Diálogo íntimo de sombras y sol

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Ana Luisa Rébora entiende el viaje como una forma de autodescubrimiento personal y artístico. Noruega y México, dos territorios distintos en materia económica, social y cultural, constituyen una parte del itinerario que desde hace largo tiempo efectúa, un derrotero que mantiene a esta pintora, más que en una búsqueda constante, en un diálogo íntimo cargado de inquietantes visiones y sugestivos cuestionamientos.

El fuego y el hielo, exposición de Ana Luisa Rébora que reúne obra gráfica dividida en monotipias, chincolés y litografías, además de intervenciones digitales y escultura, representa la muestra con la que el Museo de las Artes (Musa) inaugura 2015. Así, desde esa dualidad, que nos conduce simbólicamente hacia la ruta entre Noruega y México, debido a que la artista reside en ambos países, Rébora delinea una realidad sui generis que también nutre de elementos literarios.

“Utilizo mucho simbolismo. Pertenezco a una escuela rulfiana donde el cuento y la experiencia de vida se plasman. Hay un trabajo de muchos años, una labor que está llena de emociones. Cuando vives en dos mundos y tienes el alma partida, porque no perteneces ni aquí ni allá, aparecen como regalo estos símbolos, que son ya una parte mía”.

Respecto al trabajo hecho por más de tres décadas, comenta: “Como artista, como pintora, siento que he aprendido a escuchar mi voz interna. También he aprendido de mis silencios. Lo más importante es la honestidad. Antes hacía comparaciones entre Noruega y México. Ahora sólo sueño con unir a los dos países, algo que sería maravilloso”.

La exposición de la artista nacida en Guadalajara está enriquecida por distintas técnicas y procesos, condiciones que pueden apreciarse principalmente en su obra pictórica: “La técnica viene con el tiempo.

Es algo que aprendes paulatinamente, siempre con la intención de mejorar. Diría que es como hacer un buen caldo. Las luces también han influido en mis pinturas: el sol radiante de México y la oscuridad absoluta de Noruega crean contrastes perceptibles en los diferentes cuadros”.

Edvard Munch, pintor y grabador noruego, significa una de las figuras determinantes en la trayectoria de Ana Luisa Rébora. Por esta razón, la artista efectúa un homenaje al creador de El Grito y Muerte de un bohemio, a través de las cinco intervenciones que incluye la exposición. “Cuando conocí el trabajo de Edvard Munch, por supuesto que se me fue el aire. Confronto mi trabajo con la obra del noruego, algo que nace sin quererlo. No sé exactamente como expresarlo, pero me produce una gran emoción apreciar los cuadros de Munch. De alguna manera me apropio de su obra”.

Desde el ámbito de la escultura, El fuego y el hielo presenta una pieza que Rébora define como una representación de una mujer que camina por el mundo sola. De esta manera, nuevamente aparece el significado del viaje en su obra. “Soy una mujer muy solitaria, por este motivo llegué a Noruega. No tengo hijos, sólo soy una mujer que se dedica a pintar y a caminar por el mundo con mis pinceles”.

Así, la pintora revela el simbolismo que hay en su trabajo, y muestra ese lado íntimo que, desde la soledad, tiene una conexión directa con el trabajo de Edvard Munch. En la soledad hay un enorme espacio creativo, le digo a Ana Luisa Rébora, quien concluye: “Desde la soledad, y desde la fuerza también”.

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