El arte de ser revoltoso

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La paz no es antagónica a la revolución. No es necesario el uso de las armas para generar cambios sociales. Paros, motines, marchas, boicot y huelgas, adquieren nuevas facetas en las sociedades contemporáneas, al ser formas de protesta que no necesariamente derivan en derramamiento de sangre, aunque muchas veces terminan o van acompañadas de actos violentos.
Quienes hacen uso de estos recursos tienen, a veces, el fin de generar nuevas dinámicas, crear novedosas estructuras, arrasar con parte del orden establecido para desembocar en realidades diferentes; otros echan mano de dichas tácticas porque ven amenazada su seguridad, las emplean como manera de contraatacar a los reformadores. En ocasiones los inconformes no quieren grandes trasformaciones, sólo que les cumplan alguna petición o propuesta.
En México es frecuente el uso de estas prácticas, tanto por organizaciones no gubernamentales, grupos políticos, ciudadanos organizados, clase trabajadora y asociaciones religiosas.
Andrés Manuel López Obrador es un personaje que ha hecho uso de diferentes formas de manifestación, como marchas, mítines –que él llama asambleas informativas– y bloqueos, para expresar inconformidad y presionar al gobierno con el fin de que escuche sus demandas, afirmó Francisco Javier Moreno Rodríguez, académico del Departamento de historia del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).
“Estas formas de presión, muchas veces no son exitosas al no alcanzar sus objetivos a corto plazo, pero lo más importante es que educan a la población y la invitan a la reflexión”.
Esos instrumentos, junto con el boicot y la huelga, no son nada nuevos. Hunden sus raíces en la guerra de independencia estadounidense, la Revolución Francesa de 1830 y el surgimiento del sindicalismo obrero en Inglaterra, a partir de la Revolución Industrial.

Boicot
El boicot es un acuerdo tácito o explícito para infligir un perjuicio pecuniario o monetario a un individuo o país, evadiendo toda relación con éste. Esta forma de protesta es una de las más antiguas. En nuestro continente tiene su origen en la guerra de independencia norteamericana. Fue utilizado por los habitantes de las 13 colonias, ubicadas de cara al Atlántico, como una manera de protestar ante las alzas de impuestos por parte del gobierno inglés. El rey Jorge III, ante el crecimiento de la deuda inglesa, pensó como una vía de salida el aumento de impuestos sobre sus súbditos de ultramar.
El Parlamento inglés en 1767 aprobó tres leyes, cuyas disposiciones gravaban el derecho de importación del té, el vidrio, el papel, el plomo y otros artículos que las colonias compraban. Los colonos americanos se negaron a adquirir el té de Inglaterra, al confirmar el rey dicho impuesto, por lo que decidieron importarlo clandestinamente de Holanda.
En México uno de los más trascendentes fue el boicot al pago de impuestos y consumo de productos, apoyado por diferentes agrupaciones católicas y que tuvo por causa la Ley Calles, que demandaba la expulsión de sacerdotes extranjeros, limitaba el número de sacerdotes y ordenaba que ellos debían registrarse ante las autoridades municipales. Ante esto, los obispos emitieron un comunicado avalado por Roma, en el que anunciaban que se había decidido suspender los cultos desde el 1 de agosto de 1926, día que entraría en vigor.
La Liga nacional defensora de la libertad religiosa animó a las personas a realizar un boicot en contra del gobierno, a fin de crear en la nación un estado de intensa crisis económica que obligara al mismo a hacer cesar “la situación de opresión legal que vivía la iglesia”, señala Francisco Barbosa Guzmán, investigador especialista en el movimiento cristero y académico de la UdeG, en su libro La iglesia y el gobierno civil.
“En Jalisco y prácticamente en todos los municipios, jóvenes católicos se instalaban en la puerta de los almacenes y recorrían los mercados encaminando a la clientela a adquirir lo mínimo indispensable; también bloquearon los teatros y los cines”.
Ése fue uno de los preámbulos del conflicto armado conocido como Guerra Cristera.

Bloqueo
Los bloqueos son un instrumento de protesta consistente en cerrar calles o aislar barrios. Tuvieron lugar primeramente con los revolucionarios franceses de 1830. En ese entonces se les llamó barricadas.
Entre 1827 y 1830, Francia sufría una crisis económica, una serie de malas cosechas, subieron los precios de los alimentos básicos y del grano. En respuesta, los campesinos de toda Francia presionaron para que se rebajaran los impuestos. Sin embargo, Carlos X no hizo caso a las demandas.
El rey no podía mantener sus políticas con una mayoría liberal en la Cámara. El 26 de julio de 1830 éste publicó una serie de edictos que impusieron una rígida censura a la prensa, disolvió la asamblea legislativa y redujo el electorado en preparación de nuevas elecciones. Tales medidas produjeron una rebelión inmediata: la Revolución de Julio.
Las multitudes en París se movilizaron, incitadas por la inconformidad y la penuria económica, levantaron barricadas. En sólo unos días la situación se salió del control del monarca. Cuando la corona trataba de cerrar las publicaciones liberales, las masas de París las defendían. Lanzaron también ataques contra la prensa a favor del rey y paralizaron el aparato coercitivo de la monarquía. Como resultado, el Rey Carlos X abdicó y huyó a Inglaterra. Le sucedió en el trono Luis Felipe de Orleáns.
Una estrategia similar, explicó el académico Francisco Javier Moreno Rodríguez, es la que emplea Andrés Manuel López Obrador “al ubicar a su gente sobre Paseo de la Reforma, en México, para manifestar su inconformidad en torno a las elecciones de 2006, donde se declaró como triunfador a Felipe Calderón”

Marchas y mítines
Las marchas tienen su arranque en el cartismo, una de las formas de lucha de la clase obrera inglesa en la primera mitad del siglo XIX, según indicó el investigador Javier Moreno Rodríguez.
Una de las causas del cartismo es la espantosa miseria en que vivían los obreros ingleses. Obtuvo el nombre de la Carta del pueblo de 1838, donde líderes de los trabajadores pedían el sufragio universal, suspensión del requisito de ser propietario para ser miembro del parlamento, reunión anual de éste, pago a sus miembros y voto secreto. Dicha petición no exigía derechos laborales. “La gran estrategia era llegar al poder y desde ahí hacer reformas que beneficiaran a los trabajadores e iba acompañada de marchas, las cuales concluían en un acto de masas, donde los líderes expresaban demandas y emitían discursos, es decir, mítines”.
En el caso de Francia son muy importantes los mítines de París en 1847 y 1848, uno de los instrumentos de lucha que terminaron con la monarquía de Luis Felipe de Orleáns. Mas en ese país se les denominaba “banquetes”, caracterizados porque en las reuniones políticas se pagaba por una comida y se escuchaba a un líder de oposición plantear las demandas contra la monarquía. A raíz de la organización del movimiento obrero, la clase trabajadora utilizó este método, donde ligaba una marcha –manifestación por las calles– y luego en un lugar se concentraban los participantes y escuchaban las arengas.
En México son de subrayar los mítines y marchas en defensa del petróleo en distintos puntos de la República. En Jalisco los dos recursos son lo más representativo dentro de las formas de protesta. Ambos fueron utilizados en el caso de la “macrolimosna”, también hay que resaltar la marcha de protesta contra la contaminación del río Santiago, entre otras.
Huelga
Es un instrumento de la clase trabajadora. Consiste en la paralización de la producción, su origen está ligado con el surgimiento del sindicalismo.
Al descomponerse el cartismo, ya que no fueron aceptadas sus demandas por el gobierno inglés, los líderes de los trabajadores buscan otras estrategias para protegerse. Aparecen los primeros sindicatos. Los esfuerzos del Estado por prohibir el derecho de asociación fueron infructuosos, porque estas organizaciones continuaron.
En Francia, los topógrafos realizaron una huelga en 1862 que permitió al emperador Luis Bonaparte ofrecer una imagen de magnanimidad, indultando a sus dirigentes.
En 1864 se creó en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores, primera central sindical mundial de la clase obrera. En la misma década se abrogan en Francia artículos del Código Penal que impedían el derecho de asociación y huelga.
En México las dos primeras huelgas que marcan la vida del movimiento obrero son las de Cananea y Río Blanco. Los inconformes fueron reprimidos. Aquellos sucesos fueron el polvorín que alimentó a la Revolución Mexicana.

Los jóvenes a la calle

Desde la gran revuelta de 1968 –que llegó desde Praga hasta la ciudad de México–, una constante en los movimientos sociales y de protesta ha sido la juventud de sus huestes. Las diferencias en los perfiles de sus miembros, no obstante, han sido considerables a lo largo de las últimas décadas. En esa ocasión los jóvenes “sesentayochistas” provenían de estratos sociales medios, cuando no altos, y al unirse con obreros y campesinos alrededor del mundo crearon un movimiento no clasista y con actores que representaban a gran parte de la sociedad.
En cambio, en años recientes y en uno de sus ejemplos más extremos, las revueltas en los suburbios de París y de otras ciudades francesas (2005) por parte de los banlieue (los que están más allá) develaron a una generación de jóvenes, en muchos casos inmigrantes, que se manifestaron de manera violenta –quemaron alrededor de 40 mil automóviles–. Aunque sus protestas fueron consideradas apolíticas o anónimas, denotaron la frustración por la falta de inclusión cultural y económica.
Si los jóvenes serán los pobres del siglo XXI, la revuelta, por el motivo que sea, estará siempre latente y se tornará gradualmente más violenta.

Iconografía y revolución

Desde las pinturas que describieron (e idealizaron) la Revolución Francesa por parte de Delacroix, hasta la serie de grabados y pinturas de Goya que plasmaron el horror y la violencia de las revueltas del 2 y 3 de mayo de 1808, en Madrid; pasando por el affiche y el mural que tanto resultado dieron a la propaganda comunista, la ilustración y la pintura han servido muchas veces como medio de divulgación de las ideas contraculturales y libertarias.
En los últimos años, un nuevo elemento surgido desde el grafitti, el llamado esténcil (una plantilla que sirve de formato para delinear figuras) ha sido una de las manifestaciones urbanas que más se han utilizado como medio de difusión política o de pensamiento. El arte de las calles ha pintado los muros de consignas, figuras, sátiras… Las paredes de las ciudades son hoy una galería en las que el visor adiestrado puede reconstruir la historia reciente de la lucha por la remoción del status quo.

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