Con el personaje en mente

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En ella era más deseo que verdad. Era no querer estar en la Historia ni buscar protegerse en las fortalezas del Mito. En ella era mejor verse, a sí misma, imaginando a alguien distinta —y distante— en el correr de los minutos. Era una mujer extraña, enigmática, de una belleza que hacía imposible olvidar. Era una mujer para quien la vida desbordaba a la vida como concepción humana.

Hablaba poco; pero no siempre le ocurría esa resistencia para pronunciarse ante el otro. Cierto: prefería escuchar, y ver, y admirar, y atender los fondos del alma y del pensamiento. Prefería acomodarse en un lugar para pensar y escribir, para reflexionar y crear con todas las fuerzas del mundo.

( ( ( Otras puertas. Otros espacios.

El experimento consiste en llevar a posibles contrastes el cuerpo de ese ser en quien pensé inicialmente, para dibujarlo en condiciones increíbles, y no obstante, probables. Para lograrlo, quiero dibujar la siguiente condición: Pareciera que “olvidar” y “no recordar” significaran lo mismo. Dudo que esta ecuación lingüística alcance el valor  funcional de la sinonimia. Dentro de la pragmática lingüística podría ser que el valor de las equivalencias semánticas ocurra de una manera fina y sofisticada. Hasta convincente. Pero desde la psicolingüística, es poco probable que las equivalencias semánticas puedan ser aseguradas y demostradas sin temor a equivocarse.

“Olvidar” y “no recordar”, observados estos signos desde una perspectiva psicolingüística, hacen complicado aceptar las equivalencias semánticas entre una y otra expresión. Antes bien, las diferencias radican en que uno y otro signo conllevan la idea de asociación a campos semánticos distintos. “Olvidar” hace pensar en lo contrario a memorizar, en tanto que “no recordar” hace pensar sólo y nada más que en negar el recordar. Recordar y memorizar no significan lo mismo. Por lo tanto: “olvidar” y “no recordar” difícilmente podrían tener equivalencia semántica en la mente de un ser que ha sufrido hasta lo inverosímil. Como es el caso del personaje en quien he estado pensando desde que inicié este ensayo.

Que alguien olvide o que no recuerde una fecha, un nombre o una palabra, acaba produciendo, tal vez, una situación de equivalencias semánticas en el campo pragmático; pero no en el espacio psicolingüístico.

Quien realmente asume una voluntad para no querer estar ni en el Mito ni en la Historia, ha de poseer un mundo interior colmado de olvidos y de no recuerdos. Se trataría de un personaje en quien están presentes el olvidar y el no recordar como condiciones para distinguir y significar diferentes experiencias llenas de dolor y sufrimiento.

Paso ahora a presentar unos datos y unos hechos narrativos, los cuales comprenden —mas no necesariamente explican— la existencia de ese personaje que se rehusó a estar en la Historia y que tampoco quiso protegerse en las fortalezas del Mito.

De 1921 a 1922 un millón de personas en Ucrania se murió de hambre.  En 1922 Quisling estimó que, de los tres millones de judíos en el país, “el número de judíos que sufrieron de hambruna y enfermedad no está lejos de los dos millones”.

[…]

Al final, cuando ya no quedaba nada que vender, Mania, ya medio paralizada y en medio del invierno ucraniano, se quitó sus propios zapatos, los vendió y se envolvió los pies con harapos.

[…]

Pinkhas llevaba el equipaje sobre las espaldas, con Clarice atada a su pecho, aguantando a la tullida Mania sobre el brazo.

(Del libro de Benjamin Moser: Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector; editorial Siruela, 2017; pág. 56.)

 

Migración, hambre, enfermedad, desprecio, fueron los signos que acompañaron, en su infancia, al personaje sustancial en quien he estado pensando en todo este trayecto: la escritor Clarice Linspector. Son los signos de un tiempo, de una época, de una historia.

Por lo que parece, el mundo no ha cambiado mucho desde entonces. En los hechos, más que en los datos, radica la experiencia con que sufrimos el mundo en que nos situamos. ¿Cómo es el mundo en que estamos viviendo la experiencia de los datos y los hechos en nuestra vida diaria?  ¿El mundo como un infierno? ¿El mundo como un teatro? ¿Qué es eso que preferimos no recordar? ¿Qué será todo eso que olvidamos? El personaje me dice: “No hay vida que olvide la muerte”.

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