Cultura contante y sonante

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Largas filas en los cines. Personas buscando entre columnas de libros; gente a la entrada de un teatro justo antes del concierto. Todos tienen algo en común: son la representación palpable de que la cultura tiene un lugar en la economía de una comunidad. También lo demuestra la presencia del vendedor de suvenires a las afueras de un concierto, los músicos profesionales, el equipo de iluminación, y en la llamada “economía sombra”, las ventas de mercancía pirata.
Hablar sobre el aporte económico de la cultura a la vida de una comunidad puede no representar un ángulo nuevo en la discusión. Así lo apunta Néstor García Canclini en su libro La producción simbólica. Teoría y método en sociología del arte: “La preocupación por situar al arte en su entorno social surge en Europa, durante el siglo XIX, con él historicismo y el positivismo. Ambos reaccionan contra las ilusiones del ‘arte por el arte’, rechazan la autonomía absoluta atribuida a los objetos estéticos y buscan explicarlos refiriéndolos al conjunto al que pertenecen”.
Ernesto Piedras, economista por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, apunta que después del avance en la investigación en el campo de la economía de las industrias culturales, en la cultura “identificamos, además de su importancia en términos sociales, estéticos e identitarios, su significativo peso en el sector económico de nuestro país en términos de producción, inversión, generación de empleo y atracción de inversión productiva”. Sin embargo, acepta que esta importancia es concedida por la comunidad cultural y no por los gobiernos nacionales o locales quienes han fallado en encontrar fórmulas para incentivar este sector que el mismo Ernesto Piedras identifica como el responsable de hasta el 7.3 por ciento del PIB.
La “economía sombra”, aquella que se fundamenta en los sectores ilegales ha sido la de mayor crecimiento en el ramo de las industrias culturales en México. Ernesto Piedras señala que la aportación de dichas industrias llamadas también “Industrias Protegidas por el Derecho de Autor”, creció gracias a la expansión de la actividad ilegal de un estimado del 5.2 por ciento al actual 7.3 por ciento. Reafirman esta tendencia los reportes periodísticos como el de la revista electrónica Reporte índigo (20-03-09), que dio a conocer, en su versión de Monterrey, que grupos de sicarios conocidos como Zetas controlaban la distribución de devedés en el tradicional mercado de la Pulga de la capital neolonesa. Además de que existen reportes ciudadanos que señalan la presencia de estos pistoleros del narcotráfico, cobrando cuotas a los vendedores de otras mercancías culturales para dejarlos trabajar. Incluso en lugares donde antes no habían aparecido, como congresos de cómics en Culiacán y otras ciudades.
En otros países con una conocida tradición cultural, como lo son Colombia (2.09 por ciento) y Chile (2.25 por ciento), la aportación del sector cultural no rebasa el 3 por ciento del PIB. A pesar de la contribución económica de las Industrias Protegidas por Derechos de Autor en México, no existe una legislación acorde a su realidad. Apunta Piedras: “Tenemos un problema de miopía que no se resuelve, una miopía ante un sector que es muy importante, más en una región como Guadalajara y en un país como México”. Para lograr que el impacto de las industrias culturales y las protegidas por los derechos de autor sean un verdadero revulsivo para amplias zonas del país, el economista recomienda la creación de un marco tributario especial para los actores de este sector económico.
Ante un escenario como el que la ciudadanía vivió durante la contingencia por la influenza H1N1, los mexicanos pasamos mayor tiempo en casa, pero no por ello dejamos de consumir. Ernesto Piedras, director de The Competitive Inteligence Unit, señala que esta emergencia sanitaria probó de nuevo la importancia de las industrias culturales, en su ramo más avanzado, el de las tecnologías multimedia: “Al estar en casa descargamos más contenido simbólico y productivo. Hay un viraje todavía más intensivo hacia lo que está basado en la tecnología, aunque el problema está en la brecha digital. El tema de tecnología se vuelve tema de política cultural, y me interesa mucho escuchar a la titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Consuelo Sáizar, que se involucre abierta y profundamente en los temas de tecnología, porque buena parte de los contenidos culturales viajan por la vía tecnológica”, señaló el experto al diario La Jornada Michoacán (06-05-09).
El reto para el Estado (y los políticos que detentan su control) es convertir la añeja tradición cultural mexicana, en una palanca de desarrollo para un país a la baja en todos los indicadores de desarrollo.

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