Cantos olvidados

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080214 arte y gente OPERA TOSCA EN PLAZA LIBERACION QUE SE PRESENTO CON FERNANDO DE LA MORA EN EL TEATRO DEGOLLADO FOTO RAFAEL DEL RIO RDR010

Los mexicanos no estamos acostumbrados a la ópera. Así como suena.
Esta representación es considerada por muchos un espectáculo aburrido, difícil o dirigido exclusivamente a oídos exquisitos. Tal vez por su naturaleza elitista, quizá por incomprensión cultural o porque sólo se cultivaba en Europa, su persistencia en México se torna difícil.
Para Fernando de la Mora, uno de los tenores más reconocidos en escenarios internacionales, el problema es la falta de tradición: “En México no estamos acostumbrados a la música clásica, no forma parte de nuestro diario quehacer. Sería muy interesante que la gente adopte la música clásica como una opción más, no como la única opción, se deben tener muchas acciones musicales”.
“La música clásica abre muchos sensores en el ser humano y nos desarrolla el sentido de la cultura de otra forma, así como la música popular, la ópera debería formar parte de nosotros”.
De la Mora, quien presentó en Guadalajara su disco número 35 que incluye temas de José Alfredo Jiménez, habló de deshacernos de la mala música, es decir, la música hecha para vender y que no se preocupa por la calidad.
Hay artistas como Celia Cruz, Juan Luis Guerra, Juanes, Maná y Jaguares que tienen un concepto musical definido y se comprometen con él, por lo que después de décadas siguen vigentes por su calidad, dijo el tenor que además de música clásica canta desde hace 20 años música popular.
Desde tiempos antiguos, la música ha jugado un papel importante en las representaciones teatrales. Durante el Renacimiento, entre los actos de una tragedia o comedia se incluían intermedios, pequeñas puestas en escena de tema pastoril que de alguna forma fueron los antecedentes de la ópera.
Según documentos de la Secretaría de Educación Pública, fue en Florencia donde un grupo de intelectuales que se hacía llamar Camerata Florentina, se interesó en crear una nueva visión del teatro clásico. Así surgió un estilo que usaba el “recitativo” esto es, una línea vocal entonada de modo declamatorio y libre, con un sencillo acompañamiento instrumental.
Claudio Monteverdi, considerado el primer gran compositor de óperas, fue uno de los responsables de dar protagonismo a la música por encima del texto, e introdujo la orquesta: desapareció el primitivo estilo de la ópera in música, dando lugar a la ópera lírica, y en consecuencia, a un género dramático.
Tanto influyó la ópera en las artes que cruzó el Atlántico para llegar al continente americano, donde la sociedad virreinal acogió estas expresiones artísticas.
La importación
Las primeras formas musicales europeas, particularmente en la Nueva España, fueron la misa y el villancico en todas sus variantes.
En 1821, cuando México consiguió su independencia, la ópera italiana dominaba tanto el ámbito internacional como el entorno nacional. En ese contexto surgieron compositores mexicanos de óperas y música de salón. El primero de ellos, Luis Baca, debió su éxito a la buena aceptación del público y al acompañamiento de músicos europeos. Su obra Ave María, estrenada en la iglesia de Nuestra Señora de Loreto en 1850, triunfó en los círculos parisienses pero fue ignorada en México, al igual que diversas representaciones extranjeras.
Durante la época porfirista comenzaron a llegar a escenarios mexicanos compañías operísticas, principalmente francesas y españolas. Debido al movimiento revolucionario las corridas de toros fueron prohibidas, por lo que el empresario Pepe del Rivero decidió contratar a cantantes como Tita Rufo y Enrico Caruso, mediante la empresa Ópera S. A. para llenar aquel espacio que había dejado el arte taurino.
Tiempo después, para 1943, se creó la asociación civil Ópera Nacional, auspiciada por la banca y el gobierno, la cual organizaba regularmente temporadas de ópera para satisfacer al público mexicano aficionado.
El Instituto Nacional de Bellas Artes inició de manera formal sus actividades operísticas en 1948 con una temporada de la compañía a la que se le dio el nombre de Ópera de Bellas Artes.
Aunque en México la ópera fue adoptada desde la época virreinal, hacer ópera en México es un acto de necedad y persistencia. Por lo menos en opinión del compositor mexicano José Antonio Guzmán (El Universal, enero 2006) quien debió insistir durante 14 años para que las autoridades programaran el estreno mundial de la versión definitiva de su Ambrosio.
Para la mezzosoprano mexicana Ana Caridad Acosta hay poca actividad operística, bajos salarios y preferencia por los extranjeros.
Según Antonio Guzmán: “Es un espinoso y cruento camino para hacer ópera en México, lo cual me parece detestable, más aún si consideramos que ese género surgió aquí desde el siglo XVII. Somos el país de América con mayor tradición operística. Hemos olvidado nuestro pasado musical; en el siglo XIX hubo grandes compositores, como Melesio Morales, y parece que los funcionarios de la cultura lo olvidan, lo desconocen o simplemente no les interesa”.
Los tres cantantes mexicanos, De la Mora, Guzmán y Acosta, coincidieron que la ópera debería de apreciarse como un género más, y no excluirla de la barra musical.

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