Cuatro Auster pero no del todo

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Tanto en 4 3 2 1, su más reciente novela publicada en español por la editorial Seix Barral, como en La novela roja, Paul Auster aborda un hecho real que le cambió la vida: la historia de un niño al que vio morir cuando tenía catorce años. Este es un pasaje al que vuelve en su nuevo libro, en el que cuatro historias, con un mismo protagonista, se llevan a cabo en un mismo tiempo. Cuatro pasos de Archie Ferguson por un mismo espacio.

“Estoy seguro de que eso fue lo más importante que me pasó en la vida. Aprendí que cualquier cosa puede pasarle a cualquiera en cualquier momento”, contó el escritor en una charla que tuvo con la prensa en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a propósito de su novela 4 3 2 1, en la que cuatro niños viven de manera trágica, graciosa y contundente diferentes historias de su vida marcadas por circunstancias a veces azarosas, que cambian de uno a otro. Pero todos esos niños son Archie.

Y todos los Archie tienen algo en común entre ellos: nacieron un mes antes de que naciera el propio Auster, a todos les interesa la música y los deportes, como al propio autor, y todos vivieron en ciudades en las que vivió Auster y viajaron a Nueva York y a París como él.

El autor dijo que, sin embargo, ninguno de los posibles Ferguson está cerca de su propia infancia, ninguno es, del todo, él mismo. Las cuatro historias, comentó, estaban ahí, bailando en su escritorio mientras venían las ideas. “Fue una forma muy divertida de escribir”, confesó.

Durante la charla, una periodista le preguntó al autor estadounidense de más de setenta años, si la infancia o la juventud habían sido temas recurrentes en su proceso creativo. “Cuando tengas mi edad te darás cuenta que cuando los días se acercan más al final, más piensas en la infancia”, le dijo.

A pesar de esto, Auster aseguró que los lectores no han visto su final y que hoy todavía trabaja días, semanas enteras incluso, con ideas que le vienen a la cabeza y que a veces resultan exitosas y a veces no.

“Es que yo creo que no he terminado de crecer”, dijo el autor entre risas. “Me sigo desarrollando. Me siento como un novato todavía. Me gusta intentar de todos modos. He hecho esto durante muchos años y creo que voy a seguir haciéndolo durante el tiempo que me queda”, dijo.

Para describir su trabajo como escritor, dijo que no tiene ninguna obligación de abordar temas, sino de escribir bien. Y a la muerte, todavía no quiere pensar.

“Al final cada libro que escribo es otra vez mi bizarra forma de expresar lo que se siente estar vivo. De eso escribo. De lo que se siente estar vivo. Vivir otro día es lo que más disfruto ahora. Como decía Samuel Beckett, el día que muera será igual que otros días, solo que más corto”.

El rayo revelador
Sobre ese evento que le cambió la vida a Paul Auster desde niño, regresaron los participantes en el presídium de la apertura del Salón Literario de la FIL. “Paul Auster se encontraba cerca de un niño cuando a este pequeño le cayó un rayo. Este hecho llevó al escritor a aproximarse a la literatura desde la tragedia”, dijo Elena Ramírez, directora del sello editorial Seix Barral.

Por ello, para Paul Auster no fue sencillo llegar a la literatura. Desde esa tragedia, que impregna algunos capítulos importantes de su propia vida, el estadounidense ha creado obras que son un referente obligatorio no sólo para la literatura mundial. De esta manera, las novelas y la poesía de Auster poseen un carácter universal.

Quizás por ello, su conferencia estuvo centrada en las figuras de grandes poetas y escritores que escribieron su obra de un lado y otro del Atlántico, pero que de alguna forma mantuvieron un vínculo hecho de estima y recíprocas influencias: “Cuando un poeta busca inspiración en un creador de otro país, es porque busca algo que de inmediato no encuentra disponible en su propia lengua o literatura, porque pretende liberarse de los confines de su propia cultura; pero siempre, en definitiva, para hacerlo suyo, para llevarlo de vuelta a su propio lugar”, dijo.

En particular, se centró en la figura de Edgar Allan Poe, empezando con el episodio de la ceremonia fúnebre que le dedicaron más de veinte años después de su muerte, y a la que asistió un solo, grande, poeta: Walt Whitman.

Habló de la estima que sentían en Francia por Poe, tanto que en Estados Unidos se creía que era un poeta francés arraigado en Estados Unidos. En cambio, dijo Auster, citando a otro gran poeta norteamericano, William Carlos Williams: “En él está anclada la literatura norteamericana, sólo en él, en tierra firme”. Pues “por primera vez en Norteamérica, Poe concita la sensación de que la literatura es seria, que no es cuestión de cortesía sino de verdad”.

Y siguiendo con el episodio de la ceremonia al norteamericano, habló de otro autor al que Poe inspiraba gran estima, Mallarmé, quien escribió el poema “La tumba de Poe”, un homenaje a un escritor que ya había enamorado a autores como Baudelaire. Auster partió de eso para hablar de muchos otros grandes poetas de la historia, revelando insospechadas conexiones que unen a autores diversos de Estados Unidos y Francia.

Y finalizó su discurso: “Creo que por eso sentía Baudelaire tanto entusiasmo por Poe: porque estaba enfrentado con su territorio. Pero también por eso atrajo Whitman a tantos poetas franceses de épocas más tardías: porque los inició en el mito del aire libre”.

La apertura del Salón Literario concluyó con la entrega de la Medalla Carlos Fuentes como reconocimiento, de parte de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, a la trayectoria de Paul Auster. El galardón lo recibió de manos de Silvia Lemus, viuda del escritor mexicano Carlos Fuentes.

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