voz única de las calles, bajo el presupuesto de que la verdad de la calle es de alguna manera idéntica a un tipo de solidaridad protosocialista, o al menos, equivale al desafío de orgullo y dignidad frente a un sistema que deshumaniza al valorar a las personas según su estatus económico”.

Por muchos años, y de una manera cada vez más aceptada por distintos grupos sociales que no necesariamente tienen vinculación con la comunidad afroamericana, este género ha logrado penetrar en el mainstream. Fenómenos musicales como Eminem, quien hace un par de semanas puso en circulación su nuevo disco The Marshall Mathers LP 2, demuestran que esa obsesión se ha vuelto una forma efectiva para vender esa idea del yo.

LL Cool J es otra muestra de esa visión del ego. El cantante se destaca por hablar de sí mismo, lo cual implica una paradoja: todo el hip hop trata sobre estar orgulloso de tu orgullo, sobre esforzarte en ser el mejor, sobre convertirte en alguien a través de un arte cuyo mensaje se reduce a la simple afirmación “Yo soy alguien”. Todo el mensaje está en el modo en que es emitido (articulando la relación entre rapero y fan a partir de un monólogo despótico) y ese mensaje es simplemente: “Yo te lo estoy diciendo”.

“Todo se remonta a cuando uno empieza a rapear en la plaza”, dice LL Cool J en una entrevista que aparece en el libro Después del rock. Agrega: “Uno quiere hacerse un nombre. Quiere ser mejor que el tipo que vino antes. Uno tiene que hablar de cuán malo es, mejor de lo que el otro habló de lo cool que era. Esa actitud callejera de querer ser reconocido, esa actitud ojo de tigre”.

Para Simon Reynolds la megalomanía del rapero es una monomanía. Los raperos no tienen nada que decir, ellos sólo quieren probarse a sí mismos, probar que existen. El periodista señala que no hay sentido, sólo aserción, un grito en la cara de la eternidad. “El hip hop intimida porque su motor es el miedo. Hay algo trágico alrededor del rapero, en torno a sus victorias en el vacío. Hay personas que existen sólo cuando están destrozando a otras personas”.

Las historias trágicas de 2Pac y The Notorious B.I.G revelan ese sentido de destrucción, aunque el tiempo los ha convertido en “héroes” para muchos. De manera desafortunada, ambos raperos consiguieron finalmente esa exaltación por el ego, por el orgullo. El precio fue su muerte.

Mientras el pop blanco se basa enteramente en la forma y el ethos de la pasión negra, lo fascinante del hip hop es que ha ido en una dirección opuesta, tornándose más frío, más inhumano. El hip hop es “alma sobre hielo”, una retirada (para sobrevivir) del compromiso con el mundo exterior o con otras personas, es la vuelta a la coraza congelada del yo minimalista.

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