Documentar el horror

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“Si solo tienen fuerzas para enfrentar el horror una vez en muchos años, que sea esta”. “Esta”, por una vez, no se refiere a la masacre cotidiana que se está perpetrando actualmente en México. No se refiere a este horror tan conocido, casi asimilado, de las ejecuciones masivas, los cuerpos decapitados y desmembrados, que se ofrece todos los días a los ojos de millones de mexicanos en periódicos y noticieros. No, no es eso. Por una vez, se trata de otro horror. El epígrafe es de Jorge Ferrer y, esta vez se refiere a El libro negro, que él mismo tradujo al español para la edición de Galaxia Gutenberg, y que lleva por primera vez a los lectores hispanohablantes uno de los documentos más reveladores y escalofriantes sobre el exterminio en masa de judíos perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Eso es.

El libro negro es una compilación de testimonios de sobrevivientes y testigos oculares de lo que ahora conocemos como Holocausto, iniciada antes de que se terminara la guerra por los periodistas rusos-judíos Vasili Grossman e Ilyá Ehrenburg. Sin embargo, los dos autores del libro nunca lograron ver en vida su publicación. El libro negro no es únicamente un monumento a la memoria, el retrato espeluznante de una de las épocas más oscuras de nuestra historia, sino que comparte la misma historia penosa y de censura de muchos otros libros publicados en la URSS.

La idea original de recopilar relatos sobre los crímenes perpetrados en contra de los judíos en los territorios ocupados por los nazis, fue del científico Albert Einstein y del Comité Judío Antifascista, CJA. Los corresponsales de guerra del periódico ruso Estrella Roja, Ehrenburg y Grossman, se encargaron de efectuarla con la colaboración de más de 40 periodistas.

Ehrenburg, marxista convencido y hombre que se movía a sus anchas en el ambiente político de la URSS, acerca del libro dijo que: “Contendrá los relatos de los judíos que consiguieron sobrevivir, los testigos de los crímenes, las órdenes emitidas por los alemanes, los diarios y declaraciones de los verdugos, las notas y diarios de quienes lograron esconderse”. Acerca de la metodología a seguir en la recopilación de los textos, agregó: “No se trata de publicar una colección de informes o actas, sino de recoger los vivos testimonios que mostrarán la hondura de la tragedia”. Grossman, epígono del humanismo ruso y de la visión de fraternidad entre los pueblos de todo el mundo, decía que el principio de objetividad del libro debería consistir en “hablar en nombre de aquellos que reposan bajo tierra y están privados de voz”.

Si en un principio el libro contó con la aprobación de las autoridades rusas, después de la guerra todo cambió. Los editores no habían tomado en cuenta el autoritarismo del gobierno de Stalin.

La primera y determinante oposición contra la publicación del libro era que: “En los textos presentados se aprecian descripciones demasiado pormenorizadas de la abyecta actividad de los ucranianos, letones y representantes de otras nacionalidades que traicionaron a la patria. Con ello se rebaja la acusación principal y definitiva que se presume al libro, a saber, la acusación contra los alemanes”. Allí es cuando asoma por primera vez el verdadero motivo de la censura del libro: la colaboración de los pueblos rusos de los territorios ocupados en el exterminio de los judíos.

Pero la publicación del libro quedó definitivamente prohibida cuando se desató en la URSS una nueva oleada de antisemitismo, que incluso acabó con la vida de muchos judíos que formaron parte del CJA ruso y del comité editorial de El libro negro. Sólo gracias a una copia del original que Grossman había confiado a un amigo, y que fue recuperada por la hija de Erhenburg, Irina, fue posible publicar en 1993 la versión completa del libro, del que ya habían salido unas versiones censuradas en Israel, en 1980, antes en ruso y luego en yiddish. El libro negro se compone de tres partes: la primera la conforman testimonios de la brutalidad con la que los nazis sometían a los judíos en las ciudades ocupadas, y de las Aktionen con las que ejecutaron a ciento de miles de hebreos. Violaciones en masa, pogromos, personas enterradas vivas en enormes fosas con miles de cadáveres, niños asesinados estrellándoles la cabeza en la pared, son los crímenes que se repiten en estas historias, subdivididas por el país en que fueron cometidos. La segunda parte narra el horror de los campos de exterminio, donde millones de judíos fueron asfixiados con gas, ejecutados a tiros o con inyecciones letales, sometidos a experimentos médicos, para después ser quemados en los hornos crematorios. Aquí destacan las descripciones del más grande campo de exterminio, Auschwitz, donde murieron más de cuatro millones de personas, y un testimonio sobre el campo de Treblinka, del mismo Grossman, quien fue uno de los primeros en llegar al lugar con las tropas soviéticas después de la fuga de los alemanes. El último apartado reúne documentos y transcripciones de interrogatorios a verdugos alemanes, con los que se evidencia cómo el exterminio en masa fue concebido y planificado en los más mínimos detalles por las altas esferas del gobierno hitleriano. Esto es el horror del que se habla en El libro negro.

Un documento fundamental para conocer y no olvidar cómo fueron subyugadas, humilladas y aniquiladas millones de personas. Un libro que, a través del asombro y la conmoción, tendría que hacer reflexionar sobre muchos otros horrores que se siguen perpetrando en la actualidad en diversas partes del mundo. También en México.

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