Benedetti en Guadalajara

Este año se cumple el centenario del nacimiento del escritor uruguayo, que en su obra supo representar la vida y los sentimientos de aquellos sencillos ciudadanos que viven, normalmente, fuera de los grandes escaparates del mundo social

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Centenario de Mario Benedetti

 

En 1991, Mario Benedetti y Daniel Viglietti, ofrecieron un concierto en el Hospicio Cabañas. El periódico en el que trabajaba me pidió una entrevista con el escritor. Temprano estuve a las puertas del recinto. Ya entrada la noche, sentimos la presencia de Benedetti. Apresurado lo busqué. Le pedí la entrevista y me dijo: “No, ya comienza el concierto”. A mis espaldas escuché las carcajadas de los compañeros reporteros. Y me sentí avergonzado. Benedetti dijo No, pero se detuvo y conversamos algunos minutos —off the record—. Hoy sus palabras me enorgullecen.

Benedetti y Viglietti, esa noche, llegaron al Cabañas como parroquianos simples, como si la costumbre —la de ellos— hubiera sido caminar por años la explanada y la Plaza Tapatía—: bajaron de un auto en la avenida Hidalgo y sin más subieron la escalinata y se aparecieron en la entrada: donde ya se enfilaba la multitud que los iba escuchar. Fue allí que lo reconocí. Fui hacia él y conversé apenas unos minutos; se despidió y los vimos cruzar el portón. Luego de un rato la multitud recorrió los pasillos hasta encontrar el segundo patio del Hospicio, donde ya se habían hacinado otros, los más.

En lo alto del estrado, después de un momento oscuro —que permitió mirar las altas estrellas— aparecieron Mario (el poeta) y Daniel (el cantante).

Mario Benedetti lo mismo escribía obras de teatro [Pedro y el Capitán], que versos [Inventario], novelas [La tregua] y ensayos [El escritor latinoamericano y la revolución posible], periodismo [Crónicas del 71] y canciones [Canciones del más acá]. Tuvo, además, la gentileza de escribir un libro sobre su compañero de escenarios, juglar con quien recorrió todo el continente latinoamericano: Daniel Viglietti, ofreciendo su espectáculo.

Autor de una gran obra (por acumulación y calidad, fue el poeta de lo sencillo, y el cronista-flâneur que construyó, desde todas sus patrias, el canto del hombre sin atributos. Poeta coloquial y conversacional —sencillo—, con un enorme vínculo con el lector; la obra del uruguayo se abrió, desde siempre, hacia dos líneas específicas: el sentido de lo sentimental (o de los sentimientos) y, también, hacia la inteligencia (la conciencia del ser latinoamericano), que nunca lo abandonaron ni abandonó.

Su obra poética y narrativa retornan al lector a “esa vieja costumbre de sentir”, a la que muchas veces se refirió el propio Benedetti, y que, como él mismo dijo, “está cayendo en desuso”, porque la gente “como que siente vergüenza de sentir y de manifestar sus sentimientos…”

De allí que no sea para nada reprochable, sino justificable, que en el rito de iniciación de muchos al mundo de la lectura (y a veces la escritura), esté presente el nombre del poeta.

El trabajo literario de Benedetti apostó a la comunión entre la vida y la poesía, entre las historias narrativas y la realidad, entre la creatividad y la razón: el corazón y la conciencia… Fue él quien volvió evidente (en sus textos) la existencia de una clase social que, invariablemente, sufre y goza la contundente realidad fuera de los lazos con el poder del Estado, de aquellos sencillos ciudadanos que viven de igual manera el amor y el odio, la felicidad y la injusticia social; la cultura de la ignorancia; los tiernos labios de una mujer o el desamor…

Los protagonistas de sus poemas, sus cuentos y novelas son simples ciudadanos, aquellos que padecen los contrastes y contradicciones sociales de los países que conforman el grueso conjunto geográfico y social de América Latina.

Esa noche de su concierto con Viglietti, lo pude constatar: la gente, sus lectores, eran estudiantes de la facultad de filosofía y letras y personas comunes que habían hecho el esfuerzo de ir y pagar por escuchar al cantante y al poeta.

Hoy ambos han muerto. Daniel Viglietti el 30 de octubre de 2017; Mario Benedetti el 17 de mayo de 2009, y este año se cumple el centenario de su nacimiento, que ocurrió en Paso de los Toros, el 14 de septiembre de 1920.

Los juglares uruguayos ahora realizan sus conciertos en el Olimpo, el lugar de los dioses latinoamericanos.

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