Cohen en estado puro

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Sobre una silla vieja, Leonard Cohen reposa, mientras dirige su atención hacia un pequeño libro. De sombrero, gafas y traje negro –nunca se sintió cómodo con la mezclilla– parece sumergirse en recuerdos y pensamientos que le permiten vislumbrar situaciones, pequeños detalles que quizás otros no conseguimos percibir. Detrás está la sombra del poeta que vigila celosamente un pequeño jardín. Sin embargo, Leonard Cohen no está solo, diferentes sombras se deslizan con sigilo. La escena es una interpretación concerniente a Old Ideas, el álbum más reciente del cantautor canadiense.
Siempre fascinante y enigmático, Leonard Cohen edita un disco que no sólo ratifica su condición como artista visionario, al mismo tiempo, Old Ideas lo sitúa en uno de los momentos más brillantes de su trayectoria, en un instante que muestra el estado más puro de este cantautor. Circunstancias que no poseen ninguna relación con la casualidad. A estas alturas, después de álbumes decisivos, entre éstos Songs of Love and Hate, New Skin for the Old Ceremony, I´m Your Man y Death of a Ladies’ Man, podría resultar absurdo preguntarse ¿quién es Leonard Cohen? Lo cierto es que el cuestionamiento adquiere mayor importancia que nunca. La respuesta es sencillamente: poesía pura.
Cohen es claro, no disimula en la forma básica de concebir su trabajo. Menciona que cuando escribe se considera un absoluto principiante. “Tomo una guitarra y un papel en blanco, empiezo desde cero, es una lucha contra el silencio, contra mis propias debilidades”. Su declaración tiene un vínculo directo. En Old Ideas los temas constituyen una sincera declaración que se articula a través de diez temas, canciones que, cuando se acaban los adjetivos, resultan simplemente magia.
Para conseguir la fortaleza musical en este nuevo material, Cohen invitó a Patrick Leonard, Anjani Thomas, Ed Sanders y Dino Soldo, músicos que aportaron recursos creativos. La consecuencia es un trabajo completo y elegante. El piano y los coros etéreos acompañan y enmarcan la profunda voz de Leonard Cohen, con el perpetuo tono sereno que la caracteriza, y en contradicción, siempre aguardando el instante preciso para estallar y provocar emociones.
“Going Home” es un diálogo íntimo con el mismo Cohen. “Me encanta hablar con Leonardo, el deportista, el pastor, el perezoso bastardo con su traje”. En “Amen”, un banjo marca el ritmo, para que después una trompeta rompa en total melancolía. Por su parte, “Darkness”, primer sencillo de este álbum, muestra a un Leonard Cohen reposado, consciente de la oscuridad, algo que continúa presente en su vida, pero ahora vista desde una perspectiva distinta.
“Tú eras joven y era verano, sólo tenía que zambullirme, fue fácil ganarte, pero la oscuridad era el premio. No fumo cigarrillos, no bebo alcohol, no he amado mucho todavía, pero siempre ha estado tu llamada, nunca la pierdo nena, no tengo paladar ya para nada”, traduce Joaquín Sabina.
Cohen dice en una entrevista para el diario El País: “Sé muy bien que la edad tiene mucho que ver con mi actual libertad, y también sé que a medida que te haces viejo se van muriendo las neuronas de la ansiedad. Mi retiro, y mi maestro, no tienen nada que ver con la religión, sino con el estado de la naturaleza de las cosas, con la relación que mantienen los objetos y los sujetos. No hay dogma, ni rezos, se basa en análisis personales. Es más bien científico. Quizá el bienestar depende de la disciplina. Aunque creo que depende más del estado de las neuronas de la ansiedad”.
Al final, después de escuchar “Show me the place”, “Anyhow”, “Crazy to love you”, “Come healing”, “Banjo”, “Lullaby”, y Diferent sides”, canciones que completan Old Ideas, queda la sensación de que este disco es inagotable, y poco clasificable. Para algunos puede ser un monumento al blues. No obstante, la percepción que tengo es que va más allá en su contenido musical. Old Ideas habla de cómo debe construirse la música en este momento de inmediatez y uniformidad. El álbum es un arrastre inevitable que mantiene atentas las sensaciones. Se trata de las enseñanzas de alguien que, desde hace tiempo, ganó a pulso el título de maestro.

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