Arte en oferta

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Camino hacia el local, lo veo y creo que voy a vomitar. Discretamente observo desde lejos. Me cuesta creer lo que estoy mirando. El lugar es un cementerio repleto de artistas enterrados vivos con comerciantes bailando sobre sus sepulturas. Sus tumbas son anaqueles de metal y en vez de carros fúnebres hay una fila de carritos de acero, dignos de una Bodega Aurrerá, esperando por los cadáveres. Es un pequeño infierno para el arte y a la vez el sueño erótico más húmedo que Warhol pudo tener, sólo que encarnado, plastificado y empaquetado para su venta individual. Estoy frente al vástago híbrido de un mini-súper y una galería de arte. Digo entonces para mis adentros: welcome to the hotel California. Bienvenidos a “SupermercArte: el primer supermercado de arte contemporáneo en México”.
Esta casita del horror cultural se encuentra temporalmente ubicada en el segundo piso de plaza Galerías (desde el 7 de mayo hasta el 15 de junio), apenas a unos pasos de un Starbucks, un punto de venta de Telcel y justo frente a Sport City. Allí, de las 11:00 a las 15:00 horas, y nuevamente de las 16:00 a las 21:00 horas. Lo único que le hizo falta a los organizadores del proyecto fue poner las pinturas, los grabados, las acuatintas y las fotografías dentro de frascos llenos de formol a la luz de focos calcinantes.
Las obras se exponen amontonadas, recubiertas de plástico sellado, en anaqueles de aspecto mediocre, montados sobre cajas de madera llenas de fruta falsa. Las paredes del local ostentan motivos de animales y figuras en colores pop que terminan de acentuar lo grotesco de la propuesta: arte vendido como mercancía, no como arte.
Dicha proposición la respaldan varias frases serigrafiadas en carteles, o sobre las mismas paredes, que invitan al consumidor a aprovechar las ofertas disponibles. En algunas se lee, sobre un fondo naranja brillante, “Entre, tome su carrito y sírvase”, mientras que otras dicen al comprador: “Tómese el tiempo que quiera. Esto no es una galería de arte, es un supermercado”. Las más atrevidas determinan la mecánica mercantil del lugar: “Tome su carrito para efectuar sus compras. Pague en la caja a la salida”, y las más extensas afirman la existencia de un “Arte al alcance de su bolsillo. Más de mil 600 obras originales de 44 artistas lo esperan”.
Al entrar en la página de internet del proyecto, puede notarse que los creadores del concepto difieren en objetivos. Ellos declaran que “SupermercArte es una plataforma concebida con un doble objetivo: […] hacer accesible la obra de artistas reconocidos que una vez al año participan en esta iniciativa y que acceden a ajustar los precios de sus obras para llegar al gran público; y a la vez, ser plataforma de nuevos valores que encuentran en el Súper una forma de darse a conocer, ofreciendo la posibilidad de invertir y apostar por una serie de artistas jóvenes que probablemente van a convertirse, en un futuro, en grandes firmas del arte contemporáneo”. La premisa se remata con la frase, “Regalar arte es, cómo no, regalar cultura”.
Pensemos, pues, en ambas cosas por separado. Por un lado tenemos la idea de promoción; promover la obra de muchos artistas jóvenes y divulgar de forma masiva el arte y la cultura. Éste es el aspecto positivo de la cuestión. Por otra parte, está el hecho de rebajar la pieza de arte al nivel de artículo de compra de supermercado, quitándole lo artístico y lo estético para que el “gran público” tenga pinturas y fotografías al alcance de la mano y del bolsillo. Con respecto a estas dos visiones puestas en conjunto, hay quienes se muestran desagradados y quienes lo ven como un punto a favor para el arte. Entre esta gente se cuentan Daniel Rosas y Blanca Martín, dos curiosos caminantes que durante largo rato se detuvieron en el local de SupermercArte.
“A mí me parece que es buena idea”, dice Blanca; a lo que Daniel contesta, “pues, no sé, no sé qué tanto sacrifica el que sea arte y se venda como simple mercancía”. Blanca afirma emocionada que a ella le dio gusto poder encontrar obras de una artista que le agrada. “Se llama Georgina Arce”, me comenta mientras Daniel vuelve a pensar las cosas y remata diciendo: “Está bien llevar arte a todos, pero no al grado de que tengan que ponerlo como en un supermercado, o no sé…”. Daniel duda bajo la mirada escrutadora de su pareja y ambos siguen lentamente su camino por la plaza, sin haber comprado nada en el local. Finalmente, desde lejos, alcanzo a escuchar el comentario más concluyente de la tarde, saliendo de la boca de Blanca: “Para el arte no sé si está bien, pero para los comerciantes de arte está perfecto”.
Hacer arte o comercio. Rebajar precios o rebajar el talento: he ahí las disyuntivas que nos plantea el primer supermercado de arte contemporáneo en México. Para aquellos curiosos que se acercan al arte por su valor en pesos, este joven proyecto (de no más de cuatro años) parecerá innovador, atractivo y más que nada comprensible. Si el arte se rebaja al nivel del consumidor en lugar de elevar el alma humana hasta las alturas ¿por qué no aprovecharlo? Y para todos los que prefieren el arte por el arte, si quieren llevarse un buen susto o si les hace falta un trago amargo, no dejen de visitar el pequeño local de SupermercArte, el único lugar donde veremos a Waldo Saavedra en un botadero.

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