Ciudadanía y elecciones 2012

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En los artículos 39, 40 y 41 de nuestra carta magna, se estipula que la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno. Como república democrática, nos rigen los valores básicos de la democracia moderna y de su principio constitutivo (la soberanía popular): la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Cuando se habla de pueblo soberano, esta expresión alude al conjunto de ciudadanos, es decir, de los hombres y mujeres que gozan de derechos políticos y que pueden, por consiguiente, participar de un modo o de otro en la constitución de la voluntad política colectiva, de acuerdo a sus intereses, ideologías, percepciones y conocimientos acerca de las diversas propuestas que presentan las diferentes corrientes políticas.
En pleno proceso electoral ordinario 2012, los ciudadanos hemos sido los grandes invitados marginados a la gran fiesta, que reclamamos el primer lugar en la mesa principal. Si bien los votos nos dirigen a elegir los cuadros básicos de representantes políticos que gobernarán, éstos olvidan que la participación democrática no se acaba con el simple sufragio de cada tres o seis años. Como bien mencionó el politólogo Mauricio Merino, “representación y participación forman un matrimonio indisoluble en el hogar de la democracia”, pero esto no limita a que los votos sean la única forma plausible de darle vida a la participación democrática. Para que esa forma de gobierno opere en las prácticas cotidianas, ciertamente es indispensable que haya otras formas de participación ciudadana más allá de los votos.
Si bien cada individuo es libre de elegir las formas de participar en la vida pública de su entorno, de acuerdo a su propia voluntad política y el interés expreso de hacerlo, ésta debe ser una constante en nuestro quehacer social, para coadyuvar a las tareas de fortalecer nuestra propia vida democrática, demandando qué y cómo queremos que se realicen las cosas. Es inoperante tener que esperar tres o seis años para castigar o premiar las capacidades y forma de gobernar de los partidos, cuando de manera cotidiana se observan los resultados reales que producen las acciones que ejecuta el gobierno o de los temas que llevan a tribuna nuestros representantes legislativos.
La capacidad de gobernar se muestra acreditando la atención de los problemas reales, potencializando los recursos legales, económicos, científico-tecnológicos y hasta políticos de los ciudadanos en lo público y lo privado, maximizando estos capitales en pro del desarrollo integral.
Cuando se buscan intereses personales o cupulares, los problemas se agravan y no se impacta favorablemente en las condiciones sociales, económicas y políticas del pueblo, con la consecuente decadencia democrática, donde la soberanía popular solo está en el papel y no en la práctica.
Con dos debates nacionales y dos estatales, los ciudadanos conocemos de manera somera algunas propuestas de los candidatos, pero por desgracia tenemos más un amplio conocimiento de sus filias y fobias, producto del espectro político y empresarial que los llevaron a las candidaturas que hoy ostentan. Ante esto, ¿qué podemos hacer los ciudadanos “de a pie”, que nos informamos a través de la prensa impresa, digital o en la radio? ¿Realmente sabemos por quién ir a votar?
Más allá de guiarnos por la simple mercadotecnia de las emociones que rigen las campañas políticas, invito a los lectores a que previo al 1º de julio, se informen de las propuestas de cada uno de los candidatos. Que escudriñen quiénes son y cómo ha sido el trabajo que han desempeñado con anterioridad, de quiénes se rodean y se acompañan, para conocer si quieren realmente servir al pueblo o servirse de nosotros.
Que la boleta de papel o la urna electrónica sean nuestra principal invitación a la fiesta democrática, para después sentarnos en la mesa a compartir y departir el futuro de nuestra sociedad. No seamos simples espectadores, disfrutemos y participemos de ella ahora, para impedir que los políticos bravucones, ambiciosos o interesados solamente en el poder, nos gobiernen en los años por venir.

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