Cultura de patentes en rezago

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Fue en 1474, en la Ciudad Estado de Venecia cuando se estableció la primera ley de patentes, conocidos por algunos como Derechos de autor. Un registro aparentemente inocuo, pero que dejó sin ganancias a creadores tan disímiles como el diseñador del cubo Rubik, el inventor del karaoke o al que desarrolló el correo electrónico inalámbrico que utiliza la Blackberry. Como estos hay millones de casos que dejan vacíos los bolsillos de unos, mientras para otros representa jugosas ganancias.
El registro de patentes es una práctica utilizada desde hace siglos en Europa y extendida en la actualidad en el resto del mundo, brinda la oportunidad de patentar desde lápices, rayos láser, cámaras fotográficas, hasta fórmulas químicas de bebidas. Recordemos el caso de los derechos de autor que pagaron los chinos para reproducir la imagen de la Virgen de Guadalupe en veladoras, lámparas, relojes entre otros, o los estadounidenses que registraron el nombre de Tabasco, la leyenda reza: “TABASCO® is a registered trademark & servicemark exclusively of McIlhenny Co., Avery Island, LA 70513”.
Todo se puede patentar, siempre que sea algo no patentado o incluso algo solamente mejorado. Cualquier tecnología registrada obtiene la propiedad industrial, o por cualquier creación artística, la patente.
Pero como todo tiene un lado B, anverso o negativo, en las patentes se llama monopolio para que nadie lucre con lo ya inventado y se pague al autor los honorarios correspondientes por el uso.
La historia de las patentes y el monopolio se puede ejemplificar desde el siglo VI en Venecia con los sopladores de vidrio, quienes tenían a su control el mercado del vidrio, o con Gran Bretaña quien reclutaba trabajadores de lana procedentes de Holanda, para posteriormente exportarla ya elaborada como tela, explicó el doctor José Luis Herce Vigil, Jefe de la División de Información en materia de patentes,  clasificación y estándares de propiedad industrial, de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual  (OMPI).
Las creaciones se protegen en cada país de manera independiente, y cada uno estipula el precio del trámite. El registro de la patente o propiedad intelectual es nacional no mundial, señala Herce Gil, y quien comenta que en México patentar un producto cuesta cinco mil pesos, pero en países como Estados Unidos o Alemania cuesta alrededor de 25 mil pesos. Es por eso que hay pocas patentes a escala mundial.
Para 2007, IBM se encontraba en el décimo cuarto año consecutivo como la empresa que más patentes ha registrado en la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos, con 3 mil 621 patentes, mil 170 más que la surcoreana Samsung Electronics, que está en el segundo puesto.
A pesar de que las patentes se ponen en práctica en el mundo de manera formal, en México aún no es algo con lo que los creadores están familiarizados y no están acostumbrados a proteger su obra. Hay un gran rezago en la cultura de patentes. “Las pocas patentes que hay, más que por falta de competitividad es por falta de cultura de patentar la Propiedad Intelectual. La gente no sabe que puede patentarla”. De las creaciones patentadas a escala mundial apenas el dos por ciento le corresponde a México.

Por no patentar…

Erno Rubik, inventor del famoso “cubo Rubik”, quien fuera profesor de diseño húngaro, no obtuvo ganancia alguna por no patentar el llamado “juguete del siglo”. Se tuvo que conformar con que el invento llevara su nombre. La ganancia la obtuvieron las miles de empresas que se enriquecieron con la fabricación de millones de unidades del famoso cubo que se vendió en todo el mundo.
Otro caso es el de Eoff Googfellow, un joven estadounidense, investigador de la empresa Silicon Valley, quien creó en 1982 el correo electrónico inalámbrico, conocido hoy como Blackberry. Diez años después, la entonces pequeña empresa de innovación tecnológica NTP patentó la creación. Ahora compañías como Research In Motion y Motorola pagarán a NTP millones de dólares en compensaciones por haber lucrado con el producto, pero el creador no recibirá ganancia alguna.
Por último, está el caso de Daisuke Inoue, un joven japonés creador del famoso Karaoke, quien ha dejado de ganar 150 millones de dólares, obtenidos de las utilidades, por no patentar su creación. Este joven inventó el karaoke con el noble argumento de que todos tenemos derecho a tener 15 minutos de fama, pero claro está que no pensó en él mismo. [

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