El baile de la vida

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“Se me ocurre…”, fue una de las frases que caracterizó e inmortalizó Alejandro Mora Ruelas, ya que al escucharla sus alumnos enfrentaban un sinfín de emociones, porque detrás de estas palabras siempre existía un gran reto por experimentar.
Durante nueve años, Alejandro se entregó en cuerpo, alma y con mucha pasión a su labor como profesor de la licenciatura en Cultura física y deportes, llenó de nuevos bríos el arte de la enseñanza y dejó una huella imborrable entre sus alumnos.
Su pasión por el baile le dejó muchas alegrías, pero también episodios tristes, por los que incluso estuvo tentado a dejar esta actividad, pero supo levantarse y seguir bailando al ritmo que la vida marcaba.
El pasado 22 de marzo, repentinamente Alejandro murió haciendo lo que más amaba: impartir clases a sus alumnos de la Universidad de Guadalajara. La noticia impactó en lo más profundo del corazón de sus alumnos, quienes invadieron de pensamientos hacia él las redes sociales y por decenas acudieron a la despedida de uno de los mejores maestros, calificado por ellos como innovador, alegre, apasionado, inspirador, abierto, noble, que fue como un padre para muchos de sus pupilos y un excelente bailarín.
Desde entonces los homenajes para recordarlo no han parado, tanto al interior como al exterior de la Universidad. El último de ellos fue el pasado 14 de junio, precisamente en su lugar de trabajo. Ahí estuvieron presentes alumnos, egresados y compañeros de baile de los diferentes grupos en que participaba, reconocimiento que finalizó con una clase masiva al son de varios ritmos.
Nancy Santoyo, coordinadora de este homenaje, explicó que la finalidad fue reconocer a un maestro que marcó la diferencia y dejó huella en la licenciatura. “Fue muy querido. Impactó por su forma de ser, de acercarse a los alumnos, de trabajar. Hizo un cambio en la escuela, hacía las cosas con alegría, innovó con muchas actividades, como llevar sus exámenes a plazas públicas. Su frase más conocida era: se me ocurre… cuando decía eso nos poníamos a temblar, porque lo que se le iba a ocurrir en ocasiones era irnos a bailar a algún lugar”.
Nadie muere mientras viva en los corazones de quienes lo conocieron. Hoy Alejandro vive en los corazones de todos aquellos en los que dejó huella con su ejemplo, y que hoy lo recuerdan con cariño y continúan en el baile de la vida danzando al ritmo de sus enseñanzas.

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