Con V de violencia

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A pesar de que la población asocia ya la inseguridad con la poca eficiencia del gobierno y la corrupción de los cuerpos policíacos, acercándose más a la definición de impunidad, la clase política sólo ha correspondido a esas expectativas con “pirotecnia legislativa”, aseguró el doctor Guillermo Zepeda Lecuona.
A unos cuantos días de que se cumpla un mes de la firma del Acuerdo Nacional de Seguridad (22 de agosto 2008), la sociedad empieza a exigir resultados a los firmantes, dice el especialista, quien adelanta que la contraparte ya se encuentra muy avanzada con respecto al Observatorio Ciudadano, que le daría seguimiento a los 75 compromisos contenidos en el acuerdo “con todo e indicadores objetivos, que podrían medir si se está avanzando o no”.
Pero al margen de esas opiniones, el doctor Zepeda Lecuona, quien es investigador del Departamento de estudios sociopolíticos y jurídicos del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), apunta con prudencia que la corriente ciudadana que exige su participación en el diseño y aplicación de las políticas públicas de seguridad puede justificarse: “En el ámbito de la policía o en el ámbito de la proximidad, vale la pena la presencia de la ciudadanía.
”Pero se dice también que en el tema del crimen organizado los ciudadanos no tendrían tanto qué hacer, porque es un ámbito muy profesionalizado que debe dejarse en manos de los expertos de la inteligencia policial, pese a que hay ejemplos de varias ciudades donde se demuestra que los ciudadanos son importantes si están detrás del Estado cerrando filas”.
El especialista recomienda que los ciudadanos estén conscientes de que será un encuentro desgastante y que hay que vigilar la actuación del Estado, pero también apoyando decididamente cuando las políticas sean acertadas y se dirijan al combate del crimen organizado.

La clase media y alta se manifiestan
Por muchos años, la delincuencia se ensañó con las clases bajas principales, aunque ocasionalmente también se afectaba a otros estratos, las personas que les robaban la cartera en los camiones, en los barrios eran asaltadas y otros sucesos, hasta que en los noventas la delincuencia cambia de objetivos y son los miembros de la clase media y alta quienes empiezan a ser atracados, principalmente con la irrupción del secuestro y otras modalidades.
“Hoy se demuestra que los mexicanos organizados se encuentran proporcionalmente en mayor número en la clase media, que es la que más se inconforma y que se organiza mejor para protestar, y aunque no hay mexicanos de primera ni de segunda, anualmente se asesinan a casi 30 secuestrados y en nombre de todos ellos se debe actuar”.
Hay una crítica acerca del estrato social de los manifestantes, pero parece que la explicación está en que la sociedad civil estaba dormitando hasta que sucedió el caso Martí: “Nos estamos acostumbrando y nuestro umbral de tolerancia está subiendo y es increíble que el día en que sólo hay cinco ejecutados en el país, sea un día pacífico, cuando hay días de 20 y 25 ejecutados. No debemos acostumbrarnos a eso”.

Policías: primeros desilusionados
“Yo a la corrupción sí la tomo a mal, porque desgraciadamente la misma gente es la que hace al policía corrupto. Porque si yo detengo a una persona que anda drogada: ‘¿Sabes qué poli, te doy tanto pero dame la aviada’ Si yo quiero se la doy y si no quiero lo remito. ¿Y qué pasa llegando allá? Haga de cuenta que uno agarra a uno con un kilo de marihuana, llego, lo remito y él me da cinco mil pesos para que lo deje ir, pero yo no los acepto. El abogado de guardia: ‘¿Sabes qué? Te doy diez mil pesos pero déjame salir’ ¡Es que así se trabaja! Sale, yo te meto con faltas administrativas y te vas. Le bajan a uno mucho la moral porque uno como policía se arriesga. Arriesga su vida, su trabajo, a su persona y a su familia. ¡Para nada, para nada!”
Éste es un fragmento del estudio antropológico de María Eugenia Suárez de Garay Los policías, editado por la Universidad de Guadalajara y el ITESO en 2006 y en el que se plasma —por medio de cientos de entrevistas realizadas a policías, que se encuentran situados en el primer contacto ciudadano— cómo transcurren y se desarrollan los vicios policiales que desembocan en los mandos altos, que propician y hoy son los responsables de grandes cadenas de corrupción y crimen organizado en nuestro país.
La autora establece una temporalidad analítica a partir de tres momentos clave en la carrera policial: la conformación de la opción policial, la socialización formal y el proceso de metamorfosis. En la etapa intermedia, el sujeto, el policía, el poli, el azul, comienza a vivir las discrepancias entre el mundo real y lo predicado en la academia, y se somete a la presión de las inercias, de los compañeros, se aviene a convertirse en “chivas” y su decisión comienza a sufrir distorsiones. Es la simiente que da lugar a una perversión de la profesión, hasta llegar ante los actuales exponentes de dos mundos difíciles de distinguir entre la delincuencia organizada y los altos mandos policiales.

Sólo cinco por ciento de los delincuentes nos trae de cabeza
De acuerdo a un estudio reciente, los delitos que más contribuyen a la percepción de la inseguridad en México, son los siguientes: homicidio intencional, secuestro, violación, tráfico, comercio y transporte de drogas, tráfico de armas, tráfico de personas, lavado de dinero, robo de vehículo, piratería, contrabando, robo violento a persona, robo a casa habitación, robo a camión de carga, negocio, persona y banco.
Encuestas del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI), levantaron estos resultados, que fueron procesados por el Centro de Estudios para el Desarrollo, Asociación Civil (CIDAC) y una de las conclusiones más contundentes es que el 5 por ciento de los delincuentes de una sociedad determinada, comete entre el 65 y el 70 por ciento de los delitos más graves del listado anterior.
Hay entonces, según el estudio, malandrines “muy trabajadores” que pueden asaltar en una noche hasta seis personas y bandas que roban decenas de coches en el mismo lapso.
“De esta forma, una pequeña porción de los delincuentes y una proporción minoritaria de los incidentes delictivos, son los que más han contribuido a robarnos la tranquilidad y la seguridad a los mexicanos”, dice el resumen.
Pero de los delitos que más tememos los mexicanos, únicamente se levantaron 307 mil denuncias en el año pasado. Si recordamos que sólo el 12 por ciento de los crímenes se denuncia, nos podemos dar una idea muy somera del alcance de las violaciones que se cometen en nuestro país, “éstos son los delitos que más tememos y de los que nunca quisiéramos ser víctimas”, agrega el documento.
“Además del amplio y sofisticado ámbito de operación, y el poder económico de los grandes grupos criminales, se ha constatado la fortaleza de uno de los pilares más contundentes de la delincuencia organizada: el contubernio del hampa con agentes de la autoridad”, se expresa en la investigación.
Explica que pesar de los discursos políticos que datan de hace 15 años, tiempo en el que se presume se ha recrudecido la inseguridad en México, el saneamiento de las corporaciones y la honestidad de los policías están pendientes y que la desconfianza recíproca entre las políticas públicas y los erráticos comportamientos de los mandos “han permitido que la inercia y los intereses delictivos aniden y se fortalezcan en el seno de las instituciones que deberían combatir el crimen. El camino que enmiende este oscuro panorama comienza por el saneamiento de las corporaciones, el compromiso de la clase política con políticas integrales y sostenidas, la protección de víctimas y agentes de la autoridad y el combate a la impunidad, que tiene un índice apabullante: 98 por ciento”.
Por último, la tesis insiste en que el crimen organizado tiene tres anclajes que deben combatirse: “Capacidad de operación sofisticada en ámbitos cada vez más extensos y complejos de actividades delictivas; capacidad financiera que les permite operar, equiparse y corromper a autoridades; y algún grado de contubernio y penetración entre agentes de la autoridad. En estos tres frentes debe darse una lucha consistente y estratégica”.

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