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Conjuntar esfuerzos para salvar el planeta

Reforzar las políticas para la disminución de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) debería ser una prioridad en las agendas gubernamentales, pero no es suficiente; es urgente aplicar programas educativos en materia de medio ambiente, vinculados con los sectores productivos, público y social

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La sequía y escasez de agua que se vive actualmente en el país es solamente una muestra de las consecuencias que vivimos por nuestra irresponsable destrucción del planeta.

La Organización Mundial Meteorológica, quien identificó al año 2020 como uno de los más cálidos de los que se tiene registro, con una temperatura media anual de 1.2 grados por encima de los niveles preindustriales, advierte que para el periodo 2021-2025 hay mayores probabilidades de que se incrementen las temperaturas y los ciclones tropicales en el Atlántico.

Frente a este panorama, estamos obligados a trabajar en estrategias de adaptación climática, sobre todo en las áreas de la salud, el agua, la agricultura y las energías renovables[1].

¿Y qué pasa en nuestro país? En México las lluvias tuvieron un déficit de 3% en 2020 respecto del año 2019; de acuerdo con el monitor de sequía de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), mil 255 municipios de los 2 mil 463, presentaron algún tipo de sequía (51%)[2].

A esto se suma el daño irreversible generado por los incendios en los ecosistemas, que son vitales para la subsistencia humana. La Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) reportó, entre enero y noviembre de 2020, cinco mil 701 incendios forestales, que afectaron a una superficie de 357 mil 894 hectáreas, si bien estas cifras representan 23% menos incendios y 44% menos superficie afectada que en 2019, no se justifica la magnitud del problema que afecta a los bosques, selvas, ríos que no sólo son el pulmón de la humanidad, sino también el hábitat de una diversidad de especies de animales.

Cabe mencionar que sólo el 2% de los incendios forestales son resultado de causas naturales, como por ejemplo una tormenta eléctrica o el desplazamiento de cenizas y lava por los volcanes[3], el resto se atribuye a las actividades realizadas por el ser humano, entre las cuales destacan: actividades ilícitas (27%), agrícolas (27%), desconocidas (13%), pecuarias (9%) y fogatas (9%), entre otras[4].

El impacto del daño al medio ambiente se refleja principalmente en la salud.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente de la ONU (PNUMA), refiere, con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que el 23% del total de muertes en el mundo están vinculadas a riesgos ambientales, tales como la contaminación del aire, del agua y la exposición a sustancias químicas.

Por otra parte, la destrucción de espacios silvestres facilita la aparición de enfermedades de origen animal transmisibles al ser humano. Se estima que existen 1.7 millones de virus no identificados que podrían ser la próxima enfermedad potencialmente más perjudicial y letal que el virus SARS-CoV-2; además, el agua contaminada por desechos, las aguas residuales no tratadas, las escorrentías agrícolas y las descargas industriales, colocan a mil 800 millones de personas en riesgo de contraer cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis.

A nivel mundial, nueve de cada diez personas respiran aire sucio, lo que se traduce en aproximadamente 7 millones de muertes al año por enfermedades e infecciones relacionadas con la contaminación del aire, cinco veces el número de personas que mueren en accidentes de tráfico[5].

Reforzar las políticas públicas que aceleren la disminución de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), origen de una fuerte carga de contaminación ambiental, debería ser una prioridad en las agendas gubernamentales, pero no es suficiente; es urgente aplicar programas educativos en materia de medio ambiente, vinculados con los sectores productivos, público y social, como estrategia de sensibilización y formación de los niños y jóvenes para contribuir a una sociedad más saludable y empática con la naturaleza.

La cultura del respeto y cuidado del medio ambiente debe estar reforzada con los hábitos en el hogar, en la convivencia, en el trabajo y en toda actividad que realicemos. Salvar el planeta implica conjuntar los esfuerzos desde el núcleo familiar, la escuela y la actuación del estado, en beneficio de las generaciones presentes y futuras.

NOTAS

[1]Organización Meteorológica Mundial (2021). Nuevas predicciones climáticas indican una mayor probabilidad de que en los próximos años se alcancen transitoriamente 1.5 oC superiores a los niveles preindustriales. Recuperado de https://public.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/nuevas-predicciones-clim%C3%A1ticas-indican-una-mayor-probabilidad-de-que-en

[2]CONAGUA (2021). Monitor de sequía en México al 15 de mayo de 2021. Recuperado de https://smn.conagua.gob.mx/es/climatologia/monitor-de-sequia/monitor-de-sequia-en-mexico

[3] CONAFOR (2021). Cuando el fuego sobrepasa límites: incendio de interfaz urbano-forestal. Recuperado de https://www.gob.mx/conafor/articulos/cuando-el-fuego-sobrepasa-limites-incendio-de-interfaz-urbano-forestal?idiom=es

[4]CONAFOR (2021). Situación de incendios forestales en México al 23 de julio. Recuperado de https://www.gob.mx/conafor/prensa/situacion-de-incendios-forestales-en-mexico-al-23-de-julio

[5] PNUMA (2021). Seis motivos por los que un medio ambiente saludable tiene que ser un derecho humano. Recuperado de https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/reportajes/seis-motivos-por-los-que-un-medio-ambiente-saludable-tiene-que-ser

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