La utilización de un álter ego casi siempre nos permite reconocernos de una forma distinta, o explorar una serie de nuevas posibilidades con la finalidad de creación. Para Fernando Rivera Calderón, este asunto tiene una estrecha correspondencia desde el punto de vista artístico, particularmente relacionándolo con la música y la idea de experimentar de la manera más libre. El también periodista y escritor encontró en la concepción de Monocordio el álter ego perfecto para reconstruir una postura personal a través de la canción.
“Desde pequeño me gustó escribir. Digamos que el periodismo sólo fue un vehículo para practicar. Lo que me agrada de Monocordio es que realmente la emoción de donde parten las canciones posee algo bello. Este momento para mí es sagrado, de emociones profundas, incluso de creencias que tengo sobre la existencia. Es un espacio de libertad: el lugar que me permite descansar de muchas cosas”.
El sonido de Monocordio puede ser en determinado momento aterciopelado y de tintes introspectivos. Sin embargo, la composición de los temas no está restringida a estos cánones y recorre toda una gama de sensaciones que terminan convirtiéndose en una experiencia encendida, en un sobresalto en el escenario.
“Soy una persona compleja, algo esquizoide. Tampoco podía dejar de lado las composiciones humorísticas. Tengo un sentido muy crítico hacia mí mismo y hacia los demás. El grupo suena a tres grandes amigos haciendo música. Hemos sido cómplices de muchas cosas. Es una explosión natural”.
Fernando Rivera Calderón tiene como compinches a Alonso y José María Arreola, músicos experimentados que enriquecen “Pájaros y cuchillos”, un espectáculo lleno de canciones que pueden traducirse en un abanico de cuestionamientos sobre el amor y la vida, pero también en preguntas sobre el desamor y la muerte. Desde esa dualidad, el trío ofrecerá un concierto que presume llevarnos de la fragilidad hacia la fortaleza.
