Día con aroma de libro

523

Las lecturas de la ceremonia del día del libro comienzan puntuales, luego de una breve bienvenida para los presentes. Algunas editoriales acomodan su mercancía y por todos lados se presumen primeras ediciones de Al filo del agua, de Agustín Yáñez. En un extremo de la Rambla Cataluña, la Alicia de Lewis Carroll sonríe a los recién llegados y enseña sus medias de líneas blancas y negras bajo su vestido azul. Al otro lado, con su bigote afilado y sus palabras agudas, Fernando del Paso nos cuenta que Homero era ciego y que no hay que olvidar que “la literatura se ve, pero primero se escucha”.
A pesar de todo, algo anda mal. La concurrencia es poca, el día avanza, uno que otro oyente se muestra cansado y la lengua de más de un lector pelea hasta el tartamudeo con las palabras del texto de Yáñez. Los reporteros se abalanzan al pie del podio cada vez que una figura de renombre termina su lectura y desciende con libro y rosa en mano, elementos claves para conmemorar el día, según dictan los relatos catalanes de caballeros medievales. Aún no se percibe pasión en la lectura y basta con indagar un poco para saber que muchos de los que asisten al evento lo hacen por obligación o compromiso, no por gusto.
Pero conforme se acerca el mediodía, la plaza comienza a llenarse de pupilas y tímpanos más atentos. Quienes ahora suben al podio recitan los capítulos con una fuerza renovada y una entonación firme, que finalmente hacen justicia a la novela de Yáñez. Las nuevas voces traen consigo nuevos curiosos. Algunos incluso se aproximan a la bocinas para atender con cuidado a las frases de un rezo en latín que aparece en el texto.
Al acercarme a los lectores en espera me percato de que, aún cuando la mayoría no conocía la obra de Yáñez, ahora, gracias a la lectura pública, están emocionados por leerla. Cerca se escuchan voces que discuten otros libros y mencionan autores favoritos. Aparecen varios apellidos conocidos: Márquez, Verne, Sabines, Rowling e Ibargí¼engoitia.
De repente los libros son el único tema de conversación en la rambla y la Alicia, que saluda niños lectores, vuelve a sonreír porque ahora se encuentra en el verdadero país de las maravillas. Pero lo que más emociona son los motivos de la gente para estar ahí.
“Me gusta mucho participar en eventos que promueven la cultura y me encanta leer”, contesta Laura Castro, participante del evento, cuando le pregunto por qué decidió subirse al podio. De igual forma José Carballo, otro entrevistado, dice que aunque inicialmente fue invitado al evento por su trabajo, ahora está interesado en la obra de Yáñez.
El día, finalmente, terminará marcando puntos a favor de los libros y de sus asiduos o neófitos lectores. Los asistentes continúan llegando al evento; algunos apenas comienzan a abrir sus libros, otros no saben del todo qué hacen allí, pero me alegra saber que, cuando me voy, la audiencia está en su mayoría plagada de gente cuya hambre por la literatura, seguramente, rebasará los límites del día.

Artículo anteriorFondo de concurso para la conclusión de obra y mantenimiento de escuelas del nivel medio superior
Artículo siguienteTransporte público