El árbol en la vida y la muerte

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Cuando era niño, una de las primeras emociones al mirar un árbol era su altura y frondosidad. Ricardo superaba los 10 años cuando trepaba con agilidad los troncos de hules y eucaliptos.
Una sonrisa esbozó su rostro al recordar. Sentía protección al cobijo de sus ramas y hojas. Además de poder, pues podía observar, sin ser observado. Las cosas han cambiado, ahora es adulto. Además “se está perdiendo el vínculo con los árboles. Cada vez hay menos y las áreas verdes están más lejanas”.
Ahora, atesora los momentos en que puede ir a un bosque o parque con sus hijos y esposa para dar una bocanada de aire puro, una sombra que lo cubra del sol o de contemplar a ese ser “que parece un padre”.

Concepciones del árbol
En el pasado, diferentes culturas han tenido variadas concepciones sobre estos organismos vivos. Los mexicas creían que había un sitio denominado Chichihualcuauhco, “lugar del árbol nodriza”, cuyos frutos son senos femeninos que amamantan las almas de los infantes, en espera de renacer.
El coordinador de la carrera de Antropología de la Universidad de Guadalajara, Horacio Hernández Casillas, explicó cómo en la ribera del Lago de Pátzcuaro, en Michoacán, mujeres purépecha y ancianos tienen sus árboles favoritos.
“He conocido algunas ancianas purépechas que dicen ‘yo tengo mi tumba cerca de tal o cual árbol porque me va a dar sombra, me va a cobijar y yo le voy a dar vida con mi sangre y restos’”.
Si partimos de la premisa del origen del hombre, que alguna vez fue primate y descendió de los árboles, vuelve a ellos en función de los aspectos culturales e incluso para la construcción de sus espacios habitacionales en ciertos momentos de la historia, añadió.
Otra connotación es la de dador de vida. Pues proporciona diversos beneficios ambientales. Por ejemplo: producen oxígeno, capturan bióxido de carbono, recargan los mantos acuíferos, regulan la temperatura y evitan la erosión de suelos. En lo ecológico proporcionan hábitat a insectos, fauna y flora.
El investigador del departamento de Madera, Celulosa y Papel de la UdeG, Antonio Rodríguez Rivas, explicó que en la naturaleza se realizan ciclos biogeoquímicos, mediante los cuales elementos como el carbono o el agua, interactúan con la tierra, la biosfera y la atmósfera.
“Si no hubiera alguno de los factores (suelo o vegetación) difícilmente se podrían realizar procesos, tales como la captura de carbono. Esta labor es realizada por los árboles. Al morir o ser tumbados se rompen tales ciclos.
Y si no existieran…
Dado que se trata de un organismo vivo, matar un árbol representa un ecocidio. Esto incide en el hombre, pues proporciona diversos esquemas de bienestar, además de proporcionar productos maderables, otros insumos para la construcción, para crear herramientas y hasta elaborar medicamentos.
A pesar de que existen leyes y reglamentos para evitar la deforestación y la tala inmoderada, “si los propios responsables de hacerlas cumplir no lo hacen, mucho menos aquellos que recibirán un beneficio económico por dicha acción”, subrayó Rodríguez Rivas.
Sin embargo, “la devastación que sufren zonas como el Amazonas, la selva Lacandona, la sierra Huichola es un proceso que ineludiblemente nos está llevando a cambios dramáticos en nuestra forma de vivir, nos está afectando y es importante tomar conciencia de lo que representa el árbol para la supervivencia del ser humano”, concluyó Hernández Casillas.

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