Avanza el ruido

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071013 ciudad y region caos vial en el viaducto de lopez Mateo, a la altura de plaza del sol. foto giorgio viera.

Le gusta rock y no escucha la música fuerte. Aún así, Enrique (médico) tiene disminución auditiva. Debe soportar zumbidos en los oídos y bromas de los compañeros.
Hace dos años, los otorrinolaringólogos le detectaron hipoacusia: 25 por ciento en el oído izquierdo y 20 en el derecho. Causa: desconocida. Él lo atribuye al uso continuo, durante cuatro años, de celulares y equipos de radiocomunicación.
Tiene más de 50 años, le afecta no escuchar y entender las conversaciones. En cuanto a las burlas de los amigos: “estás viejo” o “cómprate un cono”, no le preocupan tanto; “armonizo con mi adversidad”, comenta entre risas.
Asegura que el ruido de la ciudad es “intenso”, por la cantidad de vehículos, muchos de ellos ruidosos, el uso de estereos con alto volumen. Además, “la gente sigue usando el claxon. Hace falta mucho por hacer en el control de los decibeles”.

Tan sólo escucha
Son las dos y media de la tarde del domingo en la colonia Jardines de La Paz. Con música, los negocios de micheladas de la zona reciben los primeros clientes para ver “el clásico” Chivas vs. ímérica. Los televisores están encendidos y las cervezas “bien frías”.
Las avenidas lucen más tranquilas que un lunes o jueves, pero los motores y cláxones de los automóviles son constantes. Incluso el camión urbano con rumbo al centro de Guadalajara lleva su propio ambiente: aire acondicionado, televisión y música pop en la radio. Todo por 9.50 pesos.
El panorama cambia cerca de las avenidas Juárez y 16 de Septiembre, el ruido es estridente. El semáforo marca verde, en avalancha pasan los carros y por lo menos ocho autobuses en un momento.
Empieza el estrés. Los sonidos se agolpan. Camiones ruidosos, bullicio y gritos de los “chavos” y los padres de familia. Los hijos, alegres o con llanto piden algo. “Le valen a diez, le valen a diez” grita un joven, mientras da cuerda a dinosaurios de plástico y colores verde, rosa y naranja. “Oferta, remate, a cinco los borrachitos”, anuncia otro. En los negocios, los dueños dicen estar acostumbrados al ruido.
Los bohemios afinan su guitarra. Payasos entretienen a paseantes entre risas y aplausos. Las tiendas departamentales anuncian el nuevo estereo con música electrónica. Los cafés y bares invitan con estridencia. El silencio no es bienvenido.
Escondida en un puesto de revistas, Fabiola escucha la radio. Antes de encender su cigarro comenta: “el día está tranquilo”.
Trabaja de las 10:00 hasta las 21:00 horas. Los carros ya no la molestan, “es un ruido que tengo que estar oyendo a diario”. Lo más pesado son las manifestaciones “ya que muchas personas vienen haciendo un montón de argí¼ende y no me dejan oír ni siquiera a los clientes”.
También le fastidia cuando el bar —ubicado contra esquina de su puesto— “tiene las rockolas a más alto volumen del permitido”. Pide un minuto de silencio, “un respiro”.
Acepta que después de una jornada termina “con un dolorón de cabeza”. Pero no sólo eso: antes oía mejor, “a veces me dicen las cosas y tengo que preguntar: ¿Qué?”.
Un último rastreo es una plaza comercial. Ahí, entre el abanico de sonidos, los más fuertes surgen de las “maquinitas”, sitios a los que asiste el señor Raúl y su familia. Disfrutan la tarde, aunque procuran no estar mucho tiempo, pues saben del daño.

Focos de atención
En la zona metropolitana de Guadalajara existen muchos puntos preocupantes niveles de ruido. Zonas de tráfico vehicular y en espacios de recreación infantil pasan los 70 decibeles, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS), recomienda no exceder los 60 (dB), opina la especialista de la Universidad de Guadalajara, Martha Orozco Medina.
El problema evoluciona por el aumento de la población, el parque vehicular, los proyectos de infraestructura (vialidades y edificaciones) y la falta de planeación.
Algunas avenidas, destaca la académica, registran importantes elevaciones de ruido hasta en 100 decibeles, como nivel máximo no continuo, que en una condición de exposición frecuente vulnera a trabajadores de la vía pública y a los habitantes aledaños.
Un estudio, en el que participó el estudiante Miguel Bañuelos, destaca que Guadalajara y Tlaquepaque, tienen niveles de ruido por encima de los 78 dB. Tonalá y Zapopan registran niveles sonoros en el rango de los 74-77.
En otros trabajos (publicados en La gaceta, 350) se expresa que los niveles de ruido en el periférico fluctúan entre los 70 y 85 decibeles.
“También hemos encontrado niveles de ruido alarmantes en espacios recreativos, sobre todo donde hay videojuegos”. Adicional a la contaminación visual por la luz, la contaminación acústica puede superar los 90 decibeles, pero no hay regulación, ni advertencias a usuarios o trabajadores.
Detectar “contaminación por ruido significa que hay una fuente que promueve estos niveles de manera significativa” y expone condiciones poco apropiadas de semaforización, acondicionamiento de calles, falta de áreas verdes.

Una generación de sordos
De acuerdo con el documento Guías para el ruido urbano, de la OMS, la deficiencia auditiva en el mundo es el riesgo ocupacional irreversible más frecuente.
En países en desarrollo, el ruido ambiental es otro factor de riesgo. También tiene como origen: “ciertas enfermedades, algunos productos químicos industriales, medicamentos ototóxicos, golpes en la cabeza, accidentes y factores hereditarios”.
Para la médico en comunicación humana, audiología, foniatría y otoneurología, del Hospital Civil de Guadalajara “Dr. Juan I Menchaca”, Janeth Valenzuela Becerra, el ruido es uno de los problemas que más afecta la audición en pacientes pediátricos, jóvenes y adultos.
En la actualidad es considerado un problema de salud pública. Las causas son: trabajo en ambientes ruidosos y alto índice de automóviles. “Antes había un tráfico de dos minutos, ahora es de 15”.
Influye también la música en los autos, los cláxones, los gritos, el tiempo que los jóvenes acuden a discotecas y bares… son varias horas viernes, sábado y domingo, con altos niveles de música. “Ya es una contaminación ambiental general”.
El otorrino de dicho nosocomio, Benjamin Robles Mariscal, destaca: “Es una generación de sordos”. Antes la sordera o hipoacusia por trauma acústico se presentaba en personas de edad avanzada, pero ahora los más afectados son los jóvenes.
“Sobre todo entre los 17 y 25 años, por el uso excesivo de aparatos como el Ipod o el celular con mayor fidelidad, por varias horas y alto volumen”, indica Valenzuela Becerra.
En sólo en dos días de consulta, recibió por lo menos cuatro pacientes, de los cuales tres fueron adultos. “Son las consecuencias de hace muchos años, cuando no había cuidado ni tratamiento”. Y continúa: “Llegó un señor que trabajó en un ingenio azucarero por 25 años”. Otro paciente trabajó como chofer y otro en la obra “en construcciones del paso a desnivel de López Mateos. Le tocaba triturar piedra con un taladro hidráulico y sin tapones”.

Ruido en plazas comerciales
Los centros comerciales cada vez acaparan más el tiempo libre de la población, los niveles de ruido superan lo recomendado por la OMS (70 dBA).
De acuerdo con un estudio realizado por los estudiantes Loyda Chávez y David Hernández, los niveles de ruido en 10 plazas de Guadalajara, varían de 60 a 80 dB(A).
A pesar de la ubicación de los centros comerciales y el alto flujo vehicular, “la condición que prevalece, no representa una situación acústica desfavorable”, reporta el trabajo.
A Orozco Medina le preocupa que en estos focos de atención no exista una política ambiental, pues no se cuida la emisión de ruidos, faltan áreas verdes y un programa de disminución y separación de residuos. Como parte del trabajo, fueron encuestadas 153 personas. La mayoría reporta molestias ocasionadas por el ruido.

Sin atención
Para los especialistas, la contaminación auditiva “está casi ausente de los intereses gubernamentales”, pero también hay una pobre cultura ciudadana.
Robles Mariscal opina: en México, las normas ambientales sobre ruido “no han servido para gran cosa”, pues no son respetadas. “Por ejemplo, en las empresas hay un departamento de trabajo y previsión social que sugieren al trabajador traer tapones para el oído, cosa que no protege”.
Valenzuela Becerra añade que “la ley de tránsito marca no usar claxon en hospitales, escuelas, iglesias… pero nadie hacemos caso de eso. No respetamos, ni ciudadanos ni autoridades”.
Urge monitorear, un programa de concientización y multas para quien no cumpla las leyes, coinciden.

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