Cómo la cultura ha modelado los genes

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Hay una idea muy extendida que asume que los humanos no hemos evolucionado desde que somos humanos. Que la cultura ha suplantado las presiones evolutivas y que ya no hemos cambiado.
Pero no es así. Nuestro cabello, ojos y piel dicen claramente: hemos cambiado y seguiremos cambiando. De hecho, las investigaciones actuales señalan que la cultura es ahora la fuente de nuestras variaciones genéticas.
Los antropólogos están investigando cuáles prácticas culturales son las que modifican nuestro genoma. Y los genetistas están realizando análisis de las variaciones de los genes humanos que revelan cómo cientos de genes han cambiado en respuesta a las actividades humanas.
El argumento de que los genes y la cultura han co-evolucionado, tiene apenas unos 30 años. El primer problema con el que se enfrentaron fue la falta de una definición de cultura que se pudiera usar.
Generalmente se dice que la cultura es una multitud de creencias, valores, conductas y tradiciones asociadas a una población en particular. Pero los genetistas y los bio-antropólogos adoptaron una definición más pragmática y definieron la cultura como la información que es capaz de afectar la conducta del individuo, la cual es adquirida de otros individuos por medio de la enseñanza, la imitación y otras formas de aprendizaje social.
Los dos modelos propuestos se llaman teoría de la co-evolución cultura-genes, la cual explora cómo los procesos culturales y genéticos interactúan, y la teoría de la construcción de nichos, que investiga el impacto evolutivo de la modificación de los ambientes por parte de los organismos.
Estudios antropológicos de la co-evolución cultura-genes
Los pobladores del oeste de ífrica, que hablan la lengua kwa, son unos agricultores del ñame, un tipo de papa dulce, que para ser cultivada necesita que se abra un claro en la selva. Esto ha tenido como consecuencia que el agua de lluvia se estanque y que el mosquito que porta la malaria prolifere. La malaria se volvió un problema de salud hasta la invención de la agricultura. Pero esto ha intensificado un proceso de selección natural en la hemoglobina S (HbS) que confiere protección contra la malaria (Livinstone, 1958).
Otro caso es el de los polinesios, quienes fueron expertos en la navegación a lo largo del vasto océano Pacífico. Semejantes travesías los enfrentaron a periodos largos de inanición, por lo que hubo una fuerte selección para generar en ellos un metabolismo que fuera energéticamente eficiente, lo cual causó una modificación en el alelo asociado a la diabetes tipo 2 (Myles y colaboradores, 2007).

Selección sexual
Tal vez el mejor ejemplo de co-evolución cultura-genes es la selección sexual. Escoger una pareja es una preferencia transmitida culturalmente, ya que los individuos deben aprender cuáles son las características deseadas en los sujetos del otro sexo. De esta manera los genes asociados con nuestra apariencia física son de los que se ha observado una mayor adaptación a las preferencias de grupos particulares.
Por ejemplo, el tono de piel más claro en todas las poblaciones no africanas es el resultado de la selección de genes de la pigmentación (Myles y colaboradores, 2007). De la misma manera se ha descubierto que hay varios genes que han cambiado hace poco para la morfología del cabello (el receptor A para la ectodisplasina) y el color de ojos (los genes SLC24A4, KITLG, TYR y OCA2).

Respuesta genética a la dieta humana
El consumo de almidón es uno de los rasgos sobresalientes de aquellas sociedades que viven de la agricultura, comparados con los grupos humanos que lo consumen menos, como los pastores o los cazadores-recolectores. Se ha encontrado que el gen para la amilasa salival (AMY1) está positivamente correlacionado con una dieta rica en almidón, es decir, a más almidón se come, hay más copias del gen AMY1 (Perry y colaboradores, 2007).
Hay también evidencia de la selección derivada de la dieta en el grosor del esmalte de los dientes y los receptores al sabor amargo; además, se puede afirmar con mucha seguridad que existen señales de evolución en los genes que tienen que ver con el consumo de alcohol en los sujetos que viven en el este de Asia (el gen ADH), que los hace hipersensibles al mismo, pero que curiosamente se piensa que sirve como un mecanismo adaptativo para evitar el alcoholismo (Chen y colaboradores, 1999).
Así se ha abierto una puerta a los estudios culturales dentro de la genética, y debería abrirse otra en sentido contrario: de la cultura a la genética. No vamos a dejar de cambiar, ya sea en nuestra apariencia física (¿llegaremos a tener el pelo verde y los ojos rojos, porque en el transcurso del tiempo se consideró que era sexy?) o en nuestra cognición (¿algunos podrán enfocar su atención por periodos prolongados de tiempo, mientras que otros serán capaces de captar más estímulos que el resto de la gente?).

*Departamento de Neurociencias, del CUCS

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