El amor en la era global

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Contrariamente a lo que podría parecer, aún en la era global nuestra relación sentimental con el mundo nos define. Existe un continuo cuyos extremos son la razón y la emoción. En el transcurso de esa escala, el hombre se desliza. Se acerca y se distancia de sus extremos: cuando matiza su razón, matiza su emoción. Pero ¿en dónde y cómo lo hace? En el mundo global, el sujeto persigue sus razones y emociones trashumando y también tratando de establecer los sedimentos que le aseguren un estar. Las expectativas locales se diluyen cuando la subsistencia está resuelta, pero asumir una emoción y una razón propia se convierte en un reto porque las metas sociales en el mundo global tienen siempre condicionantes económicas. La deriva del amor se convierte en una deriva de la soledad que es íntima y caprichosa como lo son todas las derivas.

En Después del invierno, Premio Herralde de Novela 2014, concedido por Anagrama, la autora mexicana Guadalupe Nettel despliega dos personajes que entretejen el instinto del amor con el velo de la razón.

Claudio, un inmigrante cubano que vive en Nueva York, es el trashumante que ha logrado instalarse en el corazón de la modernidad. Un departamento pequeño, con ventanas que permiten ver un horizonte de muros, es el espacio en que sucede un acoplamiento sincopado: las manías cotidianas sustituyen los rituales ausentes de su cultura original. El cuerpo y pensamiento del hombre global, desposeído de sus raíces, es germen y fin de sí mismo. Sus días son simétricamente obsesivos. Una misma hora para la ducha, o para maniobras diversas cuya pequeñez contrasta con el alivio emocional que Claudio encuentra en las mismas: “Todos los días ejecuto una rutina establecida desde hace muchos años y sobre la cual descansa mi existencia. ‘Ejecutar’ es uno de mis verbos preferidos. Por ejemplo: al bajar de la cama, pongo las dos plantas de los pies en el suelo. Eso me permite sentirme firme, inquebrantable”.

La vulnerabilidad emocional de Claudio es asumida, racionalmente, a través de su misantropía: desprecia a lo que él llama la chusma, pero también a los artistas, a quienes considera frívolos interesados en comparar el tamaño de su ego. Sin embargo, un día conoce a Ruth, una mujer entrada en años, cuyos zapatos caros y olor a perfume, acaban convenciéndolo de sostener una relación entrelazada de bienestar y desprecio.

La verosimilitud literaria que Nettel logra en su historia y en el carácter de sus personajes es incuestionable. Estos últimos se desenvuelven paulatinamente con todo el peso de sus filias y limitaciones, a la vez que dan forma a una trama propia de las dificultades de la convivencia en el entorno global. Como historia paralela, que luego confluirá con Claudio, está la vida de Cecilia, una chica oaxaqueña, apoyada por su padre para continuar sus estudios de francés en París. Marcada por la convivencia cercana en el entorno cultural oaxaqueño y por el abandono de su madre, Cecilia se enfrenta a la soledad de ser extranjera. Con dificultades establece una amistad con una chica caribeña, Haydée, con quien vive en Saint-Jacques. Más tarde, se instala en un departamento sola y establece una singular relación con un joven desahuciado con el que comparte una fascinación por los cementerios.

Cuando Claudio conoce a Cecilia en París, gracias a una amiga común, éste queda maravillado por la inteligencia y belleza de la mexicana. Pero Claudio debe regresar a su trabajo en la editorial neoyorquina. El interés amoroso se desborda en los correos electrónicos que siguieron a su encuentro.

Claudio vuelve a París e insiste en que Cecilia lo visite en Manhattan. La cautela espontánea que Cecilia manifestó hacia Claudio adquiere sentido en el contexto norteamericano. Claudio es incapaz de renunciar al estatus que su amante Ruth, una cincuentona elegante, le proporciona. El comedor en que hacen la sobremesa, las botellas costosas, la recámara perfecta, pueden más que el desprecio que Claudio siente por Ruth y que el amor que Cecilia le ha despertado. Cansada de la inconsistencia de Claudio, Cecilia regresa a París, en donde continua una solitaria vida académica. Tras las explosiones en el maratón de 2013 en Boston, Claudio pierde una pierna y Ruth reafirma su devoción hacia el cubano.

La novela de Nettel invita a la reflexión sobre aspectos cruciales. El amor se diluye en un mundo material perfecto, los trashumantes latinoamericanos batallan por delinear una identidad más allá del desprestigio de la cultura propia y la dificultad económica. El sujeto global aparece mutilado y desorientado, parece establecer su ser con límites difusos que se construyen entre el éxito material y un solitario trabajo intelectual.

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