CXXIX Aniversario del natalicio de Enrique Díaz de León

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“Curiosa e interesante por demás es la historia de la Universidad Real de Guadalajara. En el proyecto de su fundación no es ajena una migaja de rebeldía a los sistemas educativos en ese tiempo imperantes. Su gestación es algo verdaderamente desesperante: más de noventa años de ocursos, de solicitudes, de informes, de dictámenes de consejos, de toda esa inútil tramoya administrativa, a la que tan dados eran algunos monarcas españoles. Su realización fue con mucho tardía, no solo por lo que se refiere al tiempo mismo, sino a sus naturales consecuencias. En vísperas de los primeros asomos libertarios, nacida esa universidad casi al claror de la aurora independentista, era natural que fuese vista después con desagrado por los primeros gobiernos republicanos y más si se toma en consideración que el cuerpo director de tal centro era, en tiempo de los virreyes un grupo de selección que tenía que repugnar y repugnó con las nuevas ideas.

Toda nuestra inquieta historia política está relacionada con la Universidad de Guadalajara. Su clausura o su reapertura era señal de que estaba en el poder uno u otro de los dos bandos contendientes. Dos tendencias se disputaban la pauta educativa: la universidad reteniendo en su claustro de caracol el rumor de las disputas escolásticas y el instituto del Estado, cuya fundación antagónica se debió a los hombres del gobierno liberal, organización más abierta al mundo y al clamor imperativo de la hora.”

 

Mtro. Enrique Díaz De León.

Fragmento del discurso pronunciado en el acto inaugural de laUniversidad de Guadalajara, el 12 de octubre de 1925.

¡Esa es la vigorosa herencia de nuestro prócer en el día de nuestra histórica fundación en el siglo XX. Definición, contundencia, ponderación, reflexión profunda y humanismo contienen sus palabras¡

En esta hora, en que el cambio de largo aliento que impulsa nuestra comunidad universitaria desde la última década del siglo XX y que para su consolidación requiere cuidar desviaciones propias del tiempo y de las debilidades humanas, acudir a los significados que han sido prez y honra de nuestra Alma Mater, orienta, ayuda a la rectificación y fortalece el camino del porvenir.

La comunidad universitaria y la familia de nuestro ilustre maestro, cada 26 de septiembre, con la fortaleza de nuestras convicciones humanistas, liberales y laicas que él nos enseñó, nos convocamos a recordar, a revivificar, la herencia portentosa y eterna, del pensamiento y de la obra del universitario, educador, ideólogo y político, Enrique Díaz de León, aquí desde su universidad, la de ayer, la de hoy, y la de siempre, a conmemorar y celebrar el centésimo vigésimo noveno aniversario de su natalicio.

Es también la oportunidad, para tener presentes los principios filosófico – ideológicos, de los que el fue artífice relevante, cuya contribución en toda nuestra historia, han sido esenciales para desarrollar, transmitir y vivir las virtudes cardinales que orientan la vida y obras de nuestra Benemérita y Bicentenario Universidad de Guadalajara.

A Díaz de León se le recuerda como un gran orador. De él dijo en memorable ocasión Zuno: “ Todos conservamos aún en la retina la figura gallarda de Díaz de León cuando dirigía la palabra a la turba estudiantil, a las masas populares, en los recintos legislativos, en las cátedras o cuando en selectos cenáculos de intelectuales y artistas recitaba con perfectas y sentidas oraciones, obras poéticas de grandes autores. Su voz adquiría sonoridades, y la modulación adecuada, por lo que los auditorios escuchaban gozosos su palabra emitida con elegancia”.

¡Díaz de León, tenía la dimensión de la grandeza¡

El Gobernador Zuno convocó en los meses de julio y agosto de 1925 a una serie de reuniones en la que participaron destacados intelectuales y profesionales entre los que estuvieron Irene Robledo García, Catalina Vizcaino, Juan Salvador Agraz, el Dr. Campos Kundhart, Adrian Puga, Severo Días, Agustín Basave y el propio Díaz De Leon, con el objeto de integrar un proyecto para la fundación de la universidad que fuera el valuarte intelectual y un sólido apoyo al  programa  emergente de la Revolución Mexicana.

Díaz de León aportó para este plan, valiosas ideas, esfuerzos y acciones que calaron profundo, y que llevaron finalmente a la fundación de la Universidad de Guadalajara, el 12 de octubre de 1925.

El maestro Zuno expresaba años después: “Me tocó a mi dar los dos últimos toques a la obra: elaborar el lema Piensa y Trabaja y la designación del primer rector: sería Enrique Díaz de León, porque era la viva encarnación de cuanto queríamos realizar”.

El maestro Díaz de León concibió a una universidad que no repitiera los vicios del profesionalismo individualista e incompetente, sino por lo contrario, una institución que ayude a encontrar la vocación del educando, que amplíe sus perspectivas de estudio, recobre para estos niveles educativos el trabajo manual y productivo, aliente el espíritu del raciocinio, la investigación científica y la creación artística.

Una universidad que reciba en su seno a los trabajadores y a sus hijos como primer paso para asumir la investidura de popular y que al unísono inicie un proceso para llevar la universidad al pueblo, al salir sus maestros y alumnos a llevar el conocimiento a la comunidad; una Alma Mater que se denomine popular porque sus estudios, laboratorios y talleres persigan conocer y transformar lo propio en beneficio de lo nuestro, aspectos que en su conjunto terminará por crear un lazo indisoluble entre los universitarios y la sociedad.

En suma: una universidad viva y comprometida. Viva, para que vaya más allá de la simple repetición mecánica del conocimiento y sea capaz de crearlo y difundirlo. Comprometida, porque sus actividades y preocupaciones traspasen los límites del profesionalismo, el academismo y el culteranismo, para hacer suya la problemática social y contribuir a su resolución con orientación ideológica y participación abierta, en el establecimiento de un modo de producción que beneficie a los más.

Concibió un proyecto de educación superior en el que deberían unificarse los programas de estudio de las profesiones liberales, sin omitir la eliminación, reforma y especialización de dichas carreras según lo ameriten, ampliar las opciones de estudio, dando preferencia a las carreras de tipo técnico.

Ideó la formación en el país de un consejo nacional que viera por la superación permanente de la academia, la investigación y la extensión de la cultura.

Su concepción sobre el bachillerato orientaba a incluir todas las áreas que permitieran al estudiante recrearse en el pensamiento universal hasta el momento conocido, sin las cuales es imposible concebir al hombre integral y moderno; por otra parte, que le permitieran al alumno llevar una orientación según sus inclinaciones, con un carácter propedéutico y que lo adiestre en una actividad practica a fin de capacitarle para ser socialmente útil.

Enrique Díaz de León, primer rector, lo fue en tres ocasiones la primera de octubre de 1925 a enero de 1926, la segunda de abril de 1927 a septiembre de 1928 y su tercer y último periodo lo fue de septiembre de 1931 a octubre de 1933.

En su último periodo rectoral realizó su obra más significativa: el impulso a la reforma universitaria, misma que plantearía en el Primer Congreso de universidades mexicanas en septiembre de 1933, evento en el que la UdeG cobró un papel trascendente, entre otros aspectos, por el impacto que su ponencia causo y por el vibrante discurso inaugural que pronunció en el que planteó lo siguiente:

“La Universidad de Guadalajara sostiene que nuestra posición ideológica tiene que ser de izquierda porque de otra suerte, la universidad mexicana estaría descentrada, desvinculada del momento que vivimos. La vida nacional se desenvuelve integra bajo el soplo de un anhelo, de una suprema aspiración tendiente a establecer en México el beneficio de los más. Sostenemos, aún a riesgo de que se nos juzgue radicales en demasía, que debemos estar preparados para el dominio de la justicia social y cuyo advenimiento esperamos optimistas. Es preciso, luego dar a la universidad una orientación hacia las cosas nuestras. nadie podrá negar que nuestras universidades se han desentendido casi completamente de la realidad mexicana”.

En 1935 el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas del Río, lo invitó para hacerse cargo del Consejo Nacional de la Educación y la Investigación Científica, desde donde fundo múltiples escuelas para capacitación de obreros en diferentes estados, algunas de las cuales hasta la fecha aún funcionan.  Desde ahí impulsó de forma sobresaliente, el desarrollo de la Universidad de Guadalajara.

El gobierno de Francia en el año 1936 le otorgó la condecoración de las Palmas Académicas por su trabajo en favor de la educación.

Falleció el 28 de diciembre de 1937.

Para concluir este homenaje a tan eminente universitario, lo hago con las palabras que en su honor pronunciara, en 1938, el brillante intelectual mexicano y Doctor Honoris Causae de nuestra casa de estudios, Vicente Lombardo Toledano:

“Honor a Enrique Díaz de León, honor al fruto supremo de la nacionalidad mexicana, honor a nuestro destino, honor a los hombres superiores del pasado, que de esa suerte tengo la convicción de que nuestra Patria ha de ser más de lo que es hoy; índice, bandera, ejemplo en el nuevo mundo y fuerza enorme de reserva para el mundo entero”.

Prócer entrañable y altamente honrado: frente a los horrores que sufre la humanidad, en esta hora dramática para la nación, con el dolor y sufrimiento que tu mencionaras hace casi 90 años en nuestra fundación y que aún no cesan, en dónde:

La humanidad eficientemente, más aun brillantemente administra y controla la materia; pero se ha olvidado penosamente de cultivar las virtudes.

La vida de la sociedad hoy, tiene memoria de corto alcance y padece olvidos gravísimos de consecuencias aún no advertidas, el espectro del internet nos consume y agota la atención para los asuntos del humanismo.

A la niñez y a la juventud no le enseñamos a pensar por sí mismos y solo se advierte:

“No saben leer y tampoco quieren”, pero tampoco les orientamos en el rigor de la vida y la academia, manteniéndolos al margen de su cultivo espiritual.

Los próceres y sus grandes decisiones, que nos heredaron tiempos mejores y virtudes cardinales las tenemos olvidadas, solo tenemos presentes las miserias humanas de la modernidad que de ello nuestros pueblos todos los días padecen las consecuencias.

Las expresiones humanistas: resiliencia, compasión, caridad, misericordia, piedad, bondad, condescendencia, conmiseración, munificencia, humildad, reverencia y tolerancia las hemos enterrado fatalmente en el gran cementerio en que hemos transformado la suave patria del poeta.

En otro orden y con plena vigencia como el fantasma de un nuevo apocalipsis para la humanidad, convivimos cotidianamente con la barbarie, la degradación, el fanatismo y la crueldad. con la pena de cada día advertirlo lo menos.

Frente a los escenarios descritos y las debilidades humanas presentes, cuestionémonos ¿Qué hemos dejado de hacer? ¿No habrá un nuevo dictado de conciencia que nos conmine a actuar para construir nuestro nuevo paradigma? ¿Cómo entendemos y asumimos la responsabilidad de nuestros actos aquí y ahora?.

Ahí tenemos el gratificante y luminoso legado que nos entregaste, pleno de virtudes, constructor y defensor  de la educación universitaria, de la pública, laica y liberal, es, especialmente para tus herederos morales, los universitarios de hoy, ruta luminosa, claridad ideológica y contundencia de hechos.

El compromiso para las generaciones presentes: Conocerlo, asumirlo, actualizarlo  preservarlo, acrecentarlo, defenderlo y cumplirlo.

* Fragmento del discurso de Jose Manuel Jurado Parres, director de la escuela Preparatoria No. 5,  pronunciado en la rotonda de  los Jalisciences Ilustres, el 26 de septiembre de 2019.

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