Arte popular: patrimonio en riesgo

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071031 exposicion de artesanias en el museo regional de Guadalajara, Jalisco, en la foto piezas del la expo Jaliscopio. foto giorgio viera.

Abstraído de la realidad, Pedro se entretiene modelando la arcilla con las manos sobre una base que gira incesantemente. Poco a poco va creando una pieza que tiene forma de florero. Después pone la vasija en un horno caliente y para darle vida a su creación, la pinta de colores de esmalte. El proceso es tardado. Pedro lo hace con mucho amor. Así se lo enseñaron sus ancestros.
Pero los que compran la vasija son pocos. Los demás encontraron un modelo parecido y más económico en tiendas que importan productos chinos, o prefieren buscar piezas más acordes con las modas actuales.
Carlos, el hijo de Pedro, observa que la alfarería es insuficiente para la subsistencia diaria. El poco dinero sólo llega en navidad o cuando se interesan los turistas. Además, los intermediarios se quedan con gran parte de las ganancias, por lo cual prefiere emigrar a la ciudad para encontrar un trabajo de ingreso fijo.
Estas prácticas mitológicas y culturales, que se llevan a cabo desde hace cientos de años, van desapareciendo poco a poco.
La identidad de los jaliscienses se desdibuja cada día más, por la adopción de nuevas modas, la emigración de los pueblos hacia la ciudad, la exigencia de la economía a prácticas industriales y la falta de políticas culturales, explicó Efraín Franco, director del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE), de la Universidad de Guadalajara.
Para las instituciones de gobierno, la artesanía no es considerada una actividad monetaria, porque los artesanos no figuran en el Régimen de Pequeños Contribuyentes (Repeco). De esta manera, la mayoría de los productores no forma parte del presupuesto de la Secretaría de Promoción Económica, dijo Francisco Cornejo, director del Instituto de la artesanía de Jalisco.
Se calcula que en Jalisco existen al menos 12 mil artesanos, pero solamente se tienen localizados a siete mil de ellos. Esta actividad tiene menos aliados, ya que en los últimos años, el 10 por ciento ha dejado la artesanía.
Los artesanos tienen grandes oportunidades en el mercado europeo y asiático, el problema es su falta de organización y dependencia hacia los intermediarios, quienes se quedan con gran parte de los ingresos.
Franco dijo que las artesanías elaboradas con la goma de zapote, mejor conocidas como los chicles de Talpa, se han dejado de producir. Lo mismo sucedió con la talavera en Sayula, con los nacimientos en miniatura que se producían en Tlaquepaque y con las piñatas, que ahora son elaboradas con cartón, inspiradas en personajes de Walt Disney.
América Pedraza Calderón, profesora investigadora de el Colegio de Michoacán, en su conferencia “Arte popular: patrimonio en riesgo”, impartida el mes pasado en el marco del simposio Abriendo camino hacia las culturas de las indicaciones geográficas, expuso que los municipios, estado y federación deben buscar esquemas legales para contribuir a preservar la artesanía como un elemento de patrimonio nacional.
Los organismos internacionales, como la Unesco, cuentan con disposiciones que contribuyen a su preservación, entre éstas, la certificación a la artesanía como auténtica en procesos y materiales de producción.
El Comité consultivo de la Unesco de 2001 definió al patrimonio intangible (concepto aplicado para los asuntos artesanales), los procesos aprendidos por los pueblos junto con el conocimiento y herramientas desarrolladas por una sociedad, así como los productos que crean, sus recursos, espacios y los aspectos del contexto natural y social, como los elementos que dan sentido de continuidad a las generaciones precedentes, y que son salvaguarda de la creatividad de la humanidad.
Sin embargo, México solamente cuenta con dos figuras legales en apoyo a la artesanía: la denominación de origen y las marcas colectivas, pero estas figuras de apoyo son mínimas, comparadas con los esquemas internacionales.
A pesar de esto, los expertos coincidieron en que la marca colectiva es la que más se adecua a las necesidades de los artesanos mexicanos.
Las marcas colectivas son una estrategia legal que permite subsanar la vulnerabilidad en que deja a los productores la ley de derechos de autor, que sólo reconoce titulares individuales de un determinado producto. La marca colectiva protege el mercado de la artesanía y, en consecuencia, los derechos intelectuales de una comunidad sobre un determinado producto. Sin embargo, pocos productores se organizan para obtener estos beneficios.
Michoacán cuenta con cinco productos artesanales certificados con marcas colectivas, y es el estado con mayor número de objetos legitimados, mientras que Jalisco sólo tiene la marca de los equipales.
“El gran problema es que los artesanos no se ponen de acuerdo, y se ven como competencia. No se organizan para obtener los beneficios de esta figura legal”, dijo Cornejo.
Para Pedraza, las acciones gubernamentales deben enseñar a los artesanos a aprovechar a este tipo de figuras y fomentar el desarrollo del artesano por medio de la equidad, dejando de lado las políticas de exclusión social, y con miras a un desarrollo sustentable, sobre la base de la territorialidad. Por este camino es posible que las acciones ayuden a la generación de estructuras autosuficientes que se prolonguen en el tiempo, partiendo de una movilización eficiente, de recursos locales y reforzando la identidad colectiva.

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