Civilizar la ruina

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Los vestigios arqueológicos dan cuenta de nuestro pasado. Las distintas sociedades humanas, las que llamamos civilizaciones, pueden ser estudiadas a partir de aquello que les sobrevive. Edificios sorprendentes, pirámides, palacios, complejos sistemas hidráulicos, o a veces sólo un puñado de rocas que unas sobre otras mantienen un débil equilibrio, nos hablan de aquellos que las construyeron y su sociedad en su conjunto. Con todo lo que permanece se escribe la historia, el conocimiento que las sociedades posteriores legitiman en sus discursos. Ahora, en una sociedad como la mexicana tan resquebrajada y corrupta ¿qué nos sobrevivirá?, ¿cuáles son los grandes avances, los admirables monumentos que permanecerán luego de la hecatombe?, ¿qué dirán sobre nosotros los basamentos de los enormes e inhumanos fraccionamientos que hoy son nuestras ciudades? Civilización es una obra de teatro que actualmente se presenta en el Teatro Experimental y que discute estos asuntos. Escrita por el dramaturgo Luis Enrique González Ortiz Monasterio, mejor conocido como LEGOM, esta obra elimina las capas de cebolla que envuelven, casi de forma infinita, la problemática del Estado mexicano para ir desvelando algunos de los obscenos rostros que tiene la corrupción.

Mientras en nuestra ciudad seguimos sumando los edificios patrimoniales derribados por la ambición rapaz de las empresas constructoras y la complicidad de las autoridades, el director escénico Víctor Castillo, presenta en Civilización algunas postales que retratan una especie de cronología de hechos que ilustra lo que ocurre en las oficinas de gobierno cuando se enfrentan estos intereses. Los actores Francisco Rodríguez, Alberto Medina y Teófilo Guerrero representan a un empresario constructor, un presidente municipal y un funcionario de obras públicas, respectivamente, agentes que deciden el trazo y la viabilidad técnica y operativa de nuestras ciudades. Pero también son los elementos mínimos necesarios para fraguar un plan tramposo que haga de la ley la letra muerta que conocemos. La puesta escénica se presenta desnuda de elementos decorativos, no hay dispositivos escenográficos que acompañen el diálogo e interacción de los personajes, quienes no poseen otro maquillaje o atributo que sus intereses.

Atrás de la evidente fealdad que poseen muchos de los edificios que ahora se construyen en las ciudades mexicanas no sólo está el lucro y el atropello a la ley y a los planes de desarrollo social, sino también el deseo real de quienes los erigen por ser parte de algo “grande”, de quienes confunden lo grandote con lo grandioso. El problema más grave que México enfrenta actualmente no es de seguridad, ni tampoco económico, es claramente ético, de ahí su gravedad. Si bien la puesta en escena cumple en lo general, se echa en falta la sucia profundidad que poseen las relaciones entre cínicos, esa tensión perversa que se da entre los personajes que son capaces de justificar el más grave delito.

En Civilización encontramos al nepotismo como una de las primeras fuerzas que irán derribando, una a una, las piezas del dominó que es la legalidad. Pareciera que la autoridad no tiene otra función que coludirse con el único poder que reconoce, el económico, para entonces hacerle el trabajo sucio y legitimar el despojo. El empresario y el presidente municipal tendrán que llegar a un arreglo, no con base en la aplicación de las normas regulatorias, sino al equilibrio de los intereses que cada uno busca. Lo demás se arregla con dinero, ¿o no?

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