Arte a pesar de las discordias

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Cuando en las calles de Guadalajara se respiraba el olor a pólvora, y la vida valía poco y los hombres estaban divididos entre conservadores y liberales, comenzó a construirse el Teatro Degollado. La fecha del calendario marcaba el año 1856. Los artistas jaliscienses a pesar de las guerras internas consiguieron construir el recinto más significativo de la ciudad.
En ese periodo México estaba invadido por Francia y era atacado por Estados Unidos, además los mexicanos estaban fragmentados por sus ideas, liberales o conservadoras, lo cual originó la Guerra de Reforma.
Corría la década de 1857-1867, tiempo de revuelta: el liberalismo, o sea, el grupo de hombres que tenía un proyecto de modernización para el país había triunfado. Ellos creían que la república, el federalismo, las elecciones y la libre actuación de los negociantes, comerciantes, agricultores e industriales llevarían a México a la abundancia. Mientras que los conservadores no compartían sus ideas.
La guerra desatada después de la promulgación constitución liberal de 1857, dañó de manera considerable el tejido social de la población y la infraestructura urbana de Guadalajara, recordó el investigador del Colegio de Jalisco Arturo Camacho, en su participación en el I Coloquio internacional de teoría e historia de arte, arquitectura, diseño y urbanismo que organizó la Universidad de Guadalajara, el pasado mes de julio.
Además del exilio, las familias sufrían disgustos internos, fueron tiempos de discordia. Los ciudadanos de las clases pudientes huían o se acomodaban con las necesidades del bando ocupante.
El alarde del liberalismo llegó a extremos individuales como decapitar esculturas en la iglesia del Carmen, así como la toma de partido por parte de las mujeres.
Atacada con cañonazos y dinamita, la población vio destruir sus principales conventos para convertirlos en sus plataformas de combate.
En la ciudad se veían espectáculos desgarradores: salían de sus hogares innumerables familias, abandonando intereses, sin tener albergues que los recibieran, ni saber a dónde ir.
A pesar de la guerra civil, los artistas de la época querían contrarrestar la división social y fundar un tiempo de justicia y libertad. La generación de letrados se inspiró en La Divina Comedia, obra escrita por el poeta italiano Dante Alighieri, debido a que dentro de la historia del arte, la obra es esperanzadora.
“Se ha dicho que La Divina Comedia es un faro que domina resplandeciendo sobre las tinieblas de una nueva época para más allá disiparlas”, citó Arturo Camacho.
El prestigio del poeta italiano se fundamenta en ser el único poeta pagano que había profetizado el nacimiento de un niño con ascendente divino capaz de cambiar a la humanidad y fundar un nuevo tiempo. Así, los pensadores del cristianismo leyeron en él una profecía, es por ello que esta creación del pensamiento medieval se vuelve una creación mística, rica en significantes sobre la necesidad de justicia y libertad. Por esas características La Divina Comedia ha sido un tema de inspiración iconográfica en los últimos 800 años.
El arquitecto y pintor tapatío Jacobo Gálvez, quien ideó el Teatro Degollado, viajó a Europa en 1852 y observó las diferentes representaciones de la obra dantesca.
La iniciación del Degollado data de 1856, pero fue hasta el jueves 13 de septiembre de 1866 que abrió sus puertas con la ópera Lucía de Lammermoor, de Gaetano Donizetti, interpretada por la soprano íngela Peralta.
La bóveda construida en piedra pómez, decorada con una pintura al óleo, representa el “Canto IV” del Infierno de La Divina Comedia, de gusto neoclásico. La pintura crea una atmósfera onírica para recrear la propuesta literaria de Dante, todos los personajes tienen expresiones de tranquilidad.
El conjunto arquitectónico lo caracteriza su pórtico de 16 columnas corintias, un frontón triangular donde se admira la alegoría en altorrelieve de “Apolo y las Nueve Musas”, realizado en mármol por Benito Castañeda. En el friso aparece la siguiente inscripción: “Que nunca llegue el rumor de la discordia”.
De acuerdo a Camacho, las armas de esa generación de artistas fueron sus ideas plasmadas en espacios públicos para sensibilizar a la sociedad.
“Los artistas confiaron en que con el devenir de los años, la gente pudieran leer en las imágenes de la bóveda un lección aún vigente y urgente: que por encima de la lucha de fracciones está la construcción de una sociedad basada en la filosofía, las ciencias, las humanidades, así como las virtudes cívicas y morales. Por eso se grabó en el frente la inscripción: ‘Que nunca llegue el rumor de la discordia’”.
Para Camacho, la generación actual de artistas ya no busca salvar el pensamiento de una sociedad. “Ahorita hay mucho individualismo, cada quien trabaja para su santo, no veo una generación que emerja y nos salve por ejemplo del pulpo camionero, no veo a los artistas tratando de unificarse para hacer obras en beneficio de la sociedad”.

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