Ashida o el arte conceptual

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“Carlos Ashida fue, sin lugar a dudas, un icono en el área del arte no sólo en Guadalajara, sino en México, pues fue uno de los pioneros en generar proyecciones del arte contemporáneo-conceptual en esta ciudad”, asegura Artemio García Uribe, actual curador del Museo de las Artes (MUSA) de la Universidad de Guadalajara sobre quien fuera de 1998 al 2000 su jefe, su amigo y, especialmente, su maestro, en ese mismo museo que ahora lo recuerda con respeto y cariño.

Egresado de la licenciatura en Arquitectura por el ITESO, muy pronto comenzó su labor de curador, primero al asumir la dirección de la Galería Clave y más tarde la del Taller Mexicano de Gobelinos, aunque fue al frente de la Dirección de Artes Plásticas, del Departamento de Bellas Artes de Jalisco, cuando se consolidó como uno de los curadores más importantes en México. Fue además miembro del Consejo Consultivo del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Su trabajo en el Museo de Arte Moderno y el Rufino Tamayo lo consolidó como figura independiente. De ahí que, cuando Roberto Castelán, entonces al frente de la Coordinación General de Extensión,  lo invitara a dirigir parte de la curaduría del Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, la invitación lo tomara por sorpresa, “pues no estaba dentro del ámbito universitario”, no obstante “aceptó muy contento porque Roberto le dijo que lo iba a dejar trabajar… y eso hizo”.

La comunidad artística dedicada desde hace años a un tipo de expresión que no se apega a los paradigmas clásicos, asegura García Uribe, reconoce la labor de Ashida como uno de los personajes que trabajó más en la generación de un espacio de aceptación del arte contemporáneo en Guadalajara, con exposiciones como Aprendiendo menos o la colección de Tom Patchett. “La gente ahora es más abierta, ya acepta más que antes que haya manifestaciones diversas; por supuesto que sigue habiendo sus negativas hacia el trabajo de algunos artistas; pero el público ya no se queja como lo hacía en los noventa; no hay ya tanta resistencia”.

A lo largo de su carrera, en la que primó la discusión y el contrapunto, un sector que crecía año tras año —compuesto de artistas, críticos y aficionados— reconocía y validaba su preocupación por abrir una escena estética alternativa en una ciudad de gran tradición artística. Sin embargo, también enfrentó el desacuerdo y las percepciones de otro sector de la crítica que consideraba a ese nuevo arte como una farsa, una obra carente de rigor técnico. “Siempre estuvo en la mira de Avelina Lésper y conforme fue tomando fuerza Carlos —o el trabajo de Guillermo Santamarina con un ideal común conceptual— también fue cobrando fuerza Avelina”, asegura García Uribe, para quien Ashida representó una marca indeleble en su trayectoria, “como maestro a corta y a larga distancia que afianzó mi curiosidad y mi amor por el arte conceptual”.

Desde el 2014 fungió como curador en jefe del Instituto Cultural Cabañas y “fiel a sus preceptos todo el tiempo” trabajó en diversas exposiciones en las que la experimentación, la curiosidad y el cuestionamiento fueron los pilares de su trabajo. Algunas de ellas fueron “Amén”, “La protesta. Arte y política en la Argentina”, “Dr. Atl.  Rotación cósmica a cincuenta años de su muerte” “Las buenas intenciones”, “De un patio a otro: laberinto”, así como “Rastros y vestigios. Indagaciones sobre el presente” y “Pedro Ramírez Vázquez, inédito y funcional” que aún permanecen expuestas.

Su influencia en figuras hoy consagradas, como Cynthia Gutiérrez, Gabriel Rico o el grupo de artistas Sector Reforma, y su carácter amable, mesurado y observador “dejó un panorama artístico claro. Nos dejó la puerta abierta para que nosotros decidiéramos entrar o quedarnos fuera del área de exhibición”.

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