El diálogo y algunos de sus obstáculos

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Desde un punto de vista literario, el diálogo es un género que se caracteriza por la participación de dos o más personajes que, ordenadamente, intercambian razones sobre puntos de vista o proposiciones que no comparten, esmerándose así en encontrar certezas o acuerdos sobre la diferencia en cuestión. En la vida cotidiana hay elementos que se corresponden al diálogo literario, sin embargo, no siempre es así por la manera en que se conducen los interlocutores en su disposición y en la conservación del interés por clarificar con buenas razones la discrepancia. La razón de la diferencia entre los dos tipos de diálogo parece evidente: quien escribe tiene la posibilidad de revisar la calidad de las razones y hasta perfilar la personalidad de los interlocutores. En la inmediatez de una conversación ordinaria todas las cualidades ideales son impredecibles.

Entre los primeros, destacan los textos de Platón conocidos con el epíteto de Diálogos. Alguno de sus comentaristas lo describen como una “búsqueda asociada”, donde se interactúa en torno a un dilema, por ejemplo: ¿La virtud se enseña o se nace virtuoso? Durante el proceso surgen nuevas interrogantes o nuevos dilemas, por ejemplo: ¿Las virtudes siempre son apreciadas o pondrían ocasionar conflictos? El desarrollo implica un conjunto de argumentos y definiciones que giran en torno al tema principal. Decíamos que, en este tipo de diálogo, quien lo escribe tiene control absoluto de la situación, de las palabras empleadas, de la nitidez de los argumentos, de las respuestas de los interlocutores y hasta puede dejar constancia de quién es el más inteligente, lo cual resulta imposible en un diálogo real.

En general podemos suponer que los ámbitos de la vida cotidiana, en donde se presentan diferencias de opinión y se tiene como meta alcanzar la mejor respuesta, aproximarse al dialogo ideal es lo deseable. Esto es reafirmado por las instituciones promotoras de la democracia que llegan a considerar al dialogo como uno de sus valores centrales. En este contexto, varias teorías de la argumentación han estudiado la naturaleza de diferentes tipos de diálogos y han sugerido algunas consideraciones respecto al proceso, la conducta que conviene adoptar entre los participantes y el tipo de expresiones y argumentos permitidos, todo esto con el fin de acercarse al diálogo ideal.

Una cualidad común tanto en un diálogo como en una disertación pública son los puntos de partida que tienen la pretensión de lograr la aceptación de los interlocutores; muchos de estos son conocidos como lugares comunes que también pueden fungir como criterios generales para normar un diálogo. De acuerdo con la filósofa Itza Patiño en su texto “Evasión del diálogo”, en el proceso de interacción resulta común que se anuncien algunos lugares comunes que pretenden regular moralmente el diálogo, pero, al aceptarlos acríticamente, llegan a ser un obstáculo para su consecución. Estos son algunos de los tópicos destacados por Patiño:

Respeto tus ideas, pero no las comparto. Este tópico parte de la desacreditación de las razones o proposiciones que pueda plantear un interlocutor. Es decir, aceptar este principio y seguir debatiendo resultaría una soberana pérdida de tiempo.

Esto no se cuestiona. En un diálogo quien presenta una proposición dudosa tendría la obligación de probarla, pero si el punto de partida no se cuestiona, entonces se cierran las posibilidades de refutación y por tanto del diálogo. Es común que en algunos ámbitos científicos, religiosos, jurídicos y académicos se presenten tesis “incuestionables” que con frecuencia no hacen otra cosa que perpetuar la incomprensión, la duda y el error.

Sólo obedezco órdenes. La anterior proposición refleja una actitud de autoridad que cierra rotundamente las posibilidades del diálogo, procurando la subordinación a las proposiciones de quien expresa dicho tópico. Las razones salen sobrando y más aún cuando quien la expresa representa una posición de poder.

Seamos tolerantes. Esta afirmación parece invitar a interactuar pacíficamente ante posicionamientos distintos, sin embargo, argumenta Patiño, no puede ser un punto de partida ya que podemos enfrentarnos con proposiciones o creencias intolerables por su contenido moral o cognitivo. En otras palabras, este tópico rompe con el espíritu del diálogo porque una expectativa es lograr que las mejores razones sean aceptadas y, evidentemente, la posición menos sólida no tendría por qué ser tolerada.

El diálogo tiene sentido en política, ciencia, negocios, academia, arte, etcétera, y enfrentar con una actitud crítica o racional los puntos de partida no sólo permite aproximarnos a modelos dialógicos ideales, sino, además, encontrar un camino convincente para afrontar racionalmente dificultades de la vida cotidiana.

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